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Emigración

'Un campo de concentración nazi', migrantes cubanos narran el infierno que viven en Tapachula

En la Estación Migratoria Siglo XXI manda la Mara Salvatrucha, pero el peor comportamiento viene de los guardias mexicanos, relatan a DIARIO DE CUBA.

Ciudad de México

Después de una travesía por once países, sortear la muerte en el tapón del Darién y estar más cerca del "sueño americano", el migrante cubano no solo desafía la deportación, el secuestro y violaciones, sino que se enfrenta al Instituto Nacional de Migración de México (INM), una de las instituciones federales más corruptas del país, según han reconocido el propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, y su secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. 

"Se siente una felicidad inmensa al ver lo cerca que se está del 'Yuma', pero el sentimiento dura poco; al cruzar la frontera, el cubano sufre una xenofobia nunca vivida", dijo Reinel (su verdadero nombre es otro que no quiso dar) al llegar a San Marcos, Guatemala, localidad fronteriza con México.

Al tocar suelo mexicano en Frontera Hidalgo, él y otros cuatro cubanos, compañeros de travesía, pagaron 200 dólares cada uno por ser llevados hasta Tapachula, segunda ciudad del Estado de Chiapas. El trayecto entre Frontera Hidalgo y Tapachula tiene un costo de 10 dólares; el recorrido toma 30 minutos a quien ingrese de forma legal.   

Sin embargo, faltando siete kilómetros para llegar al casco urbano y ante un retén del INM, los "coyotes" ordenaron a los cubanos y a otros 15 migrantes de nacionalidades diferentes, bajarse del vehículo en que eran trasladados.
"Intentamos evadir el retén, pero no fue posible, fuimos interceptados por los guardas. De la combi se lanzaron tres guardas y nos preguntaron: '¿ustedes son cubanos?' Apenas les respondimos sí, sin mediar palabra, nos molieron a golpes de garrote, patadas y nos montaron a una patrulla. Al resto de migrantes los dejaron continuar", narró.

"Después de siete horas, fuimos llevados al centro de detención para migrantes, 'Estación Siglo XXI'". Reinel también contó a DIARIO DE CUBA que quienes los delataron ante la guardia del INM fueron los propios traficantes.

Estación Siglo XXI, 'un campo de concentración para migrantes'

Siglo XXI es un centro de detención temporal para migrantes irregulares con capacidad para 900 personas, pero el número de personas retenidas oscila entre 1.200 y 3.500. Este recinto poco se diferencia a una cárcel: cuenta con garitas, muros coronados con alambre de púas de entre cinco y 15 metros; además de rejas sobre los lugares comunes por donde caminan los guardias.

En sus celdas de 15 metros cuadrados pasan los días y las noches hasta 50 migrantes. Poco importa si se es un miembro de la Mara Salvatrucha o un refugiado político.

"Es triste, pero en Siglo XXI se consiguen todo tipo de drogas. En el interior, quien manda es la Mara Salvatrucha. Pero es necesario reconocer, ellos tratan al migrante con respeto, muy diferente son los guardias", relató Reinel.

El pasado 20 de junio, con motivo del Día Mundial del Refugiado, el sacerdote Ramón Verdugo, director del Centro de Atención al Refugiado en Tapachula, denunció en rueda de prensa las condiciones inhumanas a las que son sometidos los migrantes en la estación Siglo XXI.

"En Tapachula, la estación migratoria Siglo XXI tiene capacidad para cerca de 900 personas y había 1.600 personas. En esos lugares de detención, no se brinda la atención que requieren estas personas, como condiciones de salud, alimentación, acceso a la justicia, a trámites como la solicitud de refugio", dijo.

Denunció también que los allí retenidos, "hablan de una infinidad de situaciones muy difíciles, desde el ofrecimiento y otorgamiento de pastillas abortivas a las mujeres en los últimos meses de embarazo y falta de alimento".

"El trato cruel del migrante, así como la tortura, es algo que se vive día a día en las estaciones migratorias", agregó.

Reinel es uno de los cientos de cubanos que han estado detenidos en la Estación Siglo XXI. Allí le tocó vivir lo peor de su travesía desde que salió hace ocho meses de su natal Cuba.

"Nos quitaron todo lo poco de valor que llevábamos: celular, ropa, dinero; hasta a un compañero le quitaron las botas que llevaba. Nos gritaban: 'cubanos hijos de puta. Ustedes son menos que un perro, merecen terminar en caño'", describió sobre los primeros momentos del arresto.

Después de siete horas y de haber llenado la pequeña patrulla con 20 migrantes más, fueron llevados a Siglo XXI.

Al ingresar al centro de detención migratoria, fueron requisados hasta en sus partes más íntimas. "No les importa si es niño, mujer o gestante". Una fuerte tos interrumpió a Reinel el relato. Recompuesto, añadió: "Después de dos semanas y todavía estoy enfermo de Siglo XXI".

"Allí nos llevaron a un pequeño cuarto, de escasos 15 metros cuadrados. Yo me llené de miedo al ver los tatuajes de los otros internos, me di cuenta de que eran de las Maras. En nuestra celda éramos 60. A las mujeres y niños los ponían a dormir en los pasillos, en medio de la basura y a merced de los fuertes olores que salían de los sanitarios. A las 6:00PM nos ingresan a las celdas. Prácticamente tirados, unos encima de los otros, se pasa la noche; poco se duerme por los gritos de desespero. Allí quien no sea fuerte puede terminar loco".

"Esta experiencia me marcará por el resto de mi vida. Siglo XXI en nada se diferencia a un campo de concentración nazi. Es tal que no dejan entrar a miembros de organizaciones de Derechos Humanos ni ayuda humanitaria; mucho menos a periodistas", manifestó.

Reinel y sus compañeros de viaje recibieron el primer bocado de comida después de 36 horas de su detención. "Nos daban una comida diaria. Eran pequeñas porciones de arroz, huevo y lenteja o frijoles".

Según Reinel, la mejor forma de sobrevivir en Siglo XXI es hacerse amigo de los jefes de la Mara Salvatrucha y pasar inadvertido para los guardias.

"Allí quien protesta, quien le dice algo a los guardias o se opone a firmar la deportación voluntaria, es llevado al 'Pozo'. Es un pequeño cuarto donde no entra la luz; quien es llevado allí, le toca vivir solo hasta por 15 días en medio de sus excrementos y orines. A los guardias es mejor ni mirarlos a los ojos".

"Salir de Siglo XXI cuesta 6.000 dólares. Eso le pagó un amigo a un abogado. Conocí a otro que pagó 2.000 a los guardas para que lo dejaran volar por el techo. Pero yo conté con suerte: "Logré salir por la ayuda de ONG Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (COMAR) y ACNUR".

A la espera de respuesta

Hoy Reinel está a la espera de la respuesta de su solicitud de refugio. Aunque el documento de la ACNUR le permite caminar tranquilo por Tapachula, él vive en una constante zozobra, pues conoce varios casos de cubanos a quienes los guardas del INM han roto el papel de Agencia de la ONU para los Refugiados; otros han sido confinados de nuevo en Siglo XXI mientras se verifica la autenticidad del documento.

Por último, Reinel agradeció el apoyo de un compatriota, un empresario cubano lleva más de 20 años en México y en su factoría brinda trabajo digno y bien remunerado a poco más de una decena de cubanos.

A la intemperie pasan los días y las noches decenas de cubanos

Las calles de Tapachula se han vuelto campo de refugiados al aire libre. Los migrantes deambulan en el día escondiéndose de los guardas del Instituto Nacional de Migración de México y a merced de las bandas criminales. El temor a una deportación y el miedo a toparse con miembros de las pandillas son sus fieles compañeros. 

Ya entrada la noche, llegan a la COMAR en Tapachula, Chiapas. Acostados sobre colchonetas, cartones o en el duro piso, protegiéndose con plásticos y periódicos, hombres, mujeres y niños pasan la noche mientras hacen fila para suplicar protección y un poco ayuda. Son seres frágiles que se han vuelto fichas para negociar entre países, pero su mayor dolor es el desamparo del Gobierno cubano.

Shara es una joven que lleva 15 días padeciendo la realidad de una mujer migrante y cubana en las calles de Tapachula. Allí su título de médico poco le sirve, es más, lo considera un problema. "Donde se den cuenta de que fui parte de la misión médica enviada a Venezuela y que hui de forma clandestina, me deportan de inmediato".

"Mi esposo y yo hemos tenido la suerte de no caer en Siglo XXI. Conozco el caso de una madre cubana y su bebé de ocho meses que fueron llevados a ese infierno. No sé si ya salieron o los deportaron", declaró.

Escondido, él trabaja en una papelería donde gana la mitad del salario mínimo de México. "Nuestra idea es pedir refugio acá y esperar a que las cosas mejoren para continuar. No nos vamos a aventurar y a ponernos a la merced de los 'coyotes'; ellos son unos bandidos que roban, matan, estafan y hasta secuestran a los migrantes, especialmente a cubanos".

Entrada la noche, Shara y su esposo buscan refugio a las afueras de la COMAR. Allí escuchan historias como la de la familia del cubano secuestrado por los cárteles, que les tocó pagar 3.000 dólares por su liberación; pero la que más le impactó fue la del perseguido político y compañero de penurias en Trinidad y Tobago, Orlando Ezequiel Márquez Montes de Oca, quien fue deportado a Cuba a pesar de tener el estatus de refugiado de la ACNUR.  

'La segunda será la vencida'

Este es el segundo intento de Daniel por entrar a EEUU, el primero fue llegar en balsa a los cayos de la Florida, pero fracasó.

Según el joven, la peor parte del viaje de los emigrantes cubanos por once países la han vivido en México.

"Aquí el que puede sobrevivir es el que trabaja por la izquierda, yo he contado con suerte de contar con la ayuda de un empresario cubano, yo estoy bien, lo que me gano me da para pagar los 100 dólares del alquiler, el gas, el agua y la comida. Pero son cientos de cubanos que viven en la calle, algunos reciben ayuda de la Iglesia Católica, pero la mayoría la están pasando mal. (…) Cruzar desde la frontera con Guatemala hasta la frontera de México con EEUU está constando entre 3.000 y 5.000 dólares y ya la mayoría no contamos con recursos", explicó a DIARIO DE CUBA sobre la decisión de concentrarse en México.

El primer intento de Daniel por llegar a EEUU fue en 2016, un año demoraron él y sus cuatro primos en construir una balsa con cámaras de tractor y un motor de una motocicleta soviética Ural.

"A las pocas millas de haber salido de Isabel de Sagua en Villa Clara, nos topamos con un barco de los guardacostas cubanos y por una hora nos intentaron hundir, pero al coronar aguas internacionales nos dejaron tranquilos", rememoró.

Daniel cuenta que, faltando pocas millas para llegar a la Florida, fueron interceptados por la Guardia Costera de EEUU. "Nos trataron bien en el barco, buena cama, medicinas y buena comida, pero nos viraron para Cuba", lamentó.

Daniel está reuniendo dinero y a la espera de su cita para pedir refugio. "Estoy seguro de que EEUU me lo dará, aun tengo el papel que me dieron, gracias a Dios ni la selva del Darién me lo dañó".

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