Al poco tiempo de la censura en Cuba del documental PM, que realizó conjuntamente con Sabá Cabrera Infante, el director Orlando Jiménez Leal tomó el camino del exilio y aterrizó en Miami. Allí filmó In the Park, un filme que según sus palabras "retrata un domingo cualquiera en el Parque de las Palomas".
"A través de unas imágenes que parecen distantes, de la soledad de los viejos y a pesar de la belleza del paisaje y de la alegría de los niños que juegan, se percibe la tristeza del destierro", dice Jiménez Leal, quien accedió en esta entrevista a relatar su experiencia con "un cortometraje que cierra nuestro estado de ánimo y nuestra exaltación con el free cinema".
Nunca antes estrenado, In the Park es una de esas pequeñas joyas en miniatura que esperan por su descubrimiento. Por cortesía del director del filme, DIARIO DE CUBA lo exhibe en calidad de estreno.
¿Cuándo y cómo se filmó In the Park? ¿Quiénes participaron en la producción?
Fue en la primavera de 1962, posiblemente marzo o abril. In the Park se filmó en el Bay Front Park de Miami, al que los cubanos de entonces llamaban el Parque de las Palomas.
Mi amigo el teatrista Juan Guerra y yo, acabados de salir de Cuba, tristes y sin un centavo en el bolsillo, vagábamos con nuestro surmernage por el parque con un extraño sentimiento de desarraigo, pensando en Cuba, tan lejos y a la vez tan cerca.
Armado de una hipersensibilidad especial, empecé a ver cosas que quizá en otra circunstancia hubieran pasado inadvertidas: cojos, viejitas maquilladas haciéndose fotos unas a otras, niños paralíticos, vendedores ambulantes y un negro, viejo y solo, tocando un nostálgico blues. Un día Juan me sugirió la idea de hacer un corto sobre el parque. Él fue mi asistente de dirección. No hubo nadie más.
En una entrevista anterior que te hice decías que una vez que terminaste ese corto documental te fuiste a Nueva York a intentar venderlo y que no pudiste, que era demasiado pretencioso. ¿Sigues considerándolo pretencioso?
Al terminar el corto, loco de contento con mi cargamento, me fui a Nueva York con la idea de venderlo allí. Yo tenía 20 años, era algo arrogante y acababa de descubrir Nueva York y la música barroca (aunque no necesariamente en ese orden). Impetuoso, toqué todas las puertas. A todos les gustaba, me hacían comentarios realmente elogiosos, pero no lo compraban… Hoy al ver las cosas con cierta distancia no creo que el corto fuera pretencioso. El pretencioso era yo, que creía que aquel pequeño filme de apenas 10 minutos, hecho casi sin recursos, de una manera modesta, podía ser considerado por las grandes empresas de televisión norteamericanas. Digamos que lo rechazaban con entusiasmo.
Realizado en 16 milímetros y con pocos recursos, hay una riqueza artesanal que no se ve en las grandes producciones, toda la fuerza visual emana de lo simple, de pequeñas escenas de la vida anónima. ¿Sentías una obsesión por contar lo efímero de la vida y las pequeñas escenas cotidianas?
Soy una persona muy curiosa. En realidad siento una enorme curiosidad por la gente, pero a la vez soy tímido y no me gusta acercarme demasiado a las personas; la cámara oculta, el free cinema, te da la oportunidad de observar de lejos, de ser un voyeur. En Cuba, esa palabra, voyeur (rescabuchador), adquiere, además, unos tintes obscenos porque de alguna manera implica que con la mirada acaricias a alguien también. Esa gente que yo fotografié, inocentemente, una tarde en un parque, no tenía idea de que 54 años más tarde esas pequeñas escenas cotidianas, que tanto te gustan, iban a ser observadas por alguien como tú que ni siquiera había nacido; esas pequeñas representaciones efímeras, esos gestos, eran de gente actuando para mí. Y no lo sabían. Lo curioso es que yo tampoco.
A diferencia de PM, que provocó un escándalo y fue prohibida y confiscada, In the Park se hizo enteramente en libertad y, sin embargo, nunca tuvo un estreno. ¿Cuál lección de vida sacas de ambas experiencias cinematográficas, de por sí contradictorias?
Bueno, PM se filmó en un Estado policíaco. In the Park, por el contrario, se hizo en una sociedad abierta donde el individuo no tiene ninguna importancia colectiva y es exactamente eso: un individuo. ¿Qué lección saco de toda esta locura? Pues no te metas con la policía, porque a ella, como decía Raymond Chandler, no hay manera de decirle adiós.