La prensa oficialista habló primero del sueldo que se les pagaba en Cuba, no del que percibían en Brasil. Después aseguró que lo que el Estado tomaba de esos sueldos brasileños se invertía en el sistema sanitario cubano, aunque no mencionó ni una sola cifra. Luego fabuló que no eran médicos en servicio, sino becarios. Y, más recientemente, que no fue La Habana quien propuso el envío de médicos.
Todas estas mentiras han sido lanzadas para esconder el latrocinio estatal y para maquillar la derrota. Retiraron a los médicos antes de que Bolsonaro tomara el poder con el fin de echarle un pulso al presidente electo, para ver si conseguían hacerlo retractarse y sacarle una complicidad parecida a la que tuvieron con Dilma Rousseff y Michel Temer.
No lo han logrado, y el oficialismo de la Isla se ha volcado entonces a hablar de víctimas brasileñas de la desatención médica. Nada dice, por supuesto, de que en apenas tres días Brasil ha cubierto el 84% de las plazas vacantes.
La retirada inmediata de la brigada médica cubana ha sido también una recogida policial para que no se fuguen cooperantes. Porque cada uno que no vuelve a la Isla es una posibilidad perdida de ponerlo a producir en otro país. Así, considerando que no regresen esos 350 cooperantes del primer grupo a embarcar, y considerando —según información de cables publicados por DIARIO DE CUBA— que por cada uno de ellos La Habana se embolsa 5.000 dólares mensuales, el régimen cubano perderá a causa de ellos 1.750.000 dólares cada mes. O sea, 21.000.000 de dólares al año.
Igual que antes procuró hacerlos pasar por becarios, ahora dirá que esos "desertores" no son realmente cubanos. Y los tratará en consecuencia: les negará la entrada al país por los años que estime en venganza, dificultará cuanto pueda la reunión con sus familiares. Irá todavía más lejos que hasta ahora en el robo de sus derechos.
Es la revancha de perdedor que le queda al régimen. Perdedor, no solo ante el electo presidente brasileño, sino ante aquellos que considera sus médicos: propiedad del Estado que, a pesar de todas las coacciones y castigos, se le rebela y escapa.