Un amigo me ha contado una historia que parece sacada de una de aquellas Riflexiones de Héctor Zumbado. Para quien no sepa quien fue Zumbado, solo diré que, en palabras del escritor y cineasta cubano Jesús Díaz, era un "asere ilustrado". Eso define muy bien la escuela de las letras y la de la calle que Zumbado poseía. En sus crónicas dominicales, mitad en broma y todas serias, retrataba lo real maravilloso de una sociedad totalitaria con aderezo tropical.
De tal mezcla salían artículos que eran pura filosofía del desastre. Hombre culto y "apreparado", a Zumbado lo fueron dejando hacer hasta que un día supimos de su trágico final, por demás, inmerecido. Sus Limonadas y riflexiones deberían figurar en lo mejor de la literatura costumbrista cubana de todos los tiempos.
Pues este amigo, también hombre culto, profesional, cuenta que la semana pasada alguien le avisó que vendría el pollo a la bodega. Se vistió tan rápido como pudo. Pero como diría Monterroso, cuando llegó a la bodega, la cola ya estaba allí. ¿Cómo se enteró tanta gente? Es un enigma, no para un domingo, que solo los mismos bodegueros pudieran aclarar. Se sabe que los nuevos escuadrones, pacificadores de colas, y muchos bodegueros, están complotados. Es lo habitual. Los llamados trabajadores sociales, que eran más disóciales que trabajadores, durante la Revolución Energética robaban la gasolina y el petróleo que debían cuidar en los servicentros y los grupos electrógenos. Siempre es el mismo ladrón con diferente uniforme.
De pronto, como el dinosaurio, un policía también estaba allí. Iba uno por uno de la fila con un bolígrafo en la mano, garabateando el antebrazo de la gente. Nadie protestaba. Todo lo contrario: querían ser marcados. Agradecían al uniformado tatuador por ser un número más. Lo importante era el pollo. La tinta se caería con jabón, si quedaba una pastillita en casa. Al llegar a mi amigo, este hizo resistencia. "¿Y eso para qué?", preguntó al policía, con bolígrafo en ristre. "Para poner el número que le toca, compañero… para que nadie se cuele". "Nadie se va a colar, compañero", dijo él y advirtió: "Voy a defender mi lugar en la cola". El policía esbozó una sonrisa de incredulidad. "Eso dice todo el mundo, compañero. Usted verá cuando abran esa puerta, la matazón que se va formar aquí". "Bueno, compañero, es que hay un hambre del carajo", dijo un hombre detrás, quien después sería el 32.
El agente del orden dejó de sonreír. Levantó la voz para que todos en la cola lo oyeran: "Aquí no hay hambre, ciudadano. Lo que hay aquí es muy mala educación". Entonces pidió a mi amigo que se descubriera el antebrazo. Miró el tatuaje del que antecedía y escribió en el antebrazo. "Usted es el 31, para que lo sepa", dijo como si mi amigo no hubiera ido al preescolar.
Dice que sintió que toda su vida se había reducido a un número, como en los campos de concentración nazis. Solo que aquí, a la entrada la bodega, deberían poner otro cartel: Huhn wird Sie frei machen —traductor de Microsoft: "El pollo os hará libres". Toda la vida pasó por su mente: Ulyses 31, el Año Viejo, 31 de diciembre, en medio de la pandemia, metido en casa, con unas piltrafas de cerdo que su hermana quiso compartir en familia.
Cuando pensaba en todos las irracionalidades del 31, el hombre de atrás, sin conocerlo, dijo: "No te pongas así, consorte, 31 es venado. Juégalo". Ese era 32. Entonces el de delante, 30, sin virarse y atendiendo siempre a la cola, agregó: "Y zapato nuevo también". 32 quiso hacerse el gracioso: "Oye 30, asere, cállate que tú eres p…. —palabra impublicable— en la charada".
Para ese momento, el bolígrafo tatuador iba doblando la esquina. La gente, confiada en su tatuaje, empezaba a socializar fuera de la cola. Concedían protección y certidumbre de alcanzar pollo a la indeleble tinta policial. Esto no puede estar pasando de verdad, se dijo mi amigo. Vivía dentro del cuento de Arturo Arango, Lista de Espera; de la película homónima, que dirigiera en el 2000 el recién fallecido Juan Carlos Tabío. ¿Cómo veinte años después lo marcaban en el brazo para alcanzar un pedazo de pollo?
Sus reflexiones no zumbadezcas fueron interrumpidas por un anciano que vino desde atrás, probablemente un 50 o un 60 y pico. Saludó a 30, y este presentó a 31 y a 32, como si los conociera de toda la vida. El anciano mostró su antebrazo. "42", dijo con orgullo, "país lejano, la madre patria, España". De nuevo, 30 interrumpió a los demás. Quería llamar la atención. Era enfermero en el Hospital de la calzada. Secretario del Partido del servicio de cirugía. Contó que una vez tenía en el bolsillo de la bata la lista de las apuntaciones de la bolita de todos los médicos y enfermeros de la sala. Cuando fue a entregar la cotización del Partido, en vez de la lista de las cotizaciones, se sacó la lista de apuntaciones. Menos mal que la secretaria del Partido también jugaba en otro servicio, y se hizo la sueca con catarro.
Todos empezaron a reír a carcajadas con la historia de 30. 42 explicó que jugar no era nada malo. En el mundo se juega legalmente. "Pero a nadie lo marcan como a un animal", interrumpió 32. Mi amigo, es decir, 31, deseaba bajar la tensión. Que tal vez era una manera de organizar las colas por el Covid-19. Para 42 el problema era que no había pollo pa tanta gente. Es un asunto de matemáticas, y de producción, y de….
En ese momento vieron venir a toda carrera a una mujer entrada en años. "Ven acá, chico, tú no te has dado cuenta de que están al abrir", gritó a 42. Él alzó los hombros y miró su reloj de pulsera. "Todavía faltan diez minutos… y… tenemos los tatuajes", dijo riendo. El policía estaba de regreso. Ahora la cola se perdía en la otra esquina. "Señores, sigan con la risita y la jodedera que yo voy a ver cuando abran cómo van a llorar", dijo el oficial tratando ser simpático. "Compañero", dijo 30, "se me está borrando la tinta. Me lo puede escribir de nuevo… 30, soy 30". "No se restriegue con la ropa compañero", dijo el policía mientras tatuaba casi con ira el antebrazo de 30. "Esta tinta es mala, compañero, y si usted se restriega…"
La señora de 42 —nadie supo si era 50 o 60 y pico— tomó al anciano de la mano. "Recuerden que hay varias charadas, y en la española, 42 es el caballo", dijo el señor. "Vamos caballo viejo" dijo la señora, y lo hizo caminar delante de ella. La fila volvió a sentir la ausencia de un Juan Candela, alguien que hiciera más tolerable la dura vida del colero cubano en tiempos de pandemia.
Unos minutos después abrieron las puertas de la bodega. De nada sirvieron los tatuajes al principio. El policía siempre tuvo la razón. Juan Quinquín lo diría así: "con el hambre no se juega, Jachero". Detrás de 31, mi amigo, una voz como un susurro, no de Rodríguez, dijo que mañana iban a sacar pescado. Sin duda era una bola. Nunca venían pollo y pescado al mismo tiempo. 31, mi amigo, se miró el otro antebrazo. Estaba listo para la pelea de mañana si el rumor era verdad. Eso sí. Debía sobrevivir a esta cola que, con tatuaje y todo, no acababa de organizarse.
Muy simpática la crónica y mejor cuando uno dice: "No, hoy no voy a cocinar, los paquetes de pechuga y los de encuentros están congelados...Prefieren de Popeye´s o de Pollo Tropical?
Y cómo hacen los que venden turnos, ¿ se arrancan el brazo ?
Yo le digo enseño este escrito a mis hijos, nacidos en tierras de libertad y abundancia y no se lo creen.
¡Cuánta miseria nos ha hecho y sigo haciendo padecer a los cubanos ese cáncer que se instaló en Cuba hace ya más de 60 años!
Muy bien traernos el concepto de “disociales”. Hay unos cuantos en este foro, pero afortunadamente no son trabajadores sociales, sino participantes de la psicoterapia de grupo. Lo que no me queda claro es que la palabra lleve acento; pero esa es tu trinchera y tu comida, así que tal vez tengas razón. En fin Almagro, gracias por el rato de humor coloquial, aún a costa de la miseria de nuestro pueblo. Uno es tan egoísta, que todavía se sonríe. Saludos.
Estimado Weston, el término "Trastorno disocial" parece haber sido sustituido por "Desorden de conducta", ambos equivalentes y definidos por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 5ta. Edición, como "un patrón de conducta persistente en el que se transgreden los derechos básicos de los demás y las principales normas sociales propias de la edad". En su forma aguda es recomendable la internación clínica, aunque en los casos leves parece funcionar la psicoterapia oral, escrita o grupal. El costo para la sociedad de este síndrome es imposible de calcular. Saludos.
Weston___Y usted aquí sin perderse una sesión de la terapia de grupo. Pero su problema es más complicado que el nuestro, lo suyo es el masoquismo que lo aqueja desde que tuvo que dejar el Lada y los dos viajecitos anualea a la RDA. Viene a recibir pescozones y pide más y más, y ya a uno le duelen las manos. Tenga consideración
Amadeus, aquí el único que tira “golpes” eres tú, que no tienes nada que escribir pero necesitas destacar tu payasería atacando a alguien. Mente de pollo y golpes de mujercita. Eso no me llega. Yo doy mi opinión. Que tú has querido expresar con tu eructo?
Weston___Nuestras vidas están indisolublemente ligadas, esa es mi misión divina : yo soy tu bully
Amadeus, después de leer tus comentarios en el artículo de Dimas sobre Batista, estoy reconsiderando mi evaluación sobre tu intelecto; pero por favor, no le pegues a tu perrito.
Estimado Amadeus. creo que mi estimado amigo Weston no sólo busca, sino disfruta el "contrapunteo cubano" y no precisamente entre el tabaco y el azúcar. Por cierto Manolo Fraginals le cobraba a mi profesor Ortiz Fernández, veinte centavos por cada mención de la palabra "transculturación", de la cual en broma Manolo decía poseer los derechos de autor. Don Fernando, por supuesto, jamás le pagó un centavo. Saludos.
Buena su anécdota. Voy a considerar darle un estipendio a Amadeus, que buena falta le hace. El retiro en Austria cubre las necesidades básicas, pero no los lujos. Amadeus, ni Lada tuvo en Cuba, imagínese los “tranviasos” que tiene que sonarse en Viena. Pero no todo es malo. Lea el foro del artículo sobre Batista. Amadeus se revela como el pensador que tal vez fue y algo queda. Buenos comentarios de él y de muchos otros. Saludos amigo Fortes. Y saludos a los amigos de Cubaencuentro, ya que no puedo dárselos personalmente.
Seguí su recomendación y leí el artículo, también dejé allí dos opiniones, una referida al trabajo en general y otra en respuesta a usted. Efectivamente muy bueno el debate que se suscitó, destacando Amadeus entre otras buenas contribuciones. Su partida de Cubaencuentro es una triste noticia, ojalá sea por corto tiempo. Gracias amigo Weston. Saludos.
John: Yo se lo había dicho. Armengol me tenia en el “punto rojo de su colimador”. Cancel culture no es un cuento. Armengol no eliminó algún comentario mío, me eliminó a mi. Feo eso. De cualquier manera, voy a seguir siendo conservador.
Desde el mismo 59 las personas en cuba perdieron su individualidad,no personas los comunistas los convirtieron en números
No es nada nuevo. a Raúl le ponían en el culo una marca cada vez que bajaba de la Sierra Cristal.
Un placer de lectura doctor Almagro. Zumbado era hombre culto. En un viaje a La Habana me mostró el borrador inconcluso de un diccionario de coloquialismos cubanos, nos divertimos como niños intercambiando definiciones populares simpáticas de dolencias cubanas; de algunas, su cifra se nos escapaban por ambiguas, otras no tanto. Ignoro si llegó a publicarlo. Por cierto, él inventó la palabra "cagástrofe" para ciertos desafortunados resultados humanos.
El marcar en la piel viene de la antigüedad. Cuando el ciclón Andrews devastó Miami Beach, vi a judíos donantes marcar en la piel a damnificados que recibieron comida y agua, para evitar que recolaran, aunque el nazismo hizo trágicamente célebre esta costumbre, aplicando un número indeleble que anulaba el propio de la persona, casi siempre en espera de ser exterminada. Gracias doctor por sus sutiles referencias que nos hacen recordar otros espacios y circunstancias.
Muchas felicidades en el año nuevo del toro.
Parece pura ciencia ficción esta noticia de que un guarapito te marque en la cola para comprar algún alimento ! Pero lo malo es que los que estaban en esta cola se dejaron tatuar por un coprófago cualquiera de uniforme y no hubo nadie, al parecer que protestara y se negara a tal bochorno. Parece que la hora de comenzar a "virar" perseguidoras ha llegado!
Ya fantástico! Una historia demasiado laaaaaaarga para decir que en las colas a falta de tiket y abastecimientos marcan los números o turnos con un plumón en la piel del comprador. Pero no es nuevo en mi adolescencia a las jovencitas les ponían un cuño en los muslos par que no usarán minifaldas....
Nota:
Aquí en EU en los Junk o scrapyard de autos igual te ponen un cuño al entrar a buscar piezas y no son comunistas, ni izquierdosos y si hay abastecimientos.