Fernando Hechavarría debió haberse puesto una gorra. Usted se entierra la gorra hasta las cejas, mete la cabeza entre los hombros, agrega unos espejuelos oscuros y pasa de incógnito. Mucho más en este ajetreado aeropuerto de Miami.
Pero Fernando no se puso la gorra. A lo mejor no quería despeinarse. Además, a veces uno necesita que lo reconozcan. Sobre todo, si uno es un popular actor de un país donde la popularidad también está rigurosamente racionada por el Estado. Este mes te toca, este mes no te toca. En Miami, sin embargo, por la libre.
¿Y qué tiene que Fernando venga a Miami sin una gorra? Bueno, Fernando es el rostro de la campaña castrista "No nos entendemos", que denuncia la aplicación de la Ley Helms-Burton. A cualquiera que haya visto el guaperil monólogo de Fernando contra el imperialismo yanqui pudiera parecerle incongruente su sosegada llegada a la capital del exilio. También comprensible que cualquiera aprovechara la rara ocasión de retratar la incongruencia.
Como es sabido, la frase tiene un peso histórico. Expresa la protesta del general Antonio Maceo frente al general español Arsenio Martínez-Campos por el Pacto del Zanjón en 1878. Para muchos cubanos de entonces, y no pocos de ahora, ha marcado la posición de un independentismo intransigente frente a un independentismo light.
"No nos entendemos" viene a ser la respuesta al "No te la dejo pasar" de la Administración Trump. Sustituye lo que pudiéramos llamar el enfoque "Cuba Bella", concebido ante el fallido pronóstico de una continuidad de la política aperturista de los demócratas y el reforzamiento del diálogo con la dictadura, por la dictadura y para la dictadura del sector colaboracionista del exilio.
De "Cuba Bella", al menos, quedó el video de Orishas y otros músicos de la Isla que apenas ponen pie en Miami se declaran apolíticos, neutrales, marginales y hasta perseguidos. ¡Qué débil espina dorsal la de este Hombre Nuevo! Si la nostalgia del exilio es dolor por lo perdido, el mensaje de "Cuba Bella" proponía un vigilado reencuentro con lo que nunca ibas a recuperar, fueran las libertades o la quincalla de tu abuelo. Una oferta sadomasoquista: regresa con tus dólares, sométete y goza.
Jorge Luis Borges dijo que las dictaduras generaban el infantilismo en los pueblos. El pasaje del monólogo donde Fernando insinúa que la Ley Helms-Burton se debe a su gusto por el café, los tostones, la yuca con mojo y el mojito es propio de una mentalidad párvula.
La cosa gana solemnidad cuando Fernando pregunta: "¿Una ley porque soy cubano?", y se pone de pie, en alas de un épico crescendo. De inmediato, abre los brazos en frontal desafío, con la mirada hirviendo de furia, y exclama: "¡Entonces, chico!" Acto seguido desaparece de cámara y creemos que el monólogo tuvo un final, si no abierto, entreabierto.
Nada de eso. De súbito, el rostro de Fernando colma la pantalla en un tremendista close-up (¿no pudieron hacerle un facial antes del close-up?) con la joya del monólogo: "¿Por qué te empeñas en democratizarme?" Ese es el instante en que un director con un buen olfato dramatúrgico haría entrar al personaje del siquiatra, acompañado de forzudos enfermeros.
Tanto el mensaje de "Cuba Bella" como el de "No nos entendemos" delatan la insustancialidad ideológica de la dictadura. Puesto que la matriz martiano-castrista destruyó la nación y la matriz marxista-leninista se destruyó a sí misma, solo queda a mano el más burdo y autodestructivo argumento del nacionalismo: idiosincrasia contra democracia. Los cubanos no queremos ser libres porque somos… ¿Cómo somos, Fernando?
Para el récord, la Ley de Solidaridad con la Libertad y la Democracia en Cuba fue aprobada en 1996 por el presidente Bill Clinton, después que cazas de la dictadura derribaran en aguas internacionales dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate. Su finalidad es castigar la hostilidad castrista hacia EEUU y el robo de propiedades a decenas de miles de sus legítimos dueños.
El asesinato de los cuatro tripulantes de las avionetas procedentes de Miami ha sido una de las más flagrantes e innecesarias agresiones por parte de un Estado contra ciudadanos y residentes norteamericanos en tiempos de paz. Frente a las cámaras de medio mundo, Raúl Castro se jactó de haber dado la orden.
No, Fernando, el imperio no quiere desgarrar tu cultura y arrasar tus sueños. Está a la vista que de eso se encargaron, a lo largo de 60 años, los mismos, los mismitos, que te han puesto a recitar ese estúpido monólogo.