Martín Guevara conoció a los 10 años que era sobrino de Ernesto "Che" Guevara. La noticia se la dieron al llegar al aeropuerto de La Habana con sus hermanos y "ser escoltados hasta por un séquito de señores vestidos de verde y armados con metralletas" al entonces Hotel Hilton Habana Libre.
Ahora contó todo su historia en Los niños del Habana Libre (Ediciones Lobo Sapiens), un libro en el que recuerda la etapa entre 1973 y 1977 en la que el Gobierno de Cuba acogió a los familiares de revolucionarios provenientes de toda América Latina y parte del extranjero, informó el medio español Público.
"No nos lo contaron antes porque en Argentina no era conveniente hablar del Che ni que los niños soltasen ese nombre o hablasen de comunismo en la escuela", dijo Martín, quien fue expulsado de Cuba en 1988 por autoeditar el libro A la sombra de un mito con una crítica abierta a la corrupción del régimen.
Los niños del Habana Libre vivieron una infancia de privilegios propios de aristocracia revolucionaria, acompañando a sus padres en cenas con celebridades como la actriz Candice Bergen, o pidiendo autógrafos a cantantes como Serrat. Pero también, a menudo, sufriendo con las sombras de su condición, señaló Público.
Martín Guevara recordó que en una exposición en La Habana se marcó dos ingenuos propósitos con Fidel Castro. "El primero, inalcanzado, tocar la pistola del cinturón del mandamás. El segundo, exitoso, trasladarle una petición de suma importancia. Que hiciese lo posible por liberar a su padre. Estaba preso en la Argentina de la dictadura militar. Y terminaría estándolo durante un total de ocho años", dijo a la citada fuente.
"El Che para mí era un orgullo enorme. Pero al morir en las condiciones en las que murió y al convertirse en leyenda global, obligaba a la familia a tener una actitud similar. Y yo no quería ser un héroe como ellos —dijo sobre su padre y su tío—, me abrumaba la idea. Pero me avergonzaba no serlo. Crecí en esa contradicción. Al vivir en Cuba estaba omnipresente, como en toda Latinoamérica. Te hacían la pelota y tenías privilegios. Pero eso al final te destruye como individuo. Necesitas saber qué tienes por ti mismo y qué por tu familia", dijo.
"A los meses del arribo de los Guevara, con el golpe de Estado de Pinochet, llegaron a La Habana un puñado de exiliados chilenos entre los que se encontraba el que se convertiría en el mejor amigo de Martín: el hijo del precursor del Nuevo Cine Chileno, Pedro Chaskel. Se unieron los hijos del periodista argentino Jorge Timossi, fundador de la agencia Prensa Latina; y el nieto del primer vicepresidente del Partido Comunista Indonesio. En perfecta representación del lugar y la época, se llamaba Patria. A esa variedad de pasaportes se le sumó también la lingüística y racial cuando por la puerta del hotel entró una familia negra con pelo afro, zapatos de plataforma y pantalones acampanados de colores psicodélicos: los Newton. El padre, Huey, había fundado los Panteras Negras en Estados Unidos. El grupo estaba completo", detalló el citado medio.
Martín acotó que solo dos de los niños del Habana Libre siguieron la senda de sus padres. "Los hijos de revolucionarios terminamos negando la revolución. A mí aquella Cuba me parecía una traición a mi tío. Así que esa interpretación fue el camino que yo tomé", dijo sobre su legado de "cuestionarlo todo y el compromiso de ver las injusticias".
En 1977, los niños del Habana Libre abandonaron el hotel para ser reubicados en otras viviendas proporcionadas por el Estado, agregó Público.