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Cine

'Camionero': violencia y pedagogía revolucionaria

El cortometraje independiente de Sebastián Miló, una profunda crítica al modelo educacional revolucionario.

La Habana

En el verano del año 2009 la prensa oficial cubana anunciaba, para sorpresa y beneplácito de la ciudadanía, el fin del programa de escuelas en el campo para adolescentes. En estos centros educacionales había descansado, en no poca medida, la pedagogía revolucionaria, encaminada al control social y a la creación del "hombre nuevo".

Popularizado en 1965 en Cuba por Ernesto Guevara, el concepto de "hombre nuevo" formaba parte de un proyecto de "ingeniería social" que planeaba, entre otras cosas, barrer a la burguesía como clase para poder construir un nuevo tipo de sujeto social, "superior", con nuevos valores y una nueva mentalidad. Asimismo, este concepto se conectaba con un modelo de masculinidad tradicional en el que lo "auténticamente revolucionario" y la categoría de "hombre de verdad" se constituyeron en un binomio estructurante de la nueva subjetividad que tenía en el militante comunista su máxima expresión.

El concepto de "hombre nuevo" ofreció al nacionalismo revolucionario el marco idóneo para intervenir en todos los niveles de la vida. La familia fue un sitio fundamental de esas intervenciones, no solo para garantizar el control ideológico, sino la fuerza de trabajo que asegurara la implementación de determinadas políticas económicas. Esto provocó que por mucho tiempo la familia se vaciara de contenido, y que la educación y socialización de niños y jóvenes fuera gestionada fundamentalmente por el Estado.

En contraste con los centros urbanos —considerados por la vanguardia política como escenarios propensos al vicio y a la corrupción—, el campo comenzó a considerarse un espacio más "natural" y saludable para el desarrollo de los jóvenes. En ese sentido, la pedagogía revolucionaria diseñó un modelo educativo que vinculaba el estudio con el trabajo, y que intentaba promover otros valores y subjetividades diferentes a las del pasado prerrevolucionario. Sobre esta concepción comentaba en mayo de 1967 el Primer Ministro, Fidel Castro: "Con la escuela al campo, con las miles de escuelas secundarias que vamos a tener en todo el país, y donde los propios estudiantes combinarán el trabajo con el estudio; porque no hay otra forma de educar a un hombre superior que enseñarlo desde muy joven a trabajar"1.

Bajo tal cobertura se crearon centros docentes en el campo, donde los muchachos pasaban más tiempo que en sus casas. Con esto se buscaba no solo alejarlos de la "vida fácil",2 sino crear un tipo de sujeto más moldeable y dependiente del Estado y de sus instituciones. Al tratar de crear una gran familia colectiva, unida no ya por lazos sanguíneos, sino más bien por sentimientos de amistad y camaradería, este modelo educativo alejaba a los hijos de los padres y resquebrajaba su autoridad.3

Acerca de la vida en una de esas escuelas se detiene el corto de ficción Camionero, del joven realizador Sebastián Miló. Inspirado en el cuento de Yomar González, "A la vencida va la tercera", Camionero esuna profunda crítica al modelo pedagógico cubano.

La violencia como saber adquirido

El filme relata la historia de Randy, un muchacho acosado y violentado por algunos de sus compañeros, con la anuencia de todo el estudiantado y ante los ojos de los directivos de la escuela, que entre arengas políticas y discursos ignora lo que pasa en realidad. Sin embargo, el director de la escuela asegura en una de las escenas que el centro ha sido declarado "vanguardia" en la emulación socialista, y que constituye un modelo de "referencia" a nivel nacional, gracias a la disciplina y al compañerismo exhibido por los estudiantes. Ese momento del filme no por hilarante es menos serio, pues explora la teatralidad del discurso político y cómo se construye a partir de una puesta en escena, una "realidad" otra que transcurre de modo paralelo y que nada tiene que ver con lo que sucede objetivamente.

El filme interpela de modo descarnado a la figura del educador. En un momento de la trama y con las notas musicales de "La muchacha de la valija", de Fausto Papetti, como background, aparece un profesor que está teniendo sexo con una alumna, mientras se abusa de Randy en el mismo edificio. Los que hemos estado en alguna de esas escuelas sabemos que el realizador Sebastián Miló no exagera, y que la realidad puede sobrepasar a la ficción.

Camionero es un material de corte realista con una excelente factura y utiliza la violencia como un recurso estético que conmueve al espectador. Precisamente, uno de los terrenos que explora la cinta son las relaciones de poder. Las escuelas al campo fueron instituciones disciplinarias que formaban parte de un proceso de homogenización social más abarcador, el cual llegó a expresarse a través de la violencia, la depuración y la "reeducación". En Camionero el poder no es una unidad palpable y fácilmente identificable; no descansa en un sujeto o entidad específica, sino que circula, se reproduce en toda la colectividad, de tal modo que se internaliza y naturaliza. Aquí, la violencia funciona como un saber adquirido que forma parte de los rituales cotidianos, y se utiliza para indagar en la relación compleja que se establece entre un individuo no normativo y la uniformidad pretendida de la masa.

Como las unidades militares, los hospitales y las cárceles, estos centros educacionales son parte —en palabras de Michel Foucault— de una "anatomía política",4 y atraviesan el cuerpo humano, lo desarticulan y lo recomponen. Apunta Foucault que la disciplina tiende a distribuir a los individuos en el espacio, y que para ello despliega varias técnicas, entre las que se encuentran la clausura y la creación de emplazamientos funcionales.5 Las escuelas al campo funcionaron con una estructura y una distribución del tiempo de tipo militar; incluso, en su programa de estudios fue introducida la asignatura de preparación combativa para que los estudiantes recibieran ese tipo de instrucción.

Con este filme, Sebastián Miló pone en entredicho algunos de los estereotipos existentes acerca de la violencia como rasgo privativo de las clases populares. En el corto se sugiere que el personaje de Yerandi, promotor fundamental del acoso, es hijo de un funcionario estatal que viene a verlo en su Lada blanco, luciendo guayabera, al tiempo que sostiene conversaciones afables con el director de la escuela, durante la visita de los padres. Este recurso, utilizado también para marcar las diferencias de clases, es muy interesante por las posibilidades interpretativas que ofrece.

El filme lleva la violencia hasta su máxima expresión y tiene un fatal desenlace para todos los implicados. Randy, el muchacho violentado, al no poseer las herramientas necesarias para sobrevivir en ese ambiente, acaba por suicidarse. Del mismo modo, sus acosadores mueren apuñalados a manos de Raidel, el único al que la situación de su compañero parece importarle.

En Camionero subyacen algunas interrogantes que no puedo dejar de formular. ¿Cuáles han sido en términos económicos y simbólicos los costos-beneficios de estas escuelas para la nación? ¿Qué repercusiones tuvieron en el terreno de los valores? ¿Qué tipo de sujetos crearon estas instituciones? ¿Qué modelos educativos realmente necesitamos?

Queda mucha carretera que recorrer todavía, un largo camino que nos conduzca a aprender de los errores y a pensar un país desde otras perspectivas. Camionero contribuye desde el arte a descongelar muchos de los viejos esquemas y a promover discusiones que no han formado parte de las agendas de los medios o de la política.

La combinación del estudio con el trabajo no era exclusiva del ideario martiano, como se pensó por mucho tiempo. Existen en el mundo otras experiencias y modelos educativos que se basan en este principio y promueven entre los estudiantes el trabajo en la comunidad como parte del currículum académico. Todo depende de cómo se maneje y de qué resortes se buscan activar con su implementación.

El cine independiente, a partir de la democratización de las tecnologías, se ha convertido en un sitio de interpelación y reto a la industria oficial. Estos procesos hacen del campo cultural un sitio menos estable y más plural. Camionero,de Sebastián Miló, no es un filme más dentro de la vasta producción cinematográfica alternativa producida en Cuba; esta es una película que moviliza y conmueve.

3 Louis M. Smith y Alfred Padula, Sex and Revolution. Women in Socialist Cuba,Oxford University Press, New York, 1996, p. 144.

4 Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión,Siglo XXI Editores, Madrid, 1998, p. 141.

5 Ibídem, pp. 145-147.

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