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Música

Los muchos Lecuona

Pianista, compositor, acompañante, fundador de la zarzuela cubana, profesor, productor y más: muchas fueron las facetas de Ernesto Lecuona.

San Juan

Cuando el maestro Ruiz Elcoro me pidió que hablase brevemente sobre Lecuona, le pregunté que de cuál Lecuona quería que hablase; mi querido amigo se sonrió, porque comprendió lo que quise decirle: Ernesto Lecuona es un diamante con tantas facetas, que es difícil contarlas todas, pero trataremos.

Primera: el pianista. El 6 de agosto de 1895, al matrimonio de Ernesto Lecuona y Elisa Casado, él periodista y nativo de  Tenerife, Islas Canarias, director de un diario de cierta importancia, y ella cubana, ocupada en la crianza de los hermanos del recién llegado, les llega un robusto chico que pesó diez libras, y a los cinco años ya tocaba piezas en el piano, que había aprendido viendo a sus hermanos, y ya había salido retratado en la revista El Fígaro. Sigue una carrera meteórica en el  estudio del piano, al punto que;

Número dos, en 1908 publica su primera obra musical: titulada Cuba y América, un two-step, género norteamericano en boga en Cuba en aquel tiempo; ya es además, compositor. Como el padre había fallecido en 1902,  ya se ganaba la vida tocando el piano en cines y teatros, dirigiendo pequeños grupos desde 1907, a los doce años. Ya es también director, y como tal lo será de hasta orquestas sinfónicas. Faceta número tres.

Para 1909, agrega otra actividad, la número cuatro, cuando acompaña a la tonadillera española Amalia Molina en sus giras por Cuba: ya es también, pianista acompañante. Si algunas de estas actividades son motivadas por la necesidad, a la muerte de su padre, de buscar su pan y el de los suyos,  no olvida sus condiciones de excelente pianista, y a los 17 años da su primer recital en la afamada sala de Hubert de Blanck donde incluye  seis danzas cubanas  de su creación. Es su quinta faceta, pianista concertista.

Ya alguna de sus obras, tienen letra de su autoría, de manera que ya hay que anotar una sexta cualidad: es compositor y autor de us propias letras, aunque a menudo a lo largo de su carrera, usará otros autores, especialmente a Gustavo Sánchez Galarraga.

Como todo artista que sale de su país y hace carrera importante fuera del mismo, se convierte automáticamente en embajador de su patria, esta nueva faceta la séptima, la cubre en 1916 cuando viaja a Nueva York, trabaja allí en el Teatro Capitol, hace también radio y es el primer pianista cubano que perfora rollos de pianola.

Y explico de que se trata esto de rollos de pianola: como sabemos, el sonido del órgano, se obtiene haciendo pasar el aire por determinados mecanismos que van a producir las distintas notas musicales; cuando un piano se adapta, de manera que vaya corriendo una hoja de papel con agujeros que señalan las distintas notas musicales, las teclas  se hundirán solas, produciendo el sonido de la nota correspondiente. Un piano así preparado se llama pianola, y los rollos que contienen cada pieza musical, es un rollo de pianola.

Preparar esos rollos, abrir o marcar donde hacer los agujeros en el lugar correcto, es una difícil labor que pocos pianistas dominaban, y Lecuona era uno de ellos. Esta es su octava faceta, que aprende en New York perforando rollos para la marca Ampico, y que después  realizará en Cuba con otras compañías.

En su siguiente viaje a Nueva York, en 1923, hace sus primeras 22 grabaciones discográficas, acompañando al tenor Mariano Meléndez. Es su novena faceta, artista discográfico, y abundante será su presencia en esta actividad, tanto como pianista solista, acompañante, o director de orquesta.

Pero ya su fama en Cuba es grande, y frecuentes los conciertos en que el maestro interpreta  sus propias composiciones, solo o acompañando cantantes; si bien en los conservatorios de música cubanos se preparaba a cantantes líricos, no había siempre el dinero necesario para pagar esas carreras y en consecuencia, había pocos cantantes disponibles, aunque sí muchas voces buenas; el maestro comienza una nueva actividad: preparar a cantantes, que en la mayoría de los casos, no saben música: trabajo tedioso, que requiere tiempo y paciencia, pero el maestro lo brinda generosamente en esta actividad, de profesor de canto; su décima faceta.

Se va formando lo que en forma jocosa, y usando un término del deporte hípico o del boxeo, se llamaba "la cuadra de Lecuona", que incluye a las mejores voces de Cuba, desde  Rita Montaner, Hortensia Coalla, Maruja González, Luisa María Morales, Esther Borja Martha Pérez, Íris Burguet, Miguel de Grandy, Mariano Meléndez, en fin la lista sería interminable. Esta será su décima faceta, claro que compartida en el tiempo con las otras.

Comienza a organizar conciertos en que da a conocer sus nuevas obras, con nuevas voces, para cubrir su onceno rol, el más tedioso y menos productivo de todos: el de empresario. Juntar todos los elementos necesarios para un espectáculo, arrendar teatros, reunir el personal  de cantantes, músicos, técnicos de sonido, vestuario, maquillaje, ocuparse de que la prensa anuncie los conciertos, y pagarle a todos. Además ayuda en todas las formas posibles, a la recién creada Orquesta Sinfónica.

Como esto comienza en la Cuba de fines de los año veinte, en situación económica no muy buena que se va ir agravando en los treinta, en más de un concierto, lo que tiene son pérdidas; pero no importa, sigue adelante. Ya ha viajado a México, ya se le conoce en gran parte de América como un importante compositor e intérprete.

En esta labor, va preparando el terreno para lo que será su sueño preferido: la faceta oncena, crear el Teatro Lírico Cubano, que sea tan representativo como lo era la zarzuela para España. Pone la primera piedra de ese proyecto, con su zarzuela Niña Rita, escrita con la colaboración de Eliseo Grenet, y estrenada en 1927. Le seguirán otras importantes zarzuelas, y otros excelentes composiotres cubanos cultivarán también el género.

Viaja muchas veces  a Latinoamérica y a España, acompañado generalmente de cantantes y músicos cubanos; sigue así desarrollando su faceta de embajador plenipotenciario de la música cubana. En 1932, y con la colaboración de Armando Oréfiche, estrena en España la orquesta primeramente llamada de Lecuona y después Lecuona Cuban Boys cuando la continúa Oréfiche para llevar en esa década la musica cubana a toda Europa y el cercano Oriente. Se trata de una banda distinta, en que los músicos están vestidos con ropa típica, se mueven y gesticulan en escena, usan instrumentos desconocidos en esos países. Otra faceta, la duodécima del maestro.

Como si todo esto fuera poco, en el sentido de trabajo, en que además el maestro no cesaba de componer, en 1946 asume la presidencia de la Federación Nacional de Autores de Cuba. Los compositores cubanos, como los de casi todo el mundo, han sido siempre maltratados en el pago de los derechos por la interpretación de sus creaciones, y permanente ha sido también la lucha por remediar esa situación. En esta empresa no salió triunfante Lecuona; quizás porque era la faceta número 13 de sus actividades…

La década de los cuarenta es también la de su presencia muy importante en el cine norteamericano, y en  la dieta musical de este pueblo; se le pide una canción específica que tenga por nombre Always in my heart, que va a ser el título de una película,  pero el encargo es de premura. Eso no es problema para Lecuona, que recuerda tener una canción cuyo titulo tiene el mismo número de sílabas, ocho: Si no puedo ya quererte: se adapta su melodía a la letra en inglés, y listo.

Después, como Siempre en mi corazón, triunfa también en lengua española. Pero no es tan solo esta canción, otras de su autoría se incorpararán al repertorio norteamericano y después al internacional: la danza Andalucía, como The breeze and I; Carabalí, como Jungle drums; La comparsa, como For want of a star; María la O como Maria my own; Para Vigo me voy, como Say si si; Siboney, sin perder su nombre, y otras muchas. Lecuona es el principal pionero de los compositores latinos, que logran introducir nuestra música en el menú musical del mundo, y esa es su decima cuarta faceta.

En los años cincuenta, su programa televisivo marcó pautas en la televisión cubana.  Cada una de sus ediciones era un compendio de arte, buen gusto, calidad. Otra cara del diamante, y son quince.  Pensaba yo que esa joya preciosa que fue Lecuona tenía solo 15 facetas, pero me equivocaba. Recientemente se publicó en Cuba una obra en dos tomos titulada Ernesto Lecuona: cartas, Selección y anotaciones, de Ramón Fajardo Estrada. Además de ser un excelente cultivador de este perdido arte de la correspondencia, Lecuona se retrata asimismo en sus cartas: su generosidad, su sentido del humor, la mezcla poco común de un músico entregado de lleno a su carrera como compositor e intérprete, pero al que aún le queda tiempo para ser un astuto y cuidadoso empresario, que calcula objetivamente riesgos y posibilidades, que sabe "engatusar" a sus artistas; asi cuando le escribe a su gente, les va contando los preparativos, decorados, vestuarios, etc; en fin, los va enamorando…

También sabe describir, en breves, certeras y objetivas líneas, todos los espectáculos a los que asiste en los países que visita. Es así un crítico de primera y, además, un historiador de la música cubana, ya que va mencionando en cada país a los músicos cubanos que se encuentra, habla de ellos; en fin, hace un aporte a la historiología de nuestra música inapreciable. De manera que habría que agregar a sus facetas, otras dos, la de literato que sabe usar el género epistolar y la crónica, y la de historiador atento a la historia de nuestra música.

Lecuona regresa a Cuba a principios de 1959, y se va para siempre el 6 de enero de 1960. Aunque hay voces que lo defienden y apoyan, puede más la envidia, el ambiente jacobinista de los primeros tiempos revolucionarios. Se domicilia en Tampa, soñando con reposiciones de sus obras en España, de conciertos con sus cantantes favoritos, algunos en Cuba. Pero no puede vivir fuera de su patria. La salud empieza a declinar. Convalesciente de sus enfermedades respiratorias, emprende un viaja a Barcelona. El clima no le asienta, hay un retorno desesperado a la tierra de su padre, Islas Canarias, y morirá en Tenerife el 29 de noviembre de 1963, de bronconeumonía con complicaciones cardiovasculares.

En su testamento, dejó dispuesto que "su cadáver reposase en Nueva York si a su muerte Fidel Castro o cualquier otro jefe del gobierno de Cuba sea comunista"….

La montadura, o sea, el ser humano donde se apoyaban todas estas facetas, no podía ser mejor: sencillo, cariñoso, amable, comprensivo, amigo de sus amigos hasta el sacrificio, generoso, Así era; de platino, el más noble de los metales….

Por encima de gobiernos, de países, de razas y religiones, Ernesto Lecuona estará siempre en el corazón de millones de seres humanos.


Estas palabras fueron leídas en el homenaje a Ernesto Lecuona por el cincuentenario de su fallecimiento, celebrado en Corpus Christi Catholic Church, en Miami, el pasado sábado 7 de diciembre.

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