Ante un público selecto que llenó el Carnegie Hall el 2 de octubre pasado, el director venezolano Gustavo Dudamel asumió la dirección de la legendaria Orquesta Filarmónica de Viena como parte del Festival Internacional de Orquestas, que da inicio a la temporada de conciertos 2010-2011 en esa sala.
El programa incluyó obras favoritas de Gioacchino Rossini, Leonard Bernstein y Maurice Ravel, así como una obra del compositor cubano Julián Orbón (1925-1991). Las Tres Versiones Sinfónicas de Orbón aportaron sonoridades que evocan el pasado así como la herencia cultural del compositor. La acertada elección de esta obra refleja la seriedad y compromiso de Dudamel hacia las obras maestras de los compositores de Iberoamérica.
Esta genuina música de concierto no aparece frecuentemente en los programas sinfónicos, quizás debido a su gran dificultad. La composición de Orbón exige un alto calibre musical por parte de los ejecutantes y, por supuesto, un minucioso estudio de la partitura, dada su complejidad rítmica y de orquestación.
Muchas veces, cuando se trata de incluir música hispanoamericana en un programa de concierto, la elección se limita a arreglos sinfónicos de carácter "pop concert". Y, puesto que la exuberante música popular cubana ha paseado el mundo saturando los escenarios y el mercado del disco, existe casi siempre la concepción errónea de que, al referirnos a la música de Cuba, hablamos solamente de música popular.
Existe, sin embargo, una música arte (como solía llamarla Orbón) o música clásica de gran valor en Cuba y en todas las Américas, música que debe colocarse en su verdadero ámbito. Un importante grupo de compositores representan el iberoamericanismo en un contexto universal, y a este grupo, junto a Heitor Villa-Lobos y Alberto Ginastera, pertenece Julián Orbón, considerado como uno de los más grandes compositores de este género del siglo XX.
Sus Tres Versiones Sinfónicas son parte de ese momento prodigioso en la música sinfónica de América Latina en el que Orbón recibe el premio Juan Landaeta en el primer Festival Latinoamericano de Música en Caracas en 1954, junto a Carlos Chávez y Roque Cordero.
Bajo la batuta de Gustavo Dudamel, los músicos de la orquesta de Viena produjeron una interpretación de las Tres Versiones Sinfonicas de una frescura inefable. Y, a pesar de no ser este el repertorio usual de la orquesta, los ejecutantes respondieron con singular intensidad y lirismo.
De acuerdo a la opinión del propio Orbón esta obra es una "declaración de principios", quizás porque captura toda una gama de elementos y emociones que caracterizan a toda su música.
Los compases iniciales de la Pavana (primera de las tres versiones) introducen un tema del vihuelista español del siglo XVI Luis de Milán, seguido por un patrón rítmico extraído del bajo del son cubano. Estos elementos fusionados van a prevalecer en todo el movimiento.
En la segunda versión, titulada Organum-Conductus, de marcada influencia medieval, las cuerdas sobresalieron con un sonido aterciopelado que resaltó los pasajes melismáticos de naturaleza gregoriana.
El tercer movimiento, Xilófono, basado en un patrón rítmico africano, consiste en una progresiva acumulación de ritmos y texturas que se repite en todas las secciones de la orquesta. Haciendo gala de su reconocido virtuosismo, los músicos acometieron el ostinato con incisiva precisión rítmica. La fórmula, que produce una sensación de interminable histeria que termina abruptamente, fue saludada por el público con una prolongada ovación.
Gustavo Dudamel, actual director musical de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, tiene ya una trayectoria impresionante, y sus actuaciones, dondequiera que ocurran, causan furor. Al asumir el gran reto del repertorio iberoamericano, el joven maestro venezolano da muestras de una gran madurez musical. La ejecución de la obra de Orbón, dirigida de memoria por él, iluminó la compleja artesanía musical de un gran compositor nuestro.
Esperemos que esta ocasión pueda ser secundada por futuras interpretaciones de la obra de Julian Orbón, cuya música, valorada y aclamada por el público y la crítica en los grandes centros internacionales de música clásica, no se ha escuchado en la Isla desde su exilio en 1963.
En el año 2000 se llevó a cabo un importante concierto en homenaje a Orbón en la Universidad de Miami. Con él se inició un ciclo de Música Arte de Cuba que presentó también obras de Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Aurelio de la Vega y otros importantes compositores cubanos del siglo XX. Con algunas notables excepciones, no se ha presentado suficiente música de este repertorio en ciudades que cuentan con grandes conglomerados de cubanos en Estados Unidos, algo a considerar por presentadores y organizaciones de música clásica.
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Velia Yedra, pianista concertista cubanoamericana de trayectoria internacional como solista, desde su debut en el Carnegie Hall, es integrante del Dúo Yedra-Chruszcz y autora del ensayo critíco biográfico Julián Orbón. En 1992 se presentó como solista en la premiere de la Partite No. 4 para piano y orquesta de Orbón. Ha grabado en CD un volumen completo de las danzas de Ignacio Cervantes: Adiós a Cuba.