El diario Granma se hace eco de una noticia: "Directivos de las principales compañías de cruceros del mundo y autoridades cubanas discuten en La Habana sobre las oportunidades para ampliar las operaciones de ese tipo de embarcaciones en nuestro país".
Nueve presidentes de las más prestigiosas empresas de cruceros del planeta se reúnen con las autoridades del régimen, auspiciados por la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros, la Asociación de Cruceros de la Florida y el Caribe y la agencia de viajes Havanatur. Según señala Frank Del Río, consejero delegado de la estadounidense Norwegian Cruise Line Holding, "la industria de los cruceros apoya que Cuba se mantenga abierta como destino".
Con este planteamiento por delante, convendría hacer algunas puntualizaciones.
No cabe duda que el tráfico de cruceros es una vía muy importante para el desarrollo del turismo. Las principales potencias del sector lo saben y por ello, le dedican especial atención. Se trata de una actividad que va creciendo en sus cifras de año en año, en todo el mundo y que tan solo en el curso de una década ha duplicado en crecimiento al número de viajeros.
En España, por ejemplo, el número de cruceristas en la primera mitad de este año duplica la cifra de hace diez años y las previsiones señalan que el ejercicio cierre con 8,8 millones de pasajeros. La asociación internacional de líneas de cruceros, conocida por sus siglas en inglés como CLIA, señala que en todo el mundo fueron 24 millones. Lo importante es, según los analistas, que todavía queda margen de expansión en la industria.
La razón que lo explica es que el mercado de los cruceros continúa siendo relativamente pequeño con relación a otros modelos de turismo. En ese sentido, los 24 millones de cruceristas del mundo tan solo suponen el 2% de los 1.300 millones de turistas a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de Turismo. En el caso de destinos especialmente importantes de capitales como Barcelona, los 1,1 millones de cruceristas en tránsito en la ciudad representan solamente un 3% de los 34 millones de pernoctaciones hoteleras que registra la ciudad durante un año. En Cuba la cifra de este año se acerca al 2,8%, según datos oficiales.
Cuba quiere incorporarse a este mercado. Lo hace, como en otros muchos ámbitos, sin estrategia, lo que probablemente resultará siendo un fracaso.
Me explico.
El turismo de cruceros despierta no pocas críticas. Por un lado, los residentes en las ciudades se quejan de la invasión de turistas, que colapsan espacios urbanos durante el tiempo que se producen las escalas, como destacan desde el colectivo Terraferida de las Islas Baleares, en España. Para esta organización, es "como si llegaran pueblos enteros durante horas, lo que ha supuesto un cambio en los usos de los comercios", pues allí por donde pasan los viajeros del crucero, con la conversión de las fruterías o ferreterías en tiendas de souvenirs y heladerías, crean un problema para los residentes.
Otra crítica es medioambiental. La contaminación que supone la llegada de cruceros a puerto según la asociación Ecologistas en Acción viene provocada por el fuel oil pesado que se usa como combustible por estos barcos, que es 100 veces más tóxico que el diésel utilizado por automóviles y camiones debido a su mayor contenido de azufre. Cuando la operación de atraque dura más tiempo, los efectos pueden ser incluso más graves aún.
Un tercer problema viene como consecuencia del pago de impuestos por atracar, similar al impuesto por pernoctación en un alojamiento en tierra, y que ha llevado a soluciones como que los cruceros que pasan más de 12 horas en puerto paguen mucho más que los que están menos. Eso reduce los tiempos planificados en busca de plazas más baratas desde el punto de vista fiscal. El impuesto turístico encarece el servicio y muchas compañías se muestran poco favorables.
Tal vez alguien piense que si las autoridades cubanas quieren hacer de La Habana una parada de cruceros, nada lo impedirá, ni siquiera el clima actual de relaciones con EEUU. Vendrán cruceros de otros países. El Gobierno cubano parece estar completamente volcado en facilitar este modelo de turismo de cruceros, a pesar de que las infraestructuras actuales en el puerto de La Habana no son las más adecuadas para soportar este tráfico, y a pesar de que las condiciones del comercio y restauración existentes no van a dar servicio a la llegada masiva de viajeros que se denuncia en los puertos españoles.
El crucerismo no solo vive de historia, cultura, arquitectura, las bellezas naturales del país y el carácter amistoso de sus habitantes. Esto ya se da por hecho. Si las autoridades comunistas creen que con eso van a convertir La Habana en puerto de atraque, están equivocados. Ni siquiera esa posición privilegiada de la Mayor de la Antillas a la que se refiere Malmierca puede ser suficiente.
Si se pretende que las cuatro compañías que prestan servicios actualmente, Carnival Cruise Line, Royal Caribbean Cruise Line (RCCL), Norwegian Cruise Line Holding (NCLH) y Pearl Seas LLP, mantengan sus operaciones, habrá que acometer reformas en profundidad, mucho más complejas y difíciles que las tradicionales denuncias del "bloqueo" impuesto por EEUU.
Me refiero a ese amplio programa de desarrollo de la infraestructura portuaria que se anuncia en Granma, destinado a potenciar el turismo de cruceros en los distintos puertos del territorio, cuando es bien sabida la escasa atracción que el régimen castrista muestra hacia la inversión y los equipamientos, que se sitúan por debajo del 10% del PIB de forma sistemática, frente a porcentajes superiores al 20% en el resto de América Latina.
Además, con un déficit público desbordado superando el 11% y una limitación evidente al acceso a los mercados internacionales de financiación y deuda, va a ser muy difícil que otros asuman el coste de estas infraestructuras portuarias si el régimen no las pone en marcha.
Y luego, cuando los cruceristas bajen a la ciudad, ¿qué es lo que van a comer y dónde?
Este artículo apareció en el blog Cubaeconomía. Se reproduce con autorización del autor.