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Clima

Los camagüeyanos acaparan cuanto pueden para enfrentarse al huracán Irma

'Cuando el Ike la comida se perdió', recuerda una vecina. El Gobierno refuerza la presencia policial en las calles.

Camagüey

La proximidad de Irma ha desatado una fiebre de acaparamiento entre los camagüeyanos, temerosos de que el devastador huracán cause estragos en la provincia, en "fase de alarma ciclónica" junto a Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Holguín, Las Tunas, Ciego de Ávila y el municipio villaclareño de Caibarién.

Pese a las informaciones oficiales sobre evacuaciones y preservación de bienes, los pobladores de Camagüey sienten miedo. Largas colas se repiten en las tiendas y bodegas para comprar alimentos, especialmente leche, pan y galletas, productos de aseo personal, velas para los esperados apagones y toda clase de artículos que pueda escasear luego del paso cerca de la costa norte de la Isla del peor huracán formado en el Atlántico.

También los puntos de ventas de gas licuados son asediados por quienes temen un gran desabastecimiento. Los temores no son infundados. En una coincidencia lamentable, nueve años después se repite el paso de un huracán un 8 de septiembre, día de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba.

En 2008, Ike azotó con categoría dos la desprevenida urbe camagüeyana, que no tenía percepción del riesgo, ya que desde 1962, cuando el ciclón Flora, no era afectada por un gran huracán.

"No pudimos comprar velas para los apagones cuando el Ike y estuvimos tres días sin luz aquí, en Camagüey, pero mi familia de Camalote estuvo a oscuras casi un mes", recordó Yenisey de 26 años. "Me voy para la casa de mis padres que es más segura y me llevo mis pertenencias principales. Aunque dragaron el río, no me confío, puede que se desborde".

"Cuando pasó Ike aquí volaron las tejas de la Sala Polivalente y la gente corrió para cogerlas sin importarle el peligro", dijo Juan, de 45 años y vecino del Reparto Garrido, mientras aseguraba el techo de su vivienda.

"Yo no me voy a evacuar, no voy a perder lo poco que tengo, que nunca más lo voy a recuperar", añadió y siguió claveteando.

Por su parte, María, un ama de casa de 65 años, iba apurada, cargada de bolsas. "Me dijeron que sacaron velas en la Cinco Esquinas. Ya compré pan, mortadella y queso. Lo que se avecina es de anjá. Recuerdo que con el Ike la comida se perdió y hasta por vender pizzas te metían preso. Que Dios nos proteja".

"Yo no cojo lucha", dijo sin embargo Rafael, de 52 años. "Ya yo compré dos 'rifles' (botellas) y con los socios del barrio nos vamos a dar unos tragos. Total, no va a pasar nada, nosotros ni nos vamos a enterar, un poco de agua y ya".

Los revendedores han aprovechado el pánico para aumentar el precio de los productos. Por ejemplo, algo tan sencillo como las bolsas de nylon, que habitualmente cuestan en la calle un peso, están a dos.

En general, la orientación dada por las autoridades es que las personas se autoevacúen a domicilios de familiares y amigos, y se aprecia solidaridad en el ofrecimiento entre conocidos para pasar juntos el huracán en lugares seguros.

El Gobierno no ha reforzado la venta de alimentos ni de productos normados. En contraste, se observa un gran movimiento policial, al parecer para prevenir saqueos de las tiendas del Estado, sobre todo las llamadas "recaudadoras de divisas".

La transportación aérea, por ómnibus y trenes ha sido suspendida.

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