Quien por estos días lea el órgano oficial del Partido Comunista cubano no tendrá duda de un clamor universal —mejor, una exigencia— a EEUU para eliminar el llamado bloqueo económico, financiero y comercial. En nota fechada el 24 de septiembre, sin otra firma que la de la agencia Prensa Latina, se informa que el tema "se encuentra entre los temas más mencionados por los mandatarios del mundo en la Asamblea General de las Naciones Unidas". De modo que si se vive en la Isla, sin acceso a internet o prensa alternativa, un cubano cualquiera creería que al "bloqueo" le queda poco.
La (des)información de Granma no habla de otros temas mucho más importantes ampliamente discutidos allí, como el calentamiento global, la crisis en Asia, el terrorismo, Siria, Irán y los acuerdos de desnuclearización. Al cubano simple le parecerá que el tema del "bloqueo" es algo que preocupa y ocupa a la mayoría de los miembros de la ONU. Finalmente, cuando se vote por la resolución de poner fin al embargo y se apruebe como ha sucedido por dos décadas —no es de obligatorio cumplimiento—, en Cuba se podrá hablar de otros asuntos.
La resolución contra el embargo será aprobada por la mayoría de los Estados miembros porque es una opción moral. Cualquier presión unilateral de un país contra otro y cuyo objetivo sea asfixiar la economía y el desarrollo de otro, además de contraproducente, no es muy ético. Es aún menos moral si se trata de una gran potencia contra otra nación más débil. Pero no es una acción ilegal. Cada país tiene el derecho de negociar con quien quiera. Y de prohibir el uso de su moneda, de sus bancos, de restringir sus inversiones en diferentes latitudes. Por esa razón el tema del "bloqueo" no se ha discutido en el Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones sí que son obligatorias.
El primer subterfugio del supuesto dilema bloqueo/embargo está en el significado mismo de las palabras. Un embargo es una sanción parcial, dirigida a frenar el comercio y las relaciones financieras de un Gobierno. No va contra los pueblos, aunque sus efectos sobre ellos sean inevitables. Un bloqueo es un acto punitivo, beligerante, una estrategia de guerra que generalmente precede la intervención militar. La única vez que Cuba ha estado abocada a un verdadero bloqueo fue durante la Crisis de los Misiles de 1962.
En el caso cubano, dado el absoluto control que ejerce el régimen sobre toda la actividad económica y financiera de sus ciudadanos, un embargo al Gobierno funciona como un "bloqueo" a todo un pueblo. Es como quitarle el agua, la electricidad y los alimentos a los secuestradores: los cautivos sufren las mismas penurias que los delincuentes. En tal encrucijada, unos defienden el castigo colectivo y otros, métodos menos generales.
Uno de los objetivos del régimen ha sido sembrar en la mente de todas las naciones la idea de que EEUU bloquea y no embarga al Gobierno. Al menos en inglés, el lenguaje del comercio y la diplomacia, la palabra blockade es mucho más dura, resonante, que el término embargo. Cuando un europeo o el habitante de una antigua colonia oyen la palabra blockade, recuerdan su propia ciudad sitiada, la hambruna y las enfermedades que rindieron a sus antepasados. El éxito de la mutación lingüística de bloqueo por embargo ha sido evidente.
Solidarizarse con un país bloqueado, con la victima condenada a morir de hambre y padecimientos, es lo que hacen los buenos hombres y mujeres del mundo. Visitar la Isla sitiada y trabajar junto a su sufrido pueblo, donarle alimentos, dinero, maquinarias, es lo que daría complementariedad a las ideas y las emociones hacia el país bloqueado. El triunfo del "bloqueo" como contrarréplica es la existencia de miles de grupos de solidaridad con Cuba por el mundo; un lobby no despreciable de académicos, congresistas y hombres de negocios en los pasillos del Capitolio.
La palabra bloqueo es aún más útil dentro del país. El cubano de a pie, desinformado y convencido a través del proceso de indefensión aprendida, cree en el "bloqueo" como causa y consecuencia de todos los males que lo golpean sin piedad. Al "bloqueo" atribuyen todas las desgracias, desde el cambio de pollo por pescado en la carnicería hasta la inverosímil capacidad de crear tormentas y sequías.
Aunque cada día menos cubanos se creen el cuento, es el único cuento en el que se pueden inspirar para seguir viviendo encerrados entre cuatro paredes de agua.
Es también la única esperanza: cuando el "bloqueo"termine, Cuba se va desarrollar de manera acelerada, sustentable. No importa si la línea del horizonte es cierta. Sirve para caminar, y eso es lo importante. Por eso para la prensa radial, televisiva y escrita cubana, estos días son de mucha laboriosidad: insistir creativamente (sic) en esas matrices de opinión, aunque sean contradictorias y fácilmente refutables.
Pero Liborio, leyendo el diario Granma en una cola más, sentado en el contén, podría preguntarse: ¿y si el "bloqueo"no desaparece nunca? Tanta miseria y tanto sufrimiento, ¿será hasta que a los americanos les dé la gana?