El Dr. Fidel Ángel Castro Díaz-Balart, Fidelito, el hijo del dictador, se suicidó en La Habana, este pasado primero de febrero, víctima de una profunda crisis depresiva, según informaron los medios oficiales del Gobierno.
Aunque muchos buscan una relación directa entre el "suicidio" de Fidelito y la próximamente anunciada entrega de la presidencia por Raúl Castro a Díaz-Canel u otro que designe, lo cierto es que el hijo del occiso líder quedó fuera de toda posibilidad de sucesión después del traspaso del poder real de Fidel a Raúl, iniciado en 1989.
Siempre se habla de la transición del poder de Fidel a Raúl como si se hubiera verificado después de la enfermedad del primero en julio de 2006, con el nombramiento del general como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (24 de febrero de 2008) y luego como primer secretario del Partido Comunista (19 de Abril de 2011).
Sin embargo el verdadero traspaso comenzó mucho antes, con las Causas No.1 y No.2 de 1989, cuando —de hecho— el más joven de los Castro propinó un soterrado golpe de Estado a su hermano, al ser destituido, preso y muerto en la cárcel el ministro del Interior José Abrantes, hombre de confianza de Fidel en la posición clave del poder no-militar en Cuba, y nombrado en su lugar el general Abelardo Colomé Ibarra, "Furry", amigo íntimo de Raúl desde la Sierra y jefe siempre de sus Servicios Especiales.
Furry entró al MININT sustituyendo toda la Jefatura de primer y segundo nivel, en la Inteligencia, la Contrainteligencia, Seguridad Personal, Tropas Especiales, DTI, Orden Interior, la Policía, Prisiones, Carnet de Identidad, Bomberos y demás órganos del MININT.
Desde entonces Fidel Castro quedó a merced de su hermano y todo el resto del poder político y económico lo fue transfiriendo poco a poco a través de cambios de funcionarios de nivel alto y medio en el Partido, el MINREX, el MINCEX, el Turismo, Agricultura, MINCIN y demás ministerios.
Todos esos movimientos de cuadros fueron hechos aparentemente con la anuencia de Fidel Castro y respondiendo inicialmente al llamado Plan Alejandro de la Contrainteligencia Militar, según el cual se trataba de transferir a cargos sin importancia en otras dependencias, jubilar o simplemente cesantear a todos los cuadros de primer y segundo nivel de todo el aparato político, de seguridad y de Gobierno del país con "indicios" de simpatizar con la Perestroika.
Pero en verdad, el Plan Alejandro no fue más que la justificación-ejecución-extensión del golpe de Estado iniciado en 1989 en todas las instancias importantes del Gobierno.
De manera que si para algunos Fidelito fue un posible sustituto de su padre, desde 1989 esas posibilidades se desvanecieron.
En 1992 fue despedido de la Secretaria de Asuntos Nucleares —según su padre por "ineficiencia en el desempeño de sus funciones"—, aunque luego, para tratar de justificar aquella destitución, se hizo público que Fidelito tenía una vida divertida y licenciosa, viajaba a España a encontrarse con la madre, quien seguía teniendo muy buenas relaciones con sus hermanos en EEUU y además mostraba descontento con políticas y acciones de su tío.
Eso nunca había sido problema cuando la encargada de Fidelito era la vieja Seguridad. Con Furry el "cuidado" se convirtió en vigilancia y búsqueda de pretextos para chantajear o tronar sobre todo a los cercanos a Fidel y al exministro del Interior.
Otro factor que jugaba contra Fidelito era que estaba casado con la hija del General Barreiro, jefe de la Inteligencia bajo Abrantes y a quien supuestamente estaba subordinado el Departamento MC que dirigía Tony La Guardia.
Pero en realidad, Fidelito fue separado de su responsabilidad como otros miles de cuadros, no por sus indisciplinas ni por sus relaciones con los rusos perestroikos, sino como parte del proceso de control de Raúl Castro y las FAR sobre la sociedad cubana.
Fidel había perdido toda capacidad de control sobre el aparato de Gobierno y cedía ante todas las depuraciones que hizo Raúl, así como a su embestida para controlar primero el aparato político y de seguridad y luego el económico.
Lo demuestra que a poco de caer enfermo el dictador, todos los otros nombrados en su carta de entrega del poder y varios ministros y viceministros fueron cayendo uno tras otro: Carlos Lage, Ricardo Alarcón, José Luis Rodríguez, Carlos Valenciaga, Felipe Pérez y más aún, sin la más mínima protesta de Fidel, más bien con su apoyo.
La pregunta que habría que hacerse es cómo siendo tan celoso del poder, qué pudo haber obligado a Fidel a ceder a Raúl el control en todo desde 1989, incluida la destitución de su hombre de máxima confianza, su ministro del Interior y la de su hijo predilecto de un alto cargo que no lo comprometía con la represión ni en fracasos económicos, pero le daba amplia visibilidad nacional e internacional de cara a una futura sucesión.
La única posible respuesta: en el proceso de la causa No.1 contra el general Ochoa y el coronel Tony La Guardia, la CIM pudo comprobar que Abrantes patrocinaba la actividad de narcotráfico de Tony La Guardia con la aprobación del mismísimo Fidel.
Desde entonces Fidel fue un rehén de Raúl Castro y no le quedó más remedio que ceder todo el poder. Por eso, desde entonces, Fidelito había perdido toda capacidad de jugar algún papel en la lucha por el poder, aunque su caída no le llegó hasta 1992, tres años después.
En cualquier caso este "suicidio" ocurre en un mal momento para el castrismo y, hasta hoy, deja sin respuestas algunas preguntas muy importantes, como la de cuáles fueron las causas de su depresión, y por qué teniendo antecedentes suicidas —se dice que primero lo intentó con un arma de fuego— lo tenían en un cuarto piso sin protección contra su vida.
Aunque sin una aparente relación directa con el actual cambio de presidente, este episodio y sus circunstancias no pueden desligarse de la histórica lucha interna por el poder entre los Castro y pone de relieve, al igual que la protesta de Olga Salanueva por la exclusión de tres de los Cinco de la lista de diputados, la descomposición general que está padeciendo el castrismo y su incapacidad para mantener un mínimo de coherencia e interés en el compromiso de los antiguos leales al fidelismo.