La crisis económica y de valores, y los caminos sin salida, han provocado en Cuba un aumento dramático del alcoholismo. Sin embargo, a pesar de lo extendido de este mal, muchas personas desconocen opciones para la rehabilitación como los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA).
Raymundo Ramírez, de 83 años, natural de Matanzas, bebió durante 47 años, desde los 15 hasta los 62. Ahora lleva 21 años sobrio gracias al grupo de AA de Santa Fe, La Habana.
"Comencé a beber a los 15 años y no paré hasta los 62, cuando apenas me quedaba vida. A pesar de ser un borracho malcriado, pude estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de La Habana y al triunfo de la revolución graduarme como técnico de motor y fuselaje. Llegué a ocupar buenos cargos en unidades militares y en el Aeropuerto José Martí, pero la bebida siempre terminó estropeándolos", cuenta.
Raymundo vive ahora cada minuto con alegría, porque a los 62 años tocó fondo y lo perdió todo. Parecía que su turbulenta existencia concluía ahí, pero gracias a las terapias del grupo se salvó.
"En Cuba existen actualmente en todas las provincias grupos de AA", comenta Raymundo. "Pero la persona hasta que no toca fondo no reconoce que es un enfermo y que necesita atención. Por eso en el grupo se recalca la importancia de que cada alcohólico toque fondo, porque es donde comienza la dura batalla de todos los días. Conseguir 24 horas sin beber es un logro muy grande, de ahí nuestro saludo de grupo: 'Solo por hoy no beberé'".
El AA de Raymundo se llama Renacer y cuenta con más de 50 miembros. En la Isla, decenas de estos grupos ayudan a personas atrapadas por la bebida, aunque —al igual que el problema del alcoholismo— reciben escasa atención de la prensa oficial.
"En La Habana existen muchos grupos de AA", comenta Beltrán, encargado del local y quien lleva cinco años sin beber. "Los más antiguos son Plenitud, Doy amor con el corazón, Fe, Nuevo Horizonte. Pero el primero que se fundó en Cuba es Sueño, que radica en Centro Habana”.
Beltrán es un hombre de mediana edad, canoso y con sobrepeso. Confiesa que fue médico intensivista y perdió el título cuando en una borrachera diagnosticó erróneamente. Gracias a Dios, aquel paciente sobrevivió, pero a él no lo dejaron continuar ejerciendo.
"Nadie imagina cuántos abogados, médicos, funcionarios del Estado, militares y policías, están presos en las garras de ese vicio, que es la peor droga del mundo porque es autorizada y con una industria enorme", opina Beltrán. "Además, es una enfermedad sin cura, porque el alcohólico hoy es alcohólico siempre. Y no es pesimismo, es una realidad, en la confianza viene la recaída, que casi siempre se lleva la vida".
"Existen tres tipos de fases en la enfermedad: el bebedor social, el bebedor fuerte y el bebedor problema", continúa el encargado del grupo Plenitud, de Santa Fe. "Para el fin de año se organizan actividades en todos los grupos, que comprenden conferencias, conversatorios y seminarios sobre temas importantes, porque para estas fechas de festividades se incrementan las tentaciones para las personas en rehabilitación".
"También celebramos, pero sin alcohol, los resultados de las terapias y los logros individuales, porque de verdad es un motivo grande para festejar poseer un organismo libre de alcohol", añade Beltrán.
Cuando Raymundo Ramírez tocó fondo, hace exactamente 21 años, un mes y dos días, perdió su matrimonio, su hogar, su familia y su empleo como jefe de la base de transporte del Wajay.
"Todavía me duele, en el alma aquello", reconoce. "¡Cuánto hice sufrir a mi esposa, a mis hijos! ¡Cuánto problemas me busqué en el trabajo! Llegaron a decirme Kickboxer, porque me enredaba a piñazos con cualquiera, por cualquier cosa".
"El problema del borracho comienza por creer que es una persona agradable y que todos lo quieren. Después comienza a dejar de bañarse, de afeitarse y a caer en la falta de respeto. Luego viene la etapa del robo y la estafa para buscar la botella. Le sigue la terrible inseguridad de no saber que hizo durante la borrachera y entonces aparecen las pesadillas, el delirio, el caos", lamenta.
"Pasé por todo eso. Ahora que estoy sano, tengo un dicho personal que repito a los alcohólicos nuevos que llegan al grupo, que es una especie de lema: 'Solo conoce el peso del muerto el que lleva la caja', para no olvidar jamás lo que se carga cuando entramos en una recaída".