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Censura

Enrique Colina: La censura ha derivado en 'boomerang contra el prestigio' de la Revolución

El realizador y crítico de cine fustiga la prohibición de una adaptación teatral de Juan Carlos Cremata y su suspensión como director.

La Habana

El realizador y crítico de cine Enrique Colina fustigó en un artículo la medida de las autoridades culturales de la Isla que retiró de escena en julio pasado la obra El rey se muere, una pieza de Eugène Ionesco adaptada y dirigida por Juan Carlos Cremata Malberti.

Colina también rechazó la decisión de suspender a Cremata como director teatral.

"La censura artística practicada en Cuba durante estos 56 años (…) en favor de una supuesta defensa de la Revolución ha derivado paradójicamente en un boomerang contra el prestigio político del proceso revolucionario", opinó Colina en su artículo, titulado Sobre la censura y sus demonios y recibido en la redacción de DIARIO DE CUBA.

El objetivo de Colina era que el texto fuera leído en una asamblea que el llamado grupo G-20, de cineastas cubanos, realizará este sábado en La Habana para debatir, aprobar y firmar el documento Hacia una nueva Ley de Cine, que será enviado al Ministerio de Cultura, al ICAIC y otros organismos del Estado.

Sin embargo, según Juan Carlos Cremata, el G-20 ha rachazado tratar el artículo en la asamblea.

"Primero fue incluido en el Orden del Día. Pero a última hora el G-20 ha considerado que 'no es el momento' para hacerlo", dijo el director teatral en un correo electrónico.

El G-20 está compuesto actualmente por 12 cineastas: Rebeca Chávez, Lourdes de los Santos, Magda González, Claudia Calviño, Fernando Pérez, Manuel Pérez, Senel Paz, Arturo Arango, Ernesto Daranas, Enrique "Kiki" Álvarez, Luis Ernesto Doñas y Pedro Luis Rodríguez.

En su texto, Colina considera "improcedente que algunos —que no son artistas ni han aportado nada a la cultura nacional— se erijan nuevamente en jueces inquisidores y que, uncidos de una autoridad efímera, decidan frustrar el destino de un artista, de un creador [Cremata] cuya obra en el cine y en el teatro es ya patrimonio de nuestra cultura".

"El teatro en Cuba está auspiciado por el Ministerio de Cultura y responde a una política cultural cuyo diapasón debe ser tan amplio como el reconocimiento de la capacidad de discernimiento de un público nacional al que oficialmente se le reconoce su nivel educacional, político y cultural", apunta.

"Entonces, ¿por qué la censura a la adaptación y puesta en escena de una obra que de por sí tiene un alto contenido de provocación perfectamente compatible con la función estremecedora de un arte que pretende romper tabúes, conmover y convocarnos a pensar (…)? ¿Tenemos o no un público culto y comprometido con las ideas y principios revolucionarios capaz de sacar sus propias conclusiones (…)? ¿Qué verdadero sentido constructivo tiene una censura excluyente sin que medie el debate (…)?", pregunta.

"La intolerancia a la crítica como norma para conocer la verdad (…) ha sido y sigue siendo una proyección del miedo para afrontar las responsabilidades emanantes de un poder burocratizado que ha cometido errores, extravíos y desviaciones de su inicial impulso revolucionario y libertario", dice.

Recuerda que películas, piezas teatrales, obras plásticas e incluso miembros de la Nueva Trova "han sufrido los embates de esa resaca reaccionaria que rehúye el debate de ideas y se agazapa en las trincheras de piedras para lanzar sus venenosos dardos inquisitoriales".

Califica de "estúpida" la prohibición de la película Regreso a Ítaca, basada en una novela de Leonardo Padura, exhibida finalmente durante una semana de cine francés "más para guardar las apariencias que como reconocimiento del error de soberbia cometido".

"Más que fortaleza, esa conducta de intolerancia expresa más bien la debilidad y el raquitismo intelectual y político para asumir un debate abierto y responsable", señala.

En cuanto a la censura contra Cremata, afirma que le recuerda los años de la llamada "parametración", en los que el teatro cubano estuvo sometido a "prejuicios aberrantes y represivos" que "resultaron en frustración, ostracismo y exilio para creadores y artistas que solo estaban enriqueciendo con su arte" el patrimonio cultural.

"Aquel desafuero (…) auténticamente vergonzoso y contrarrevolucionario (…) solo trajo descrédito para una Revolución en la que algunos extremistas con poder de decisión interpretaron la aspiración de crear un hombre nuevo con la de crear un robot obediente, dogmático y henchido de prejuicios reaccionarios, hoy combatidos pero no exterminados", afirma.

"El caso Cremata entra dentro del debate ideológico que ha marcado el destino de un proceso que necesita mantener despierta la memoria histórica de su quehacer cultural para no seguir cometiendo y soportando errores que vulneran ese valioso tesoro cultural, termómetro crítico que ninguna censura logrará desconectar mientras seamos capaces de actuar en consecuencia y compromiso con nuestro deber ciudadano", opina.

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