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XII Bienal de La Habana

'Tramas' de Gustavo Pérez Monzón

Un impresionante despliegue visual, un catálogo retirado y las palabras de Néstor Díaz de Villegas desaparecidas.

La Habana

Una de las instalaciones más hermosas que se encuentran en el Museo Nacional de Bellas Artes, estos días de Bienal, pertenece a la exposición Tramas de Gustavo Pérez Monzón. Se llama "Vilos" (alambre, hilo elástico, piedras), y es parte de las 75 piezas que se exhiben de este artista perteneciente a la segunda vanguardia del siglo XX en Cuba, la gestada por el movimiento Volumen Uno, a finales de los 70 y toda la década del 80.

Las obras, en su conjunto, conforman una retrospectiva luminosa de este autor, quien regresa al país luego de 25 años de ausencia, alejado ya de toda creación propia desde los 90 , dedicado a la docencia en el Centro Morelense de las  Artes, academia de artes plásticas fundada por él, en el Estado de Morelos, México, donde reside.

Tintas, dibujos en papel y cartulina, técnicas mixtas, collages, relieves sobre soportes del sistema de escritura Braille;  cuadros de formatos variables, que van de l0,5 x 7 centímetros (postales del Tarot), a los de 65 x 50 centímetros,  casi todas sin título, como corresponde a la numerología, en especial a su escuela cabalística. Arte abstracto que tiene en sus megainstalaciones de hilos de vinilo y piedrecitas-números, o en los finos deshilados de textiles comunes, las tramas esenciales:    expresión de armonía y orden, intercambios de letras y números, microcosmos infinitos en cuadros de supervivencia.

Distribuidas generosamente en tres amplios salones, sobresalen "15.625 cm3 de relaciones" ( 25 centímetros cúbicos de dibujos a relieve sobre cartulina kromecote, 1981/2015); "Tarot" ( polvo de aluminio, letra set, pigmento y collage sobre cartulina kromecote, 1983); "Hilos" (hilos, tape sobre pared, 1984-2015); "6320"  (mixta sobre papel, 1980), entre otras de 1984, todas sin título.

Pérez Monzón en persona

Rodeado de los celosos organizadores de la Cisneros-Fontanals Art Foundation (CIFO), que ha protagonizado y coordinado este encuentro con el Museo Nacional, lugar de su primera exposición individual en 1981, Gustavo Pérez Monzón no cesa de atender periodistas y público en general, inquisidores curiosos que no solo le preguntan por lo expuesto, sino por futuros proyectos.

"Aún estoy sorprendido, admirado, conmovido de todas esas personas desconocidas, que en la inauguración se interesaban por mi obra: no se podía dar un paso, era impresionante esa multitud, una marea. Demasiados quizás", afirma.

Le incomoda un poquito la incomprensión de su labor docente, a la que ha dedicado todos estos años, priorizando impulsar la obra ajena, la carrera de sus alumnos: "Piensan que he sufrido un trauma o algo así, que por eso abandoné la pintura y no es tal, estoy plenamente realizado como profesor, no quiero, por el momento hacer otra cosa. Quién sabe si en un futuro surja algún proyecto que me motive a 'regresar' como autor. Existe esa posibilidad, pero esto que ves aquí, ¡es obra de un joven de 23 años! ¡Por favor!  Ya no somos aquel, el tiempo nos pasa la cuenta".

Preguntamos por el catálogo, por el texto de Néstor Díaz de Villegas, escrito para esta exposición: "No hay. CIFO los devolvió todos a la imprenta: las ilustraciones salían muy oscuras, casi negras, imposibles de ver. Lástima, porque era muy bonito el diseño y las palabras de Néstor muy inteligentes  y elogiosas. Él no pudo venir porque le negaron la visa".

Un  plegable en papel gaceta, impreso en los talleres de Granma, el periódico del Partido Comunista, con la información necesaria para suplir la falta del catálogo, contiene solamente el texto  de Corina Matamoros. Aunque en la presentación, Ella Fontanals Cisneros agradeció "a Corina Matamoros y a Néstor Díaz de Villegas por sus valiosos textos". Era de esperar.  ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Se lamenta Gustavo del incidente con Tania Bruguera,  en  la inauguración "no la dejaron entrar y, sin embargo, había estado el día anterior y por la tarde de ese propio día ayudándome a montar la exposición, deshilando conmigo".

No lo entiende. "Hay mucha tensión", me dice con franqueza.

Luego me pregunta por los críticos de artes plásticas que escribieran sobre él, hace tantos años; en especial por Alejandro G. Alonso, "AGA". A otros los ha visto ya —Mosquera anda de recorrido por allí—. Su deseo de recordar, de ponerse al día, es evidente.

En otras salas, otros pisos del MNBA exponen al mismo tiempo Tomás Sánchez —Paisaje—;  Alexandre Arrechea —El mapa del silencio—; Wilfredo Prieto —Ping-pong cuadrícula.

Ninguna de estas muestras alcanza el impresionante despliegue visual de Tramas, su originalidad, su ambiguo magnetismo, su ritmo: las obras fluyen en el espacio, desarrollan una dialéctica, son metáforas. Antológica.

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