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Opinión

La beca, el exilio y el hombre nuevo

'Las becas formaron hombres desobedientes, con muchos recursos para sobrevivir en cualquier escenario gracias a tener pocos valladares emocionales y éticos.'

Miami

En recientes declaraciones a la radio extranjera y en relación a quienes emigran de la Isla, la hija de uno de los líderes de la revolución cubana ha dicho que "a pesar de haber elevado el nivel cultural del pueblo cubano, todavía hay gente ingenua que se cree los cantos de sirena". Continúa argumentando contra los emigrados que los de la Isla piensan que al llegar a EEUU, Ley de Ajuste mediante, van a alcanzar el sueño americano de manera expedita. Y concluye con esta joya de inconsciente acusador: "Es una cosa impresionante cómo pueden confundirse todavía algunas personas con esto".

Sucede que el pueblo cubano de nuestros días no es un pueblo culto. Podría ser una población altamente instruida, pero no culta. La cultura no se posee, se ejerce. Es un proceso de decantación de saberes, no una sumatoria de estudios. El ejercicio de la cultura implica absoluta libertad para buscar información, reproducirla, y propagarla sin más limitación que la cordura y los medios para hacerlo. En pleno siglo XXI Cuba está prácticamente desconectada de internet, la población solo tiene acceso a periódicos oficialistas, canales de televisión y radios nacionales, y sus bibliotecas públicas están desactualizadas, en ruinas. Del mismo modo, tampoco tener todas esas condiciones hace per se, culto a un pueblo: EEUU es un buen ejemplo de ello.

Es precisamente del Norte desde donde la hija del guerrillero refiere los cantos de sirena. Omite el detalle de que tales coros vienen de los cuatro puntos cardinales del planeta, y no engañan a nadie: Ítaca ya no existe más. La mayoría de los retenidos en la isla-nave se destaparían los oídos y saltarían gustosos al agua, así mismo, "incultos" y "confundidos"; ellos quisieran, también, ser como esta Odisea viajera que miente a medio mundo: "átenme al mástil revolucionario… pero por favor déjenme oír esa música que tan bien suena".  

La rebelde por herencia nos recuerda una época que ella misma vivió, cuando miles de adolescentes llenaron las becas —ESBEC, IPUEC, Lenin, y Camilitos— de la Isla. Para favorecer la entrada a estas escuelas, lejos de la familia y del barrio, se diseñaron uniformes elegantes; las aulas, los teatros, laboratorios y predios deportivos fueron proveídos con todo lo necesario; a los maestros se les hicieron tentadoras ofertas de salarios.

Aun así, el rigor de estudio y trabajo, y la separación de los padres por una semana, fueron mucho para aquellos semi-niños. Entonces tuvo que ser la coerción: el que se iba de la beca para una escuela de la calle era un traidor, un blandengue; en la escuela de la calle no se estudiaba bien, el nivel de los maestros era inferior, y los planteles carecían de libros e instrumentos. Para colmo, decían que las carreras universitarias estaban reservadas para los becarios. La beca lo era todo; la calle, garantía del desastre.

Pero quienes dejamos las becas porque nos expulsaron o nos arriesgamos a "perderlo todo", sufrimos una suerte de choque: cuánta falacia y mala intención hubo en aquella propaganda que limitaba escoger los propios pasos. Sí, "la calle" podía ser más dura. Pero ningún guía te levantaba para ir al campo o a las clases, nadie chequeaba las tareas, los profesores faltaban, y a veces los libros escaseaban. Ser responsable del futuro propio tenía, para cualquier adolescente, una motivación superior: el inconfundible y al mismo tiempo ambiguo aroma de la libertad.

Algo parecido sucede al dejar la beca-isla y llegar al exilio-calle. Tras una propaganda mendaz, los "desertores" de la isla-beca pueden sufrir un colapso inicial: hay matices, tonos, sombras y luces. Y a veces la realidad es demasiado dura como para renunciar a conquistarla.

Del lado de acá no hay sindicato para defenderte, ni expediente laboral, ni dirigente del Partido a quien rendir cuentas. No hay carros "asignados" ni cuota de gasolina. No hay vanguardias, ni asambleas para otorgar televisores, ventiladores, casas en la playa. En la Calle-Exilio tienes trabajo hoy, y mañana puede que no. El nivel de salud y de instrucción, así como la cultura y el deporte depende de cada individuo, de cada familia. Pero mientras trabajes y obtengas el salario que mereces y deseas, puedes tener acceso a todo lo que han prometido y jamás han cumplido o cumplirán.

Curiosamente, una parte importante del llamado "hombre nuevo" cubano vive hoy fuera de la Isla, en Miami, Madrid, Ciudad de México, Estocolmo y Luanda. Las becas, paradójicamente, formaron hombres desobedientes, con muchos recursos para sobrevivir en cualquier escenario gracias a tener pocos valladares emocionales y éticos. Son sus fortalezas y al mismo tiempo sus debilidades, aprendidas desde temprano en las madrasas comunistas: no hay confusión posible cuando se sabe qué es la libertad y cómo luchar por ella.

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