Luego de una carrera exitosa en el documental, el realizador cubano Carlos Barba Salva, residente en EEUU, ha decidido incursionar en el cortometraje de ficción con 25 horas, el único de su género en competencia representando a Cuba en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
La lista de títulos anteriores en la filmografía de Barba, algunos dedicados al reconocimiento de los valores y aportes de la estética fílmica de Humberto Solás y Enrique Pineda Barnet —Memorias de Lucía (2003), El hombre del siglo (2006), Canción para Rachel (2007), Gibara ciudad abierta (2009) y Humberto (2017)—, lo consolidan como uno de los más importantes documentalistas de su generación en el panorama del audiovisual contemporáneo de la Isla.
Su más reciente cortometraje narra la vida de una exmigrante cubana, Hilda, interpretada por Isabel Santos, que ha regresado de EEUU con el único propósito de cuidar a su anciano padre (Enrique Pineda Barnet), quien al parecer no puede valerse por sí mismo.
En verdad, se trata de la historia de una mujer que emprende un proceso de adaptación a la monotonía existencial de la sociedad cubana, luego de varios años de exilio, a un país donde su protagonista apenas encuentra sitio para sobrellevar con estoicismo y resignación su reinserción social.
Lo cotidiano en Hilda se resume apenas en el cuidado de su progenitor, comprar comida en los mercados populares, matar el ocio con su afición a la fotografía y permanecer en la sala ante la televisión o pensativa en el portal de su casa, a la manera de un ritual inalterable en la sucesión de los días y las noches.
Sin embargo, la historia se encargará de mostrarnos, desde el punto de vista del espectador y nunca de la protagonista, que en verdad el padre no está aquejado de ninguna enfermedad, que es capaz de bailar una contagiosa música popular sin la ayuda del bastón y que su fingimiento ha servido para frustrar la vida de su hija. Ajena al engaño, la tristeza de Hilda encuentra la resignación ante una vida ralentizada que parece tener más de 24 horas.
El drama, sin complejidades dramatúrgicas en su guion, avanza en el sentido más lineal posible, a ratos coqueteando con la estética observacional en el demorado de la cámara, una puesta en escena minimalista y un excelente desempeño de caracterización de personajes que posibilitan la identificación del espectador con la historia.
Sin embargo, el cortometraje pudo prescindir de algunas secuencias innecesarias, como la sucesión de los planos estáticos de las fotografías tomadas por Hilda, no siempre de interés para el espectador, y centrarse más en la profundización del dilema existencial de la protagonista, acaso desde la perspectiva del cine contemplativo y el intimismo que como recurso actoral Isabel Santos consigue desplegar de manera excelente.
Para el engranaje fílmico y la validez de su mensaje estético, resulta interesante el empleo de las relaciones que el filme establece con películas como Lejanía, de Jesús Díaz, o La Bella del Alhambra del propio Enrique Pineda Barnet, tarareada por él mismo en la escena del baile.
Al dueto de Isabel Santos y Pineda Barnet se añaden las actuaciones de la veterana Alicia Bustamante, que siempre se agradece, del joven actor Carlos Alberto Méndez, y la voz en off del locutor Abel Álvarez, muy conocido por el público cubano de los años en que participara como conductor del popular programa Mediodía en TV.
Como ejercicio de iniciación, 25 horas resulta un cortometraje aceptable y discreto, con una historia sencilla e interesante, pero que podría haber aportar todavía mayor aliento para el desarrollo de un drama de mucho más calado.
Ojalá el realizador Carlos Barba se anime, pues quienes lo conocemos personalmente y hemos apreciado su trabajo, sabemos de su valía. Eso esperamos y deseamos en verdad, cuando talento y versatilidad le sobran, y cuando el cine cubano anda muy necesitado del concurso de los nuevos realizadores, dentro y fuera de la Isla.