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Fotografía

A la venta fotos hechas por Walker Evans en La Habana, rescatadas de las pertenencias de Hemingway

El lote incluye de 46 imágenes tomadas en 1933. Se espera que alcance los 850.000 dólares.

Madrid

Un lote de 46 fotos de 1933, hechas por Walker Evans en La Habana, ha sido puesto a la venta por De Wolfe and Wood Rare Books y Michael Brown Rare Books, que esperan alcance los 850.000 dólares, informa el diario español El País.

Las imágenes estuvieron bajo la custodia de Ernest Hemingway en su casa de Key West, Florida, y han sido rescatadas del olvido hace solo unos años. Pertenecen a Benjamin Bruce, hijo de Telly Otto Bruce, un amigo y empleado del escritor.

Representan una fase muy importante en la maduración de Evans como artista, y forjarían el estilo que alimentó a la fotografía americana documental.

Evans (St. Louis, 1903-Connecticut, 1975) estuvo en Cuba tres semanas, durante las cuales sostuvo encuentros y bebió abundantemente con Hemingway, y tomó 400 fotos.

"Hemingway marchó a España para aprender a escribir; fue en las calles de La Habana donde Evans logró encajar el estilo y la materia para encontrar su propio camino como fotógrafo. La Habana fue la España de Evans. Como veremos fue también su París", dice Judith Keller en una cita que incluye el catálogo de la colección.

Evans llegó a La Habana en la primavera de 1933, con el encargo de tomar imágenes para ilustrar The Crime of Cuba, un controvertido libro escrito por Carleton Beals, en el que se evidenciaban la tiranía y la corrupción del gobernante Gerardo Machado.

La tarea suponía una importante oportunidad y un reto para el fotógrafo, quien asentado en Nueva York apenas lograba subsistir con su arte.

La brutalidad del régimen estaba alcanzando su clímax y la tensión se respiraba en la calle plagada de soldados armados. Aun así, el joven fotógrafo quedó cautivado por la vitalidad y la estética del lugar. "Cuando uno se mantiene perplejo", escribía Evans en su diario, "se percata más de las cosas, como en una borrachera. Me mantuve borracho de aquella ciudad nueva durante días".

El fotógrafo trabajó intensamente recorriendo las calles principales de La Habana y sus arrabales.

El conjunto de fotos "constituye un diccionario visual de Cuba en 1933; de sus gentes, de su diversidad étnica, sus tiendas, sus profesiones, la estética y el sentir de sus calles y su vida urbana", apunta Michael Brown, autor del texto del catálogo.

El lote a la venta también incluye algunas de las fotografías que el americano tomó de otras que bajo el anonimato eran publicadas en la prensa local; cuerpo mutilados, estudiantes encarcelados y policías reprimiendo protestas, entre ellas. "Un acto cuasi-postmodernista de apropiación, que ofrecía las evidencia más palpable de la crueldad del régimen de Machado", considera Brown.

Evans, quien entonces tenía 30 años, conoció por casualidad a Hemingway, de 33. El escritor llevaba más de un mes en Cuba, había llegado en al Anita, su barco, con la intención de pescar y trabajar en varios de sus manuscritos.

Hemingway le prestó a Evans 25 dólares para que pudiera alargar su estancia en la ciudad una semana más.

Sin embargó, Evans no tomó ningún retrato de Hemingway. "Fotográficamente hablando, el rostro de un famoso es un cliché", diría el fotógrafo.

"Es bastante probable que Hemingway y su escritura influyesen en la obra del Evans de aquel momento", opina Keller. Reconocido ya por su estilo conciso y sin adornos, el escritor trabajaba entonces en su novela Tener o no tener, y muchas de las imágenes de Evans reflejan la inquietud política que sirve de fondo para la novela.

No existe evidencia en las imágenes de que el fotógrafo se viera bajo amenaza política sería, sin embargo, Evans sintió la necesidad de poner sus copias a salvo bajo la custodia del escritor. Así, las imágenes salieron de Cuba en el Anita y fueron a parar al domicilio de Hemingway en Key West, donde permanecieron hasta después de su ruptura con su segunda esposa, Pauline Pfeiffer, cuando fueron trasladadas a un trastero en el Sloppy Joe's, uno de sus bares más famosos de la ciudad.

Evans y Hemingway nunca volvieron a verse. "Los dos trabajábamos en contra de Machado", diría más tarde el novelista, no sin cierta fanfarronería, recordando a Evans como a un "chaval agradable" que hacía "fotografías hermosas".

"En mí existía una atracción instintiva hacía él, y él lo sabía", recordaría Evans. "Pero me mantenía receloso. Era muy reservado —no es esa la palabra— era alguien difícil a quien acercarse (…) Yo le consideraba un gran artista por entonces y a él le encantaba ese reconocimiento... Era un hombre muy inteligente, muy sensible. Pero decidí instintivamente mantener una distancia, y no continuar mi amistad con él".

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