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Sociedad

El cuño de la era soviética perdura en los cubanos

Aún lidian con viejos aparatos y autos, nombres y malas copias gubernamentales de leyes, prácticas económicas y burocracia.

La Habana

Pablo Guzmán estudió Ingeniería Electrónica en la antigua Unión Soviética. Ahora sobrevive como cuentapropista arreglando electrodomésticos en su casa en Jaimanitas. Es uno de los miles de cubanos que pasaron cinco años de su juventud en la URSS, cuando el campo socialista era el principal soporte del Gobierno de Fidel Castro, y hoy guardan recuerdos agridulces de la "era soviética".

"Soy especialista en aparatos rusos, como los viejos radios Vef, tocadiscos Ilga, ventiladores Órbita, lavadoras Aurika y televisores Krim 218, que aún conserva la gente más pobre y me los trae para repararlos. Me resulta triste ver su estado luego del paso del tiempo", dice Guzmán.

Pastor Pedraza, de La Coronela, fue militar de carrera. "Los soviéticos se presentaban como los héroes y salvadores de la humanidad, la bandera de la paz. Yo los adoraba porque poseían el rompehielos Lenin, 'el más grande del mundo'; las súper producciones agrícolas en Uzbekistán, 'las más extensas de la tierra'; el taller gigante de la fábrica Dzerzhinski, en Ucrania, 'el más grande del planeta'. En 1989 todo ese poder se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos".

"Mi relación con ellos fue de 'negocios'", recuerda Ángel Iribar, de Guantánamo. "Aunque en aquel tiempo había que trabajar para el Estado obligatoriamente, había una rusa, Liudmila, que vendía botellas de vodka y de Ararat en su apartamento en el reparto San Justo. Yo buscaba los 'puntos' y entre los dos hicimos buena plata. Con ella aprendí un poco el idioma: tovarischi, kak dela, joroschó. La fosforera la descubrí con ella, también la grabadora, los jeans... Aquella rusita era la candela".

Las relaciones Cuba-Rusia se establecieron el 6 de julio de 1902, entre el presidente Tomás Estrada Palma y el zar Nicolás II. Uno de los primeros miembros del consulado cubano en San Petersburgo fue el célebre ajedrecista José Raúl Capablanca. Pero estos datos el Gobierno cubano rara vez los menciona; cuenta las relaciones de La Habana y Moscú a partir del triunfo de la Revolución de 1959, cuando contingentes soviéticos comenzaron a llegar a la Isla, primero como asesores militares y luego para colaborar en la implantación de la "dictadura del proletariado" en todas las ramas de la economía y la sociedad.

"Les decíamos 'bolos'", recuerda Mario, exprofesor de la asignatura Marxismo Leninismo, hoy cuentapropista relojero en el paradero de Playa. "Trabajaban de asesores en cualquier cosa. Se notaban enseguida porque eran altos, gordos y colorados, tal vez por la cantidad de fibra que metían. No intimaban con la gente. Pero uno podía conocerlos mejor en los estanquillos, por la cantidad de publicaciones soviéticas que circulaban en aquel entonces. Se leía sobre todo Sputnik y Novedades de Moscú. Cuando ocurrieron la Perestroika y la Glasnost, salieron artículos denunciando los crímenes de Stalin, entonces las recogieron todas y las declararon subversivas".

"Los soviéticos dejaron un cuño en el pueblo cubano que aún perdura", reconoce Raidel Frometa, del Vedado, quien también estudió en la antigua Unión Soviética. "Los nombres Vladimir, Alexei, Katiuska. Los autos Moskvitch y Lada. También en la economía, con un gran burocratismo, que ahora es muy difícil de extirpar, y sobre todo en la copia de muchas leyes y directivas que enrarecieron y aún enrarecen la vida de los cubanos".

Mirando un ejemplar de la revista Sputnik de abril de 1980, salta a la vista la similitud con la prensa cubana actual.

El editorial se titulaba "Época de esperanzas y realizaciones". Conmemoraba el nacimiento de Vladimir Ilich Lenin, el hombre cuyas ideas —decía— "marcaron el desarrollo de la época moderna". La columna del redactor jefe anunciaba el arribo del XXVI Congreso del PCUS y el nuevo Plan Quinquenal. La segunda mitad de la revista eran capítulos del libro Memorias, de Leonid Brezhnev, publicado por la Editorial de Literatura Política, y también varios fragmentos de sus libros Patriotismo, Pequeña tierra, Resurgimiento y Tierras vírgenes, autobiográficos del secretario general del PCUS y presidente del Presídium del Soviet Supremo de la URSS.

No cabe duda de que los soviéticos, a 100 años de la Revolución de Octubre, continúan siendo los padres espirituales del Gobierno cubano. Entonces, se impone que este conmemore la fecha de alguna manera.

"Seguramente retransmiten la película La gran guerra patria", dice Herminio, un trabajador que quedó excedente hace dos años. "O tal vez realicen un acto en el Ministerio de las Fuerzas Armadas, un banquete de altos oficiales con mucho puerco asado, vodka y cerveza. Y al pueblo le distribuirán una lata de carne rusa por persona…", bromea. "¡Ah, aquella carne rusa ya perdida!". Aunque esta idea es solo un espejismo… como la "grandeza" que dejó en Cuba la antigua URSS.

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