Desde hace semanas circula el libro José Raúl Capablanca, A Chess Biography, de Miguel Ángel Sánchez. Como edición ha sido impecable, tanto en su formato como en la impresión, pero donde deja una mayor huella, debido a su notable calidad histórica, es en quienes lo leen. La opinión generalizada es que se trata de un legado transcendental de la historia de Cuba, de la cual Capablanca es parte esencial. Su autor responde nuestras preguntas.
Ya desde antes de ser publicado existían muchas expectativas entre los amantes del ajedrez. ¿Consideras que el libro cumplió con las mismas?
Considero que sí, puesto que es una nueva y más profunda visión sobre la vida de Capablanca, quien sin lugar a dudas es una de las figuras de la historia de Cuba con una gran significación universal. El paso de los años no ha hecho mella en la leyenda de Capablanca; todos los cubanos conocen de su existencia, aunque apenas fuera debido a su nombre exótico. Otras grandes personalidades del deporte, las artes o la política insular que en un determinado momento tuvieron un gran peso histórico, han sido olvidadas con el tiempo. Pero no así Capablanca. Entre los cubanos que más conocen de Capablanca —me refiero a los que practican el ajedrez profesionalmente o como un entretenimiento, o a quienes tienen una función profesional dentro del ámbito del juego—, el libro ha resultado muy bien acogido. Y esto ha sido así por la nueva documentación que contiene, que incluso tomó a esos conocedores por sorpresa.
Por otro lado, hubo descubrimientos de última hora que no pudieron añadirse o errores que lamentablemente encontré tan pronto me llegó la primera copia impresa de la obra. Aunque ninguno de esos errores son telúricos, debo confesar que me han quitado el sueño muchas noches. De manera que sí, estoy satisfecho, pero no totalmente.
Algo que ha sorprendido a muchos es que se trata de una edición en inglés.
Hubo posibilidades de editar el libro en español hace años, tanto en México como en España, pero yo no estaba preparado para entregarlo en el breve plazo que pedían. En realidad se trataba de reeditar Capablanca, leyenda y realidad, de 1978, que pese a la buena recepción que tuvo entonces fue un trabajo escrito a la carrera, con faltas históricas notables, tal como la ausencia de la narración del match por el campeonato mundial de 1927, aseveraciones no respaldadas por fuentes confiables y detalles que no estaban debidamente desarrollados. De manera que la idea de simplemente reimprimirlo no me motivaba. Cuando años después tuve en mis manos la documentación y el "plano mental" del nuevo libro comprendí que para que tuviera un alcance global tenía que ser publicado primero en inglés, de ahí que en lugar de dirigirme a una editorial hispana lo hice a McFarland, a la que consideraba que había publicado varios de los libros históricos más importantes del ajedrez, y cuyo prestigio era tal que un osado crítico literario aseguró que sus libros resultaban el equivalente en el género a un Premio Nobel de literatura.
Por tu primera respuesta, puedo suponer que tienes en mente una futura edición "enriquecida".
Definitivamente, no tan solo para corregir esos errores que se escaparon, o agregar nuevos detalles históricos, sino para explicar con mayor cohesión varios de los conceptos de Capablanca sobre el ajedrez, conceptos que pueden considerarse fundacionales. Una vez que eso suceda, voy a sentirme más satisfecho.
Esos errores de los cuales hablas al parecer ni siquiera han sido detectados, pues nadie o excepto algunas raras excepcionan los mencionan. Por qué no nos ilustras con uno o varios ejemplos.
Como dije antes no son errores garrafales ni hacen cambiar la perspectivas del libro, pero resultan molestos e inexplicables, sobre todo por el tiempo empleado en dejar algo sustantivo, sin máculas. Y apesar de todos los esfuerzos sobrevivieron, están ahí. Algunos son fechas incorrectas de publicaciones. Otros son tontos, como cuando puse como ejemplo de imágenes aparecidas en El Fígaro del 27 de junio de 1909 la fotografía de Capablanca ya de adulto jugando contra su padre, tras regresar a Cuba, justo en los momentos en que Capablanca, tras vencer al gran maestro estadounidense Frank J. Marshall, todavía se encontraba en Nueva York. No son elementos trascendentales pero molestan mucho, sobre todo tras tantos esfuerzos por evitarlos. Cuando descubrí ese error estaba tan irritado que le escribí al historiador y gran maestro de ajedrez Andy Soltis, que tuvo la amabilidad de escribir el prólogo del libro y presentarme epistolarmente al presidente de McFarland. La respuesta de Soltis fue amable, sabia y conmovedora, pues citó un ejemplo de su propia experiencia en que tras revisar tres veces las pruebas de uno de sus libros más importantes, el de la historia del ajedrez en la desaparecida Unión Soviética, descubrió el error de un nombre mal escrito nada menos que en la misma primera página.
Respecto a una reedición, depende de la velocidad con que se agote la tirada inicial, ya que como norma la editorial McFarland tras su primera edición, que con toda justeza puede catalogarse de lujo, muy costosa, luego hace otra en rústica, más accesible por su precio. Cuando eso suceda tendré la oportunidad de vengarme de esos gazapos. Por ahora y como disculpa a los lectores hice una página en internet en la que tales errores son identificados y corregidos, además de añadir imágenes de gran valor pero que por su baja calidad no tenían posibilidades de ser impresas. Me refiero a la página www.capablancachessbiography.com, que puede leerse lo mismo en inglés que en español.
¿Por qué es Capablanca tan importante todavía en el ajedrez global?
Esto se debe no tan solo al carácter legendario de su vida, al hecho de ser un niño prodigio cuya primera partida publicada data de cuando tan solo tenía cuatro años de edad, o su extraordinaria intuición para el juego, sino porque el ajedrez contemporáneo se debe más que a cualquier otro a Capablanca, aunque posiblemente él hoy día no quisiera identificarse con esa criatura. El desarrollo del ajedrez tal como lo conocemos hoy, a partir de la Europa medieval, no sus orígenes distantes y difusos, era un juego todavía no completamente armónico. El primero que comprendió que la esencia del ajedrez radicaba en lo que luego Capablanca llamaría con exactitud "el entendimiento de la posición" fue el norteamericano Paul Morphy.
El avance que Morphy dio al ajedrez fue ampliado con las teorías posicionales de Steinitz, pero de una manera un tanto confusa, puesto que muchas de las partidas del propio Steinitz contradecían sus postulados. Pero en fin, Steinitz fue el primero en comprender la importancia y la explotación de las pequeñas ventajas posicionales. Ni siquiera Emanuel Lasker, campeón del mundo por más de dos décadas, consiguió perfeccionar el ajedrez al extremo de Capablanca. Por ejemplo, Mikhaíl Botvinnik nunca hubiera dicho que para comprender el ajedrez había que mirarlo con los ojos de Steinitz o de Lasker; sí lo afirmó con respecto a Capablanca.
Por otro lado, en ese avance que significó Capablanca para el ajedrez —en la gran belleza y armonía intrínseca de sus partidas y su natural comprensión del juego, en la que descubrió un elemento superior a la noción de desarrollo, que fue la iniciativa en el desarrollo—, de manera paradójica abrió una insospechada caja de pandora, en donde el estudio de las aperturas comenzó a basarse no tanto en sus principios estratégicos o posicionales, sino en una lucha a muerte por la iniciativa a partir de estudios caseros y preparaciones profesionales.
Ya en 1925, Capablanca comprendió esto y lo llamó con desdén "teorías cientificistas". Vio el peligro que representaban, puesto que para él no había otro pecado peor en el ajedrez que una batalla de memorización, en lugar de la confrontación viva sobre el tablero, de un talento contra otro. Por eso, al ver el estudio sistemático de que fueron objeto las aperturas del ajedrez, trató sin éxito de cambiar las bases del juego mediante el procedimiento de incorporar nuevas piezas.
No hay que olvidar tampoco que de manera oficial Capablanca representa al ajedrez, pues el Día Universal del Ajedrez es celebrado el 19 de noviembre, la fecha de su nacimiento. Esto no es producto de una resolución del Gobierno de Cuba, sino de la organización que preside el ajedrez en todo el planeta, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).
Algunas de estos detalles que mencionas parecen elementos muy técnicos para su comprensión general. Tras leer el libro no me parece que sea lo que más haya llamado la atención al aficionado común del ajedrez, o incluso a aquellos interesados en sus aspectos históricos.
Tienes toda la razón, se tratan de elementos técnicos y teóricos insoslayables y de gran importancia, como por ejemplo la inclusión en el libro de dos centenares de partidas o posiciones. Sin embargo, al escribir el libro pensé más en ese lector común que en el profesional de ajedrez. Un lector que muchas veces no reproduce las partidas, pero se deleita al leer las anécdotas alrededor de ellas. Esencialmente el libro está escrito para tal tipo de lector, de manera que ni siquiera tiene que ser un ajedrecista. En ese sentido estuve muy influido por la biografía de David Lawson sobre Morphy, The Pride and Sorrow of Chess, aunque al añadir partidas no seguí exactamente su receta. Un ejemplo más cercano e influyente, esta vez con partidas, es otro libro secular, la biografía de Emanuel Lasker escrita por el Dr. Jacques Hannak. Desde luego también hay otras influencias literarias fuera del ajedrez; en ese sentido me siento muy en deuda con Manuel Moreno Fraginals y Leví Marrero.
¿Qué te ha orgullecido más hasta ahora de las críticas favorables que ha recibido el libro, incluso hasta una del presidente o delegado de la Federación Internacional de Ajedrez en Estados Unidos?
La que más me satisfizo, de entre las de muchos maestros y profesionales del ajedrez que dejaron sus comentarios en Amazon.com o en periódicos de relieve como La Nación, de Buenos Aires, o El Mundo, de Madrid, fue una que ni siquiera estaba dirigida a mí, puesto que formaba parte de una correspondencia privada de la familia Capablanca, y que por esas cosas de los mensajes electrónicos quedan en una larga una cola que si no es borrada se prolonga a todo lo largo de una conversación digital. En ese mensaje que no era para mis ojos, Fernando Aquiles Capablanca hijo, sobrino de Capablanca, le decía a otro miembro de la familia que no se preocupara más por conocer detalles de sus antepasados puesto que esa historia iba a ser contada a plenitud en el libro que yo estaba escribiendo.
¿Hay posibilidades de que el libro aparezca en español pronto? ¿Es cierto que incluso en Cuba están interesados en publicarlo?
Con McFarland he tenido ciertos intercambios de ideas con respecto a que ellos publiquen el libro en español. Incluso esto fue sugerido por su propio presidente, Robert Franklin. Pero me parece que no es una gran prioridad para esa editorial, aunque tal vez esté equivocado. Con respecto a Cuba, tienen una edición muy adelantada en preparación, con el título del libro original, para la cual yo di mi consentimiento, y he ayudado a corregir.
Cuando yo me marché de Cuba en 1980 el libro quedó en el olvido, hasta se publicaron otros para ayudar en ese propósito de que fuera olvidado. No fui el primero ni el último escritor que vio su nombre y obra borrada, como bien se sabe. Después de tantos años algunas de esas políticas de exclusión están cambiando, de manera que la invitación que recibí para publicarlo allá fue sorpresiva, pero bienvenida por mi parte.
Será una edición más pequeña que el actual libro en inglés, pero los recortes los hice yo. Hasta ahora no ha existido la más mínima sugerencia de que tal párrafo o fragmento resulte "incómodo" o "sensible". Dada la enorme significación de Capablanca para el pueblo cubano y el carácter apolítico de la obra, estoy convencido de que tendrá una acogida muy favorablemente. Hay historias en el libro que no se corresponden precisamente con lo que es conocido en la Isla, como el apoyo de los presidentes Mario García Menocal y Gerardo Machado a Capablanca, especialmente de este ultimo, que contribuyó con dinero de su bolsillo al viaje de Capablanca al torneo de Moscú de 1925.
La persona que me sugirió la posibilidad de esa edición es la misma que hace casi 40 años me estimuló a terminar el libro y consiguió una prórroga para que pudiera concursar en los Premio UNEAC de 1976, mi buen amigo el poeta y escritor Norberto Codina, que es hoy director de la Gaceta Literaria. Además, el libro ha estado al cuidado de otra persona bien querida por nuestra familia, como lo es Thelma Jiménez, hija de Eleazar Jiménez, al quien me unió una amistad de muchos años, tanto a él como a su esposa e hijos. La otra persona que ha trabajado en el libro como diseñadora y paginadora, Beatriz Pérez, siempre lo ha hecho con extrema cortesía y profesionalismo.
Un trabajo de investigación como el que has desarrollado en tu biografía de Capablanca ha llevado un gran esfuerzo, incluso sacrificios familiares y económicos
Esto es cierto. Es probable que el gasto económico del libro nunca sea compensado. Bueno, el propio Capablanca siempre afirmaba que no se ganaba mucho en el ajedrez, al parecer ni siquiera sus historiadores. Cuando uno escribe un libro de ajedrez no sueña en ser recompensado como John Le Carré o Peter Benchley, pero como cantó Edith Piaff, Non, je ne regrette rien. Al menos para mí, haber concluido el libro ha sido fuente de una gran satisfacción personal. Incluso sé que lo ha sido también para el gran compañero en este viaje, el escritor y árbitro internacional de ajedrez Jesús Suárez, el principal colaborador en la obra y a la vez traductor de la mayoría de los capítulos del libro del español al inglés. Lo mismo puedo decir de Mercedes Capablanca, nieta del maestro, o su mamá Mercedes Medina, viuda de José Raúl Capablanca hijo. Ellas estuvieron tan inmersas en el desarrollo del libro como lo estuvimos Jesús y yo.
Una última pregunta a modo de jaque, aunque no jaque mate, pues todavía hay mucha partida por delante cuando se trata de Capablanca. ¿Consideras que tu biografía de Capablanca se convertirá en un legado sobre él?
Sería una falsa modestia decir que no, además de graduarme como pésimo promotor del libro si respondiera negativamente. Es sin lugar la biografía más abarcadora de Capablanca, que incluye a sus antepasados, la llegada del primer Capablanca a Cuba, corroborada incluso por las investigaciones históricas de Leví Marrero, así como otros muchos detalles de su vida personal, sin contar con una narración minuciosa de su carrera.
Capablanca es una persona admirable desde muchos puntos de vista, más allá del ajedrez. Un hombre que se preciaba de ser reconocido en todo el mundo por su rectitud y honestidad; un hombre admirado pero también muy respetado. En él también vemos un pedazo del crisol que fue la formación de la nación cubana, pues mientras Capablanca era descendiente de oficiales del ejército de España, y tres cuartas partes de sus antepasados eran españoles, su primera esposa, Gloria, era sobrina de Amalia Simoni, la viuda del general Ignacio Agramonte.
Como ajedrecista, Capablanca dejó no tan solo una secuela legendaria de triunfos deportivos, sino la fundación del ajedrez como lo conocemos hoy día. Puesto que hay tantos detalles históricos que nunca antes fueron revelados, el libro quedará como una inevitable fuente referencial. No es "el libro definitivo" sobre Capablanca, como alguna promoción comercial ha sugerido, pero sin lugar a dudas será una obra de consulta obligada.
Romeo Lobo es Árbitro Internacional de Ajedrez.