¿Se puede hablar aún de Revolución en Cuba?
La Revolución, aunque se planteó en sus principios como un proceso social, muy pronto se convirtió en un asunto personal. Es por lo que la Revolución ha dejado de existir cada vez que una persona se ha desengañado de ese proceso, de sus promesas; cada vez que uno se da cuenta de la disparidad entre lo que se dice que es y lo que uno vive; ha dejado de existir cada vez que uno ha tenido que mentir para defender a la Revolución.
A cada generación nos ha tocado un evento después del cuál ya no podemos pronunciar la palabra Revolución con el mismo énfasis. No se puede hablar aún de Revolución después de un Camarioca o un Mariel o la Crisis de los Balseros. Tampoco después de unas UMAP, ni de la guerra de Angola o del fusilamiento de Ochoa y Tony de La Guardia; tampoco después de todos los sacrificados en nombre de la Revolución, o cuando ves a un veterano de la guerra de Angola andar por las calles sin dignidad.
Es muy difícil después de que se ha usado a los médicos como objetos de ingreso económico para el país (aunque el dinero recolectado no se sabe en qué se invierte); cuando se les pide a todos sacrificio, pero el hijo de Fidel celebra su cumpleaños como si se creyera un jeque árabe.
La Revolución ha dejado de existir cada vez que una madre empieza a ver en el cuerpo de su hija un medio de sustento para la casa. El día que la presidenta de mi CDR, siguiendo los lineamientos del Gobierno, impidió que una persona con excelentes notas fuera a la universidad porque creía en Dios dentro de su casa y con miedo. Después, esa misma cederista destacada fue eufóricamente a recibir como si nada a cada uno de los tres papas que visitaron la Isla.
Ha sido difícil creer que la Revolución existe cada vez que han botado del Partido Comunista o de su trabajo a alguien porque había contestado a una llamada de una hermana o de su propia madre que se había ido de Cuba.
Fue especialmente difícil pensar que la Revolución todavía existía cuando te obligaron a gritarle con todos tus pulmones a alguien mientras le tiraban huevos y después te obligaron a recibir a estas mismas personas con los brazos abiertos porque traían dólares.
La Revolución ha dejado de existir cada vez que a un disidente lo han metido preso o lo han golpeado, o cuando has descubierto cómo ocurrió realmente un hecho histórico y te has dado cuenta de que no fue como te lo han hecho creer toda tu vida. Cuando te das cuenta de que la Revolución ha sido extremadamente incoherente y en lo único en lo que ha sido consistente es en su propia sobrevivencia.
Para mí, la Revolución ha muerto cada vez que no ha pedido perdón.
Siempre se nos acusó a los ciudadanos de traicionar a la Revolución, pero ha sido la Revolución quien nos ha traicionado, quien nos ha hecho dejar de existir. La pregunta debería ser, más bien, ¿en qué momento la Revolución te hizo dejar de existir?
Pero hay que decir que la Revolución existe porque hay todavía quien honestamente cree en ella o le está agradecido.
¿Qué habría que salvar del período revolucionario?
Para hacer una nueva Cuba, primero tenemos que quitarnos —todos— el pequeño dictador que nos han metido dentro. Después deberíamos hacer un difícil y honesto proceso de sanación en el cual se restituyan sus derechos a quienes se les han quitado, y en el que estén representados políticamente todos, incluso los que no viven en la Isla.
Habría que estar seguros de que hay moderación, porque es tan fácil ser extremista de un lado como de otro, y estar claros que nadie, absolutamente nadie, está exento de culpas por todo lo que ha pasado.
Quizás, esa nueva etapa podría construirse sobre los cimientos de las luchas por la justicia social, del humanismo, de la solidaridad, de la igualdad de razas, géneros, orientación sexual y opinión política. Pero estos conceptos deberían dejar de ser abstractos y ajenos para ser como nos comportamos en nuestra vida diaria.
Que la educación sea gratuita y obligatoria. Que los médicos de la familia funcionen y que la salud sea gratis, pero de calidad. Que el Gobierno no se meta a vender pan con croquetas ni a vigilar a sus ciudadanos por acumular riquezas conseguidas en un puesto de fiambres, sino que se dedique a mantener la equidad entre sus ciudadanos y que vele por que los derechos de estos sean respetados.
Me gustaría que no perdiéramos la visión de que podemos ser, como país, más. Que podemos soñar con que en Cuba haya salarios que respeten tu trabajo, casas dignas, internet gratis, energía renovable en todo el país, trenes de alta velocidad, la implementación de las últimas tecnologías, investigaciones científicas de vanguardia, me gustaría que no perdiéramos la fe que hubo detrás del esfuerzo por ser un país que no se contenta con ser del tercer mundo.
Me gustaría que la gente riera en Cuba, no porque le van a sacar una foto, sino porque están orgullosos de quienes son. No me interesa que la nueva Cuba compita con Cancún, sino con Suecia o Islandia.
Pero nada de eso existirá si no hay democracia y transparencia institucional.
¿Cómo clasificarías el momento actual de Cuba?
Me gustaría pensar que la gente está empezando a descubrir que puede protestar y que, de hecho, solo así van a cambiar las cosas.
Quizás en estos momentos se pueda despertar del cansancio político de las últimas décadas, quizás la gente ya no va a esperar.