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Opinión

El caso de Jorge Domínguez y el 'plattismo'

Los líderes de Cuba Posible, hace poco acusados de 'plattistas' para cerrarles la posibilidad de diálogo, ahora acusan de 'plattistas' a otros.

Miami

A cada rato en la Isla se desata un pugilato menor: aquel en el que entre cuerdas finas y peleas arregladas se van a los puños intelectuales más o menos orgánicos al régimen. Es parte del gran show. Un aperitivo camorrero. Parecer y nunca llegar a ser aquellas sangrientas batallas del mal llamado Quinquenio Gris, donde hubo noqueados y peleadores que jamás volvieron a subirse al ring. Todo virtual, para que pocos de "adentro" se puedan enterar, como la "guerrita de los e-mails", o la más reciente andanada contra Cuba Posible y la discusión bizantina sobre el "centrismo" en Cuba.

Ahora, a partir de las acusaciones de acoso sexual hechas al profesor Jorge Domínguez, reconocido politólogo de la Universidad de Harvard, una nueva riña —que el cubano de a pie no ve y menos entiende— amenaza con distraernos de la escenografía montada para el traspaso de poderes en Cuba. Al catedrático se le acusa de ir más allá de flirteos con colegas por 20 años, algo que el profesor sabe muy bien está prohibido en todas las instituciones académicas e investigativas estadounidenses.

Sean falsas o verdaderas las acusaciones, y muy en sintonía con lo que sucede en el mundo del arte y la política con las denuncias de acoso sexual, el blanco escogido no puede ser más propicio en momentos de nuevas tensiones entre La Habana y Washington. Domínguez ha visitado Cuba por varias décadas, y participa activamente en conferencias y publicaciones donde cubanos de ambas orillas buscan puntos en común.

Quien escribe lo vio hace años en la presentación de un número de la revista Temas en La Habana, con la camisa acabada de sacar del maletín de viaje: casi del aeropuerto al atril de conferenciante. Así es Jorge Domínguez de cercano a la intelectualidad de la Isla, lo cual no quiere decir que no discrepe en varios asuntos. Tal proximidad explica la defensa de su presunta inocencia hecha por varios colegas, la más visible por quienes dirigen Cuba Posible. También desean indemnizar de culpas al profesor Carlos Alzugaray en su condición de director de LASA (Asociación de Estudios Latinoamericanos) tras la suspensión de la membresía de Domínguez.

Pero lo curioso y que motiva este artículo, son las supuestas razones del "ataque" al profesor Jorge Domínguez esgrimidas por un viejo psiquiatra —o psiquiatra viejo— citado en el texto publicado en internet. La tercera de esas razones es "por coqueteo con estereotipos estadounidenses, es decir, por una especie de plattismo que aún no puede formularse políticamente, pero que podría ser diseñado pronto cuando no exista un Raúl que, como el custodio del Capitolio, los mantenga flácidos, cándidos".

La palabra plattismo o plattista hace referencia directa a la Enmienda Platt, una punta de lanza ideológica que se ha empleado indiscriminadamente contra todo aquel que no comulgue con el régimen castrista o defienda mínimos estadounidenses. Desde el punto de vista inconsciente, han sembrado en la mente de los cubanos la idea de que ser plattista es ser traidor, apátrida, descastado. El cartel del plattista, colocado en el cuello, es suficiente cencerro para vagar por las calles cubanas como un apestado.

El mismo rotulo de plattistas fue empleado, precisamente hace muy poco, para catalogar y hacer escarnio virtual de los líderes de Cuba Posible. ¿Cómo es posible que ahora el innombrable psiquiatra se pronuncie en esos mismos términos?

Es preciso aclarar ciertos lados oscuros. En primer lugar, todo parece indicar que en la Isla se ignora la cantidad de cubanos en el exterior, no que quisieran una neoenmienda Platt, sino una anexión total y completa que garantice para siempre que no vendrá un caudillo insular a gobernar el país por casi 60 años. Aunque disguste, esa es una realidad palpable en la comunidad cubana asentada en EEUU. Por otro lado, las encuestas en contra del llamado bloqueo contradicen la realidad política: todos los congresistas electos cubanoamericanos están a favor del embargo duro y puro. Y son reelegidos una y otra vez por los votantes.

Pero también habría que ser ignorante, es el adjetivo más suave, para desconocer que medio siglo de "lucha contra el Imperialismo" ha hecho de la verdadera Cuba —no la del NTV o el Gramma— una admiradora poco más o menos cándida de todo lo estadounidense. Basta oír las frases de la calle y los chistes, el inconsciente popular, para conocer que "la Yuma es lo mejor", y el lugar hacia donde todos quieren escapar.

Así que no hay que esperar a que muera Raúl: él y su difunto hermano han hecho un trabajo encomiable a favor de una futura anexión, o una ley estadounidense que impida imitarlos en un futuro. Ellos, más que guardianes del Capitolio, convirtieron el Capitolio en feria con vacas defecando en los pasillos, y oficinas y hemiciclos inservibles. Por cierto, ¿a dónde fue a parar su enjundiosa biblioteca?  

Una vez más salta la duda de a qué lugar y con quienes piensan reconstruir un país devastado económica y moralmente como lo es la Cuba de hoy. La única posibilidad, y eso lo sabe bien "plattistas", "centristas" y comunistas, está a 90 millas de sus costas. Por eso duele el embargo. Porque no define pero sí limita la masiva cantidad de capitales e inversiones que ni chinos ni rusos podrían hacer. Si no doliera el embargo, como cuando existía la Unión Soviética, no haría falta el analgésico moral de su denuncia en cuanto foro internacional se convoca.

En el orden personal, puede que muchos rechacemos una neo-enmienda, pero nos abstendríamos de catalogar a un individuo solo porque piense que para Cuba lo mejor es una suerte de tratado de mutua protección. Ellos argumentan que de existir el plattismo en 1959, jamás hubiéramos tenido que soportar 60 años de comunismo. Los hombres que aprobaron la enmienda a la ley de gastos del Ejército sabían que aunque comprometía la independencia, pretendía garantizar la estabilidad económica y política en una república de generales y doctores. Y aun con ella vigente, tuvimos dos intervenciones y un Gerardo Machado.

De modo que si un día me topo con un plattista, que por acá hay muchos, oiré sus razones. Cada persona tiene derecho a expresar lo que siente y piensa. Pero también, cuando alguien utiliza rótulos políticos para calificar la humanidad del otro, se desnuda éticamente. Y esa es la pena que tengo con el viejo colega o colega viejo.

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