"En fin de año las ventas echan para atrás", dice Mayra González mientras hurga en un maletín con ropa traída de Panamá.
"La gente está demasiado preocupada comprando comida como para hacer regalos o regalarse ellos mismos una prenda".
Mayra viaja al itsmo desde que en noviembre el Gobierno de Juan Carlos Varela aprobara la expedición de visas de turismo para cubanos. Antes había conocido "mercados de pulga" en Haití y Guyana, unos de los pocos países en la región que no exigen visado a Cuba.
"Allí las cosas son baratas", explica y arquea las cejas tatuadas, "pero en Panamá lo son más".
Su negocio de comerciante moderna o "mula", como popularmente se le conoce, es ilegal para el Estado, al no estar incluido en la lista aprobada de actividades "por cuenta propia".
De modo que el boleto aéreo, el hospedaje, la transportación dentro de Panamá y los gastos de envío y de aduana, no son el único problema. Vender los productos en Cuba es también un reto.
De puerta en puerta
Loraine se despierta a la hora que mejor le parece, y sale a ofrecer un rosario de mercancías que ha comprado de segunda mano. La amiga a la que se las compra viaja mensualmente a la Zona Libre de Colón, en el Caribe panameño.
"Si un jean vale cinco dólares en Colón, mi amiga me lo da a diez", explica Loraine. "Y yo se lo doy a la gente en 15CUC, aunque puedo hacer rebajas".
Esta es una variante por la que optan muchos mercaderes, para librarse de la persecución policial a las "tiendas" barriales. De otro lado, cada vez menos revendedores prefieren exhibir en sus casas la mercancía. Loraine es una de ellos.
Del mismo modo que quienes importan productos desde Panamá a Cuba proveen a varios revendedores, los revendedores tienen más de un proveedor, cosa no tan difícil de hallar debido al alza de los viajes entre la Isla y el itsmo.
La rutina de Loraine se resume en pasar centro laboral por centro laboral a ofrecer su mercancía. Lleva desde cosméticos y productos de higiene hasta ropa a lugares donde tiene "clientas fijas", que casi siempre avisan de las ventas a otras personas.
"Paso siempre en horario de trabajo, los primeros días de cada semana, porque ya los viernes la gente se va temprano", dice Loraine como un mantra, y agrega: "vendo solo cosas de mujeres, porque nosotras somos las que más compramos. Hago un promedio de 40CUC semanales".
La faena de miles de cubanos como Mayra y Loraine es definitoria en la satisfacción de necesidades vitales del país.
En primer lugar, suplen productos de alta demanda, como los de aseo, con los que cíclicamente el Gobierno es incapaz de abastecer sus propias tiendas. En segundo, generan redes de empleo con ganancias-salarios superiores a la media nacional. Finalmente, proponen a la población precios más asequibles que los de los establecimientos del Estado, donde el sobreprecio es de hasta un 240%.
Ir por más
"Imagínate si nos permitieran tener personalidad jurídica y pudiéramos hacer importaciones más grandes", dice Héctor Méndez, pareja de Mayra, con quien ha viajado en dos oportunidades a Panamá para traer a La Habana piezas de motos eléctricas, automóviles y equipos electrodomésticos.
Los comerciantes cubanos están limitados actualmente a importar, con exenciones aduanales, hasta 1.000 puntos en un sistema que otorga determinado valor por productos. "Una moto eléctrica, por ejemplo, representa 200 puntos", explica Héctor, que a cada una de las que ha traído le ha sacado en ganancia unos 500CUC.
"Todo pasa porque el Estado no nos reconoce", asegura Héctor, "y por ese motivo él tampoco se beneficia", añade en referencia a la gran cantidad de dinero que pudiera recaudar la ONAT en impuestos a negocios legales.
La ruta comercial que se fortalece a diario entre Cuba y Panamá es funcional para el Estado centroamericano y, "como lo saben, abrieron la posibilidad de que vayamos más a hacer turismo de compras, que es la final invertir allá", considera Héctor.
Copa Airlines, la aerolínea más usada por los cubanos, es panameña, de manera que "las empresas de Panamá salen ganando, despegan desde acá con todos los boletos vendidos".
Por otra parte, dice Héctor, son mayormente emprendedores de ese país quienes ofrecen transporte y alojamiento a los comerciantes de la Isla. "Todo eso —concluye— es mucho dinero que el Gobierno cubano deja ir".