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Televisión

'Rompiendo el silencio', una mirada 'selectiva' a la violencia contra la mujer

Ni la represión a opositoras, ni los abusos policiales contra prostitutas aparecen por ahora en la serie de televisión.

La Habana

En diciembre de 2016, la Televisión Cubana comenzó a transmitir los martes por la noche la serie de factura nacional Rompiendo el silencio. Aquí, el silencio que se rompe —o se intenta romper— es el de la sociedad y, específicamente, las mujeres, sobre la violencia contra ellas.

La violencia contra la mujer es un fenómeno generalizado al punto de ser visto como normal e incluso legítimo en sociedades patriarcales y machistas como la nuestra. Es innegable que la Revolución Cubana representó avances importantes para las féminas, como la libertad de optar por un aborto, mientras en muchos países de la región y del mundo esta práctica es aún ilegal, incluso si la mujer (o la niña) ha sido violada, o el embarazo pone en peligro su vida. Pero en la misma medida que no logró extirpar el racismo de nuestra sociedad, pese a haber proclamado su erradicación, la Revolución no significó el fin del machismo ni de la violencia contra las mujeres en Cuba. Por mucho tiempo, lo que ha existido es silencio y falta de cifras sobre esta realidad, que ha cobrado vidas en el país.

Rompiendo el silencio, dirigida por Lucía y Rolando Chiong (el último también guionista junto a Legna Pérez), no es una denuncia de la violencia contra la mujer sino de las distintas formas de esta, incluso las que tendemos a pasar por alto y a no identificar como tal, como la "bienintencionada" tiranía de quienes creen saber qué es mejor para nosotras.

El programa ha abordado tanto el maltrato físico como el psicológico; no ha circunscrito la violencia contra la mujer a espacios marginales, a víctimas y victimarios con bajo nivel educacional. Ha sido acertado al presentar una diversidad de edades, razas y entornos familiares, como evidencia de lo variado y complejo del tema. También al incluir un caso de violencia contra una mujer transexual, violencia muy conectada a los patrones machistas, homofóbicos y transfóbicos que aún imperan en Cuba.

La proyección de ese capítulo en la pantalla chica demuestra que ya es posible tratar esos temas en nuestros medios. Pero no puedo evitar preguntarme qué habría pasado si en vez de la violencia contra una mujer transexual por parte de su pareja (y previamente de su propia familia), se hubiese reflejado la que sufren las transgénero que ejercen el trabajo sexual a manos de clientes y de la policía.

Al presentar este caso, la dirección del programa logra romper estereotipos negativos sobre las transexuales y mostrar parte de los problemas que enfrentan aún después de operadas. Pero queda intacto el silencio sobre esas otras que no encuentran más alternativa que la prostitución, que son explotadas por un proxeneta, que quedan indefensas ante clientes abusivos, y además son objetos de redadas policiales.

El capítulo sobre el hombre que se vale de internet para aprovecharse de una adolescente tiene el mérito de alertar a los padres y los jóvenes que vean Rompiendo… en vez de alguna serie coreana. Pese a ello, resulta poco verosímil que tantas personas en Cuba puedan usar internet desde sus casas.

En el caso de la adolescente se dice que lo tienen en casa debido al trabajo del padre, pero que el vendedor de chucherías también lo tenga… Bueno, quizás fue uno de los afortunados escogidos para el experimento de internet en el hogar.

Sin embargo, para mí las preguntas más importantes surgen al final: ¿hay leyes para castigar a individuos como el que aparece en el programa? ¿Está tipificado ese delito en nuestro país? ¿Será que los directores prefirieron la solución de que el individuo huya para evadir la cuestión legal?

La idea del programa es de aplaudir y la dramaturgia ha sido atinada al recurrir al suspenso en ocasiones y no conformarse con una intención didáctica. Sin embargo, la dramaturgia ha cojeado por momentos. No es del todo creíble la forma en que una ciega identifica finalmente a su violador, ni que el personaje que va a la cárcel termine viendo a las tres mujeres a las que de alguna forma ha violentado, en el televisor de la prisión, participando en una Jornada por la No Violencia contra la Mujer. Resulta un poco facilista, además, que todas las víctimas terminen acudiendo a estas jornadas. Por optimista e inspirador que pueda resultar, es falso que todas las mujeres violentadas logren salirse de ese círculo vicioso.

No se puede hablar de Rompiendo el silencio sin mencionar el tema de presentación de Telmary Díaz y Amaury Ramírez Malberti: un ejemplo de buen rap, con ritmo pegajoso, pero sobre todo buena letra y buena rima.

Espero queden aún muchos capítulos para romper el silencio, o al menos la parte que es permisible romper, sobre la violencia contra la mujer en Cuba. Como siempre, la televisión cubana nos muestra el país que pretende hacernos creer: no hay, al menos en los capítulos vistos hasta ahora, ni la pobreza ni la marginalidad que generan violencia en muchos hogares. En esta sociedad, la violencia parece ser provocada solo por los patrones machistas y patriarcales heredados y reproducidos al interior de las familias. No hay violencia policial. Las mujeres cubanas sufren muchos tipos de violencia, pero, según lo visto en Rompiendo…, no por manifestarse en oposición al Gobierno.

El informe anual del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), radicado en Madrid, muestra que durante 2016 ocurrieron 5.273 violaciones de derechos humanos contra mujeres. Más de la mitad de las 9.120 registradas por la organización. Las cifras evidencian un incremento de la violencia motivada por manifestar oposición al Gobierno, en el último año. Pero mientras la televisión siga siendo propiedad de un Estado, que según la Constitución, es guiado por el Partido Comunista, esa violencia no será mostrada; muchos silencios continuarán intactos.

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