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Sociedad

Las mujeres de verde

En el Ejército se reproducen y magnifican los esquemas machistas de la sociedad cubana.

La Habana

El Gobierno trata de vender en todo momento la imagen de la "mujer emancipada". La supuesta igualdad de género existente en Cuba no es más que una fachada que trata de ocultar una sociedad sumamente machista. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) no escapan de esta realidad. Más bien, la estructura de pensamiento de esta institución no hace más que reforzar los estereotipos. La miseria hace el resto.

Dentro de las FAR se presupone que la hombría es indispensable para resistir la vida militar. Las mujeres militares son muchas veces tratadas como objetos sexuales dentro del Ejército y puestas en situaciones de vulnerabilidad. Cambiar sexo por ayuda para resolver situaciones vitales no es una salida inusual.

Muchas oficiales experimentan la presión de superiores que esperan recibir atenciones sexuales. Cuando ellas se niegan, suelen recargarlas de trabajo en venganza. Tal es el caso de la capitana Odalis.

Divorciada y con dos hijos, es responsable de la Oficina de Personal de su unidad.

"El mayor, el jefe de la unidad, estaba puesto para mí desde hace tiempo, pero se limitaba porque yo estaba casada", cuenta Odalis. "Cuando supo que me había divorciado, empezó a ponerme turnos extra de guardia y se quedaba conmigo, dice él que para acompañarme. Se la pasaba abrazándome todo el tiempo y hasta me tocaba las nalgas de vez en cuando".

En una ocasión, cuando estaban a mitad de recorrido hacia una de las postas, el mayor intentó tener sexo con ella en medio del monte, pero Odalis se resistió.

"Desde entonces las guardias siguen en aumento. Para colmo, se la pasa humillándome en las formaciones porque supuestamente soy muy ineficiente en mi trabajo".

El caso de una teniente especialista en armamento tiene otras aristas. Ella es de Santiago de Cuba y llevaba dos años viviendo en una de las "hoteleras" del Ejército cuando logró casarse con un oficial dueño de un apartamento. No lo ama, pero necesita un techo seguro para traer de provincia a su hijo pequeño, que tuvo que dejar al cuidado de la abuela.

"Todavía no lo puedo traer porque al menos necesito tener refrigerador", explica la teniente. "En la casa tenemos un par de sillas, un colchón sin cama y una hornilla eléctrica. Todavía no hemos conseguido lo demás".

El salario no le alcanza para comprar lo que le falta para la casa, así que reúne el dinero "por sus propios medios". Aprovechando que su esposo trabaja en otra unidad, ella tiene relaciones con un superior de la suya, el segundo jefe.

"Tampoco me gusta —reconoce— pero prometió que me iba a priorizar cuando repartan los medios básicos. A fin de cuentas es algo normal que uno se acueste con el jefe para congraciarse. Si no lo hacía, cualquier otra se hubiera adelantado y no importa cuánto yo trabajara, jamás podría conseguir nada. Aquí es así, primero los amigos y las queridas y después los demás".

Alicia entró voluntaria al Ejército porque quiere estudiar en la universidad, pero no le alcanzaban las notas. Al principio tuvo relaciones con un oficial, pero luego se separó de él. Ahora es novia de un recluta del Servicio Militar Activo.

"El problema es que al oficial no se le ha pasado y no me deja la vida tranquila", dice.

Cuenta que su novio se fugó un par de días de la unidad. "La mayoría de las veces las fugas de un par de días pasan desapercibidas, pero como tengo un oficial 'encarnado' esta vez no fue así". El soldado fue enviado a la Unidad Disciplinaria y ella recibió una golpiza del oficial en público, a la salida de su casa.

"Al final, tuve que pedir la baja", lamenta Alicia.

Generalmente, la Sección Política hace la vista gorda ante casos como estos, arguyendo aquello de que "entre marido y mujer nadie se debe meter". Las mujeres dentro del Ejército saben que no pueden contar con su protección, por lo cual no interponen casi ninguna denuncia de acoso sexual.

Muchas de las mujeres que ingresan a las FAR provienen de estratos sociales desfavorecidos, lo que propicia la instalación de una especie de "clientelismo carnal" donde se intercambian favores sexuales por mejoras en las exigentes condiciones de trabajo.

Dado que las mujeres son minoría dentro de las cadenas de mando y la inmensa mayoría de los hombres reproduce y magnifica los esquemas machistas de la sociedad, las manifestaciones de sexismo son generalmente pasadas por alto en una institución a la cual el Gobierno presenta como "ejemplo para la sociedad cubana".

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