A muy pocos días de las votaciones para el Parlamento, que "elegirá" posteriormente un "presidente" para Cuba, quisiera decir que la campaña por la abstención o la anulación de la boleta ha sido intensa, pero no puedo. A nuestro favor tenemos una mayor conciencia política entre la gente. Se siente el espontáneo rechazo a la farsa de las urnas en todas partes. También el hecho de que, a diferencia de 2018 (cuando andábamos un poco distraídos), los representantes de la sociedad civil se han concentrado cabalmente en el hecho electoral. Sin embargo, una declaración o una iniciativa no es una campaña. El cometido de llamar a la abstención precisa de constancia creativa y mediática para llegar a la mayoría.
Dentro de la Isla, tenemos la oposición diezmada por el exilio y la cárcel. De manera que el desarrollo de una contienda en el terreno se ha hecho casi imposible. Nos queda, directamente, el dominio mediático. Para que el mensaje llegue correctamente a la gente sería imprescindible el apoyo de aquellos que cautivan la opinión pública: estos son los influencers y algo de prensa independiente —cuya aparición en nuestros celulares es más incidental—. Con respecto a los primeros: tengo para mí que de un tiempo a esta parte, andan distraídos.
Más precisamente, desde el 11 de julio de 2021 compruebo un curioso distanciamiento entre los líderes de opinión del exterior y la tragedia que vivimos dentro de la Isla (superior al hambre o a la huida). Después del estallido social de aquel día, la represión feroz produjo un trauma entre los cubanos que hubiera sido preferible atender de conjunto. Sin embargo, la aplicación de los opinadores de las redes se volvió a asuntos menos graves —una marcha en Washington, la reiteración de los motivos de nuestra desgracia, que ya nos los sabemos de memoria, discusiones, etc…—. Con pesar admito que aquellos cubanos castigados por manifestarse poco apoyo han recibido de los influencers. Hubiera sido muy provechoso el cerrar filas alrededor de los presos políticos; nos hubiera hecho más fuertes no abandonar a los soldados capturados y sumar su causa a nuestra irritación. Fueron ellos, en definitiva, quienes respondieron al entusiasmo de tomar las calles. Pero no ha pasado. Apenas dos o tres nombres de esos valientes se conocen hoy gracias a los familiares, quienes tampoco han recibido demasiado apoyo.
Una diversión semejante percibo hoy. Una búsqueda rápida en YouTube con el tema de "las elecciones y Cuba" nos devuelve más videos oficialistas que debates o contenido de la sociedad civil. Después del 11J, el próximo 26 de marzo será la oportunidad más clara que tendrá el pueblo de Cuba de expresar su rechazo al régimen y de reconocernos. Una oportunidad que será medible (a diferencia de una manifestación, podemos tener una cifra esta vez). La cifra puede ser de escándalo. Si más del 50% de los cubanos no asiste a las urnas o anula la boleta, ¿qué confirmación no tendríamos los que culpamos al poder? ¡Qué pérdida para ellos!
Las votaciones en Cuba no son una oportunidad para elegir pero sí para expresarnos. El androide-presidente ha calificado esta decisión de llamar a las urnas de "valiente", porque saben que una abstención masiva destruiría otra línea importante de sus defensas.
Se puede objetar que el régimen hará trampa y lanzará los números que quiera. Pueden hacerlo. Pero hasta ahora, según mi experiencia de años preocupada por las votaciones, no se tiene registro de una trampa de tal envergadura. Si ocurre tal cosa y podemos comprobarla, será también una victoria.
¿Cómo conseguir los datos? El régimen, desde luego, no permite la observación electoral organizada. Mucho menos foránea. Sin embargo, la ley sí ampara a cualquier ciudadano que quiera presenciar el conteo en una circunscripción. No es utópico concebir ciudadanos dispuestos a hacerlo de manera significativa: el plebiscito del Código de las Familias nos dejó esa experiencia como ganancia cuando puntualmente decenas de activistas, o simples interesados, fueron a chequear el comportamiento en las urnas y se pudo tener cifras confiables de esa vigilancia independiente.
Al menos, debemos conversar públicamente sobre ello. Con impotencia veo cómo un desahogo en Miami sustituye completamente en estos días la atención de la opinión pública funcionando como una distracción del acontecimiento político que se nos avecina. Sí: es reconfortante ver tantos cubanos en tierra firme gritando por la libertad de Cuba sin que les pase nada. Pero, si nos distanciamos emocionalmente, veremos que este hecho no compite con el de una masiva abstención, dentro de Cuba, en las próximas votaciones. Pudo no ser casual que el día de las urnas fuera pactado precisamente después del Clásico Mundial de Béisbol. Los del poder pudieron haber calculado que nuestra distracción iba a estar desviada. Quedan apenas unos días cruciales.
Dentro del Estado Policial cubano se encuentran numerosos obstáculos en medio de hacer volar información vía una campaña mediática en la isla. Y no parece siempre útil depender de los lideres de opinión para avanzar sobre estrategias que causan fricción con el poder corrupto en Cuba. Llegar a la gran mayoría- en semejante circunstancia- aun no parece posible. Sin embargo, interactuando puntualmente con las comunidades en la isla, se llenan las bases para escalar otros programas. Para llegar a la comunidad-puntualmente- puede ser necesario implementar casas de reunion en Cuba, y lineas de telefonos para realizar llamadas directas desde el extranjero a diferentes barrios.
En Cuba da igual las elecciones, ganan la misma gente de la misma cofradía. "¿Alguna sorpresa? Ninguna. Y el boniato secuestrado.
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