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Religión

Las religiones afrocubanas crecen y con ellas los retos medioambientales

'Las autoridades deben encontrar la solución a un problema ambiental, de educación y salud', dice una ecologista.

La Habana

"Hoy no tenemos espacio… ¿Dónde pongo una ofrenda? ¿Dónde le puedo rendir pleitesía a la madre naturaleza?", se quejó a la agencia IPS el babalawo Víctor Betancourt, quien ha trasladado gran parte de sus actividades de Centro Habana a una casa con amplios terrenos que compró en el barrio periférico La Cuevita, una zona verde en la cual hasta hay un riachuelo.

Betancourt se refería a la pérdida de zonas verdes en la ciudad, que afecta a las prácticas de las religiones afrocubanas, en crecimiento constante en Cuba.

Ese poco acceso a entornos naturales crea problemas para los religiosos y para las ciudades, donde surgen conflictos.

Betancourt dio sus declaraciones a la IPS después de presidir un culto especial para confirmar la fe de 20 babalawos, la mayoría jóvenes, de La Habana y las ciudades orientales de Holguín y Santiago de Cuba.

El grupo de hombres se reunió alrededor de una ceiba. Al ritmo de los tambores y cantos y rezos en lengua yoruba, uno de ellos sacrificó un pollo a Oggún.

"Compré esto (la casa) para poder brindarle un sacrificio al árbol, porque tengo la naturaleza aquí. Pero hay quien no tiene esa posibilidad", explicó el babalawo.

Betancourt, quien preside la institución Yoruba Ifá Iranlowo e integra la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, prepara a sacerdotes de Ifá, y aconseja a las y los practicantes respetar la sanidad pública en las ciudades.

"Ante todo, se debe ir a los textos sagrados e interpretar lo que plantean", dijo. Criticó que en la actualidad existen muchos sacerdotes falsos que desconocen la religión y la usan como vía de lucro. "Debemos mandar las ofrendas a los lugares que realmente las necesitan, pero al mismo tiempo contribuir a la ecología".

"No puedo poner en una esquina (el cadáver de) un animal a que se pudra porque estaría en contra de la sanidad pública", añadió Betancourt, quien vive entre Cuba y México, mientras viaja a menudo también a Estados Unidos, para actividades vinculadas con su religión.

María Cuesta es la primera mujer ordenada en Cuba como Iyaonifá o sacerdotisa de Ifá, algo que durante siglos solo fue permitido a los hombres y revolucionó en los pasados años 80 la comunidad de creyentes.

"La ecología la rompe más la humanidad con los desechos de sus casas que con la religión, aunque no quito que haya religiosos que también afecten", valoró Cuesta, que hoy es la guía espiritual de 36 personas.

Lamentó que muchos trabajadores de la higiene pública y la población en general no suelen recoger los ebbó (ofrendas) por temores infundados.

"No sé por qué a esta altura la gente le tiene miedo… piensa que le va a hacer daño a quien lo recoja… Se puede colocar una ofrenda hoy en una esquina y mañana mismo quitarla", dijo.

El cuidado ambiental salió en 2017 y 2018 entre las recomendaciones que anualmente emiten babalawos cubanos a través de la Letra del Año.

La última Letra, publicada el 3 de enero, causó polémica porque algunos religiosos la consideraron demasiado conveniente para los intereses del Gobierno, una crítica que ha recibido rutinariamente la Asociación Cultural Yoruba de Cuba.

Por primera vez, el diario oficial Granma replicó este año la Letra, que indicó que Yemayá, la divinidad del mar, gobierna 2018 junto con Eleguá.

Justo la protección del mar centra el trabajo de la bióloga Ángela Corvea, quien coordina desde hace 15 años el proyecto de educación ambiental Acualina.

"Las ofrendas forman parte de la contaminación marina junto a las múltiples basuras mal depositadas", lamentó la activista, que organiza recogidas masivas de desechos en las costas del oeste de La Habana.

"Todo lo que se bota mal en tierra, cuando llega al mar se transforma en desecho marino", explicó esta partidaria de lograr un acuerdo entre el respeto a las creencias religiosas y la naturaleza. "Muchas personas suelen dejar las ofrendas en bolsas de plástico, que no se biodegradan y van a parar al mar", apuntó.

La científica explicó que las frutas y los cadáveres de los animales lanzados al mar son devueltos a las costas por las olas y corrientes marinas. "Todo eso se pudre en las costas y playas… donde coinciden zonas de baño de la población", continuó.

A su juicio, "las autoridades tienen que velar por encontrar la solución a un problema ambiental, de educación y salud".

Otros ambientalistas consultados por IPS también lamentaron la ausencia en el país de una ley de protección animal, que permita regular y llegar a acuerdos sobre los sacrificios. Y especialistas añadieron que tampoco se ha promulgado una ley de culto, que beneficiaría a todo el campo religioso.

"El factor religioso tiene que ser tenido en cuenta a la hora de estructurar las políticas en los complejos asuntos ambientales", opinó Enrique López Oliva, experto en sociología de las religiones. "En el caso de las afrocubanas, están más insertadas en los problemas por su vinculación histórica con la naturaleza", concluyó.

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