Una vez más, desde hace 57años, Cuba presentó déficit en su saldo del comercio exterior de bienes.
La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) acaba de publicar el resumen "Intercambio comercial de mercancías por países seleccionados y áreas geográficas", el cual contiene las cifras referidas al pasado año 2017.
A pesar de que en este último año, y en consonancia con la obsesión gubernamental de "sustituir importaciones", las compras en el exterior fueron las más bajas de los últimos ocho años, el saldo comercial resultó deficitario —así ha sido desde 1960— debido a lo exiguo de las exportaciones. Exportaciones que, en el referido lapso, ascendieron a 2.402 millones de pesos, tan solo el 43% de lo logrado en 2012.
Las exportaciones de las industrias azucarera y tabacalera experimentaron una leve recuperación con respecto a 2016. Sin embargo, aún distan mucho de los niveles que antaño alcanzaban.
En el caso de la industria azucarera, sus ventas en el exterior fueron solo el 20% del total de las exportaciones del país, mientras que a la rama tabacalera le correspondió el 10%. De acuerdo con los sectores productivos relacionados en el resumen de la ONEI, la primacía le correspondió a la rama minera con el 26%.
Sorprende conocer que los productos agropecuarios aportaron únicamente el 1% de las exportaciones de la nación. Pobre infraestructura productiva, escasa calidad, y prácticamente ningún estudio de mercado, clasifican entre las causas que pudieran explicar semejante contrasentido. Porque Cuba posee excelentes condiciones naturales para convertirse en una potencia productiva y exportadora en ese sector de la economía.
A propósito, durante una reciente visita a las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila, el presidente Miguel Díaz-Canel instó a los funcionarios de ambos territorios a que realizaran urgentes estudios de mercado para hallar compradores foráneos de varios renglones agrícolas. Sin dudas, un asunto sumamente álgido tocado por el mandatario, y que a lo largo de nuestra historia ha limitado la diversificación de las exportaciones.
Podríamos acudir, por ejemplo, al historiador Ramiro Guerra, quien en su libro La industria azucarera de Cuba (escrito en 1940) respondía en parte a los quecriticaban el sesgo monoexportador que apreciaban en la economía cubana: "La gran dificultad con que tropiezan los agricultores cubanos para fomentar otros cultivos en mayor cantidad,no estriba en la falta de tierras ni de iniciativas, sino en la carencia de mercados para la venta de dichos productos".
La nación que más importó productos cubanos en 2017 fue Canadá, con un total de 466,8 millones de pesos. A ese país le siguieron, en orden descendente, Venezuela, China y España.
En cuanto a las importaciones cubanas, el 64% de ellas correspondió a bienes intermedios. Es decir, combustibles y materias primas e insumos para las producciones nacionales. En cambio, las compras cubanas de bienes de consumo solo alcanzaron el 21% de las importaciones.
El mayor suministrador de productos a Cuba fue Venezuela —por supuesto, debido a la factura petrolera— con un total de 1.839 millones de pesos. A la nación sudamericana le siguieron, también en orden descendente, China, España, México y Brasil. Por su parte, EEUU —¡y después dicen que hay bloqueo!—, con sus 306,6 millones de pesos vendidos a Cuba, clasificó como el décimo país del planeta que más productos exportó a la Isla.
Como casi siempre sucede, serán los consumidores cubanos quienes más sufran la merma de las importaciones decidida por las autoridades de la Isla, como consecuencia también de la precariedad de sus finanzas externas. Basta recorrer los comercios minoristas para advertir los niveles de desabastecimiento que se aprecian, especialmente en los productos alimenticios y los artículos de aseo personal. Y 2019 promete ser peor.