Piedad elevó el pulgar y luego lo bajó en señal de despedida. Más que la fiebre y el malestar, la indolencia pulsaba contra su vida. A los 89 años, el presagio resultó inequívoco. No era fatalista, pero sabía que el desorden con el Covid-19 en su ciudad, Camagüey, sellaría su destino.
El servicio de urgencia demoró una semana en recoger a la anciana en su domicilio. El Hospital Amalia Simoni, tres días en envolverla en una sábana y convertirla en cenizas. Su gesto —a la usanza de los romanos para decidir la suerte del gladiador vencido— lo asumen sus vecinos como símbolo de protesta en un territorio que, a golpe de negligencias, se infesta de coronavirus.
Anselmo, residente en Padre Valencia, y Georgina, en General Gómez, por el momento alejan los malos augurios, aunque a costa de un enorme sacrificio. Ambos fueron víctimas de la incompetencia y padecen una carga viral persistente que los debilita de forma progresiva.
En la Facultad de Enfermería, uno de los 40 centros para positivos y sospechosos de Covid-19 de la provincia, la insensibilidad justifica los resentimientos y atenta contra embarazadas, adultos mayores e impedidos físicos, quienes además son acusados de propagar la epidemia y arriesgar la vida de los niños.
Ernesto, un paciente de Santa Cruz del Sur que ingresó junto a su esposa y sus dos hijos, dijo a DIARIO DE CUBA que no ve el fin de la agonía. "La comida es pésima, el agua un dilema y, cuando reclamas, los médicos te maltratan y te dicen groserías".
Para Mery "activar 50 puntos de control en Camagüey ha recrudecido el hambre y no combate el virus", mientras que su hermana Yunia describe las zonas en cuarentena como "campos de concentración sin alimentos ni medicinas".
En la provincia hay decenas de focos activos, nueve de sus 13 municipios están en fase epidémica, hay toque de queda nocturno, cientos de cuadras aisladas, alrededor de 30.000 habitantes con restricción de movimiento, se contabilizaron 800 casos positivos al cierre de febrero y más de 350 en marzo.
En vez de evitar las aglomeraciones, las autoridades trasladan de lugar los tumultos y, sin una estrategia clara, inundan las calles de universitarios para dar la imagen de que controlan las áreas de salud al cumplirse el año de la llegada del Covid-19 a la isla.
Ante los ojos atónitos de la población, el Gobierno vierte —en días alternos— alrededor de 12.000 litros de agua clorada por calles que apenas cuentan con drenaje y alcantarillado. Luego habla de costos y racionalidad, y también de las limitaciones con el abasto de agua, que mantiene en vilo a más de 200.000 clientes y a otros miles que no tienen redes de distribución y la reciben en pipas.
En Camagüey los jueves son los días "benditos": bombean agua, llevan algo de vianda a los mercados y sacan "buchitos" de medicinas en las farmacias. El resto de la semana la crisis se ceba con los pobres y desfavorecidos.
Aunque Radio Cadena Agramonte y la televisión local centran sus mensajes en combatir el relajamiento social, nada dicen de las fisuras en la pesquisa, la demora en los PCR, la deficiente higienización y los errores del Laboratorio de Biología Molecular, que han llevado por equivocación a pacientes sanos a las zonas rojas.
Por la gravedad de la crisis, las autoridades utilizan el Preuniversitario Máximo Gómez, el Politécnico de Informática, la Universidad Ignacio Agramonte y sus filiales José Martí y la Manuel "Piti" Fajardo como centros para contactos y sospechosos.
En el Hotel Plaza atienden a extranjeros y viajeros cubanos que pagan en dólares. El dengue, la sarna, la leptospirosis y el resto de los flagelos que tensan el panorama sanitario agramontino marchan al garete.
Cifras oficiales reflejan que de octubre a la fecha arribaron al aeropuerto de Camagüey 64 vuelos de México y otros tantos de Haití y Estados Unidos. Sin embargo, el Consejo de Defensa reconoce que el actual rebrote no tiene su causa en los cerca de 20.000 pasajeros nacionales y foráneos llegados al territorio, sino en las grietas de los protocolos y las decisiones fallidas.
De esa cifra solo 241 resultaron positivos y las cadenas de contagios no se expandieron como en otras regiones del oriente y el occidente de Cuba.
Según Yunier Duré, director de trabajo educativo de la Universidad de Ciencias Médicas, en esa institución se activaron varios centros de aislamiento pese a que "continúa funcionando con 500 becados, de ellos 300 extranjeros que cursan del tercero al sexto año de la carrera".
La mayoría de los negocios privados están cerrados y en los servicios estatales a la población prevalecen el caos y el desvío de recursos.
Cada cierre lleva implícito el traslado de los transeúntes hacia otra zona que termina infestada y comprometida. República, la Plaza del Gallo, la Avenida de la Libertad y la céntrica calle Maceo son focos de propagación de Covid-19.
En Garrido y La Caridad los vecinos cruzan los patios en busca de viandas, vegetales y proteínas que pasan de contrabando y a escondidas, mientras la intendencia reparte más críticas y multas que comida.
Yoseily Góngora López, vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial, declaró al semanario Adelante que las medidas restrictivas se refuerzan en Nuevitas, Céspedes, Esmeralda, Florida, Guáimaro, Minas, Sibanicú, Vertientes y el municipio cabecera, donde los funcionarios recitan las indicaciones, pero el descontrol, en vez de cesar, se disemina.
Preocupantes son el incremento de los lactantes positivos, la cifra de pacientes en las salas de cuidados intensivos y el fallecimiento de personas que son incineradas y luego las autoridades informan a los familiares que fallecieron de bronconeumonía.