En la imagen aparece la puerta de la casa del escritor y maestro Rafael Almanza Alonso, o más bien, el espacio que la ocupaba. La puerta fue violentada y posteriormente invadida la casa.
Pienso en dos hipótesis. La primera, robo con violencia. Se llevaron un televisor, un ventilador y una batería, e intentaron llevarse una silla de ruedas que aparece al centro de la imagen, quizá para utilizar como medio de transporte que facilitase a los ladrones la escapada por la calle Rosario de la ciudad de Camagüey, pero pronto habrán reparado en el estúpido plan que los pondría en mayor evidencia y la dejaron tirada en el medio de la sala.
Cuesta pensar que unos electrodomésticos viejos valen semejante violencia, además de que el escritor estaba dentro de la casa, de manera que el hecho pudo llegar a consecuencias fatales. Pero hago memoria de cuando vivía en Cuba y recuerdo que había ladrones asesinos que tensaban alambres de un extremo a otro de calles oscuras para degollar ancianos que pasaban con sus bicicletas y robarlas.
No obstante, esta primera hipótesis no me convence.
La segunda hipótesis es el ultraje a la persona que reside en la casa, que fue construida por su propia familia a mediados del siglo XIX.
No es la única vez que asaltan la residencia de Rafael Almanza. Esa puerta y fachada llevan años siendo blanco de ataques con mierda, basura, golpes y papeles que deslizan por las rendijas con mensajes del tipo "Te vamos a matar", etc.
La intención de vejar su persona me cuesta menos creerla, porque la he visto incluso de una forma refinada en ciertos contemporáneos para los que el escritor representa lo camagüeyano retrógrado, en una suerte de sinécdoque territorial que habla, a fin de cuentas, de la necesidad del cubano de desmarcarse del carácter provinciano, mediterráneo, en favor de la figura cosmopolita, de litoral, portuaria.
Es ciertamente una figura incómoda este anciano de barba blanca y espesa, de voz traslúcida y atronadora, especialmente para el poder que no cesa en su asedio constante.
Mala noticia para el poder, porque este anciano es de la estirpe de San Antonio Abad, mientras más lo atacan e intentan destruir la cáscara que reviste su habitar en este mundo, más fuerte se vuelve su castillo de creatividad y santidad.
El poder cree saber lo que hace. Décadas horadando aquí y allá, abriendo huecos, buscando puertas al infierno. Pero han abierto la puerta equivocada. Esa madera rota abre una puerta.
Han abierto la puerta equivocada. Ya ganaron su pelea seis décadas y media atrás, ahora es solo desesperación, fuego fatuo. Ahora toca la retirada innoble, porque han abierto la puerta equivocada.
Otro horror... A mayor miseria, mayor delincuencia... Obvio desde la Roma de Cicerón.
Otro horror... A mayor miseria, mayor delincuencia... Obvio desde la Roma de Cicerón.