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Fotografía

'Crónicas corporales' de lo grotesco

El cuerpo como objeto y sujeto, es el centro de la muestra de jóvenes fotógrafos cubanos en la galería Antonia Eiriz.

La Habana

El pasado 15 de mayo, en la galería Antonia Eiriz, de la Casa del Joven Creador, en la Quinta de los Molinos, se inauguró la exposición Crónicas corporales, tesis sobre el cuerpo en la fotografía, de la estudiante de Historia del Arte Yenny Hernández Valdés.

Los Expositores son Claudia Corrales, Erick Coll, Javier Bobadilla, Jorge Otero, Leonel Fernández, Rodney Batista, Yanahara Mauri, Yomer Montejo, Yoanny Aldaya yYuri Obregón.

El cuerpo como objeto y sujeto, permeado de contextos fabricados, es el tema protagónico que esta hornada de jóvenes fotógrafos cubanos que tratan de vincular a los espectadores, quienes, con sus miradas de voyeur, se sorprenden y definen otra realidad, desacostumbrada, distinta a la que a través de imágenes mucho más amables ha mostrado la humanidad del cuerpo en épocas precedentes.

Mediante códigos encriptados, lenguajes grotescos, discursos conversacionales con la muerte, rompimientos estéticos, insinuaciones o juegos inmorales con la infancia, estos jóvenes fotógrafos apuestan por una expresión de originalidad.

Se han encargado de retratar las individualidades, las soledades, pasados y destinos, donde la figura-cuerpo permanece estática, carece de vida, y a veces es casi fantasmal.

No existen en estas representaciones la belleza inocente, la presencia salvadora de la luz como estructuradora-purificadora; en casi todas prevalece lo oscuro, que arma la escena y nos golpea en los ojos y en la consciencia.

Abundan los fragmentos, que como rompecabezas sirven de decorado y perviven sueltos. Retazos de un mundo donde lo violento y lo descarnado se han aposentado para quedarse.

Extraños objetos, máscaras, muñecas rotas, cadenas, deformaciones, cadáveres de fetos, carne putrefacta, sirven como hilos conductores para situarnos en historias complejas, prohibidas, donde los fetiches y los absurdos son normales como la propia vida.

No se expresan en estas fotos sentimientos que eleven al ser humano, que traten al "cuerpo" como conductor de vida, como hacedor de nobleza; todas están interconectadas para desmantelar, para crear conceptos de transgresión, donde lo humano se vuelve inhumano y sórdido.

Se desliga así el cuerpo de su hálito denotando lo corruptible y lo fugaz de su paso.

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