En el país domina la resaca del post. Se vive después de algo ―después de alguien, para decirlo mejor―, aunque todo parezca inmóvil. La Cuba post Fidel Castro se finge la misma de antes, pero realiza nuevas operaciones en el discurso y en el mercado. El proyecto personalista se recoloca en pos de un fin, la sobrevida del sistema, y tantea así, como un ciego en casa ajena, a ver ―ya se sabe que no puede ver― si topa al fin con la puerta de salida.
Domina la resaca del post porque Fidel, casi muerto durante la última década, era una esfinge vigilante en alguna atalaya de La Habana. Fidel, post de sí mismo, era un argumento simbólico de longevidad. Por eso hay resaca, porque ahora hay que reconstruir el repertorio. Eso explicará Martín Peláez en su artículo "Fidel está vivo y comestible", una divertida exploración de la sobrevida del líder que acaba motivando el menú de un restorán de provincia.
La otra estrategia, reciclar la institucionalidad, ha llegado tarde. El Parlamento vuelve al Capitolio en una operación de legitimidad semejante a la que estimuló su salida del edificio. Se fue porque el empaque simbolizaba la República; regresa porque la República evoca la firmeza de las instituciones.
Los rumores de reformas electoral y parlamentaria no rebasan algunos círculos. La Cuba de potenciales migrantes y enajenados políticos aún no se apropia de la discusión. Lo va a demostrar Lianet Fleites en su reportaje "¿Qué Cuba necesitan los cubanos?" y además en el artículo "La nación imaginada y la nación del éxodo".
Una perspectiva complementaria traerá Carmen Hoyo en su indagación sobre las próximas elecciones municipales, única brecha que permitiría el acceso de otros actores políticos. A Carmen le ha interesado, además, la crisis económica del país en 2017. La conexión de estas vicisitudes financieras con el relevo generacional de la clase política será el tema de su segunda colaboración con este dossier.
En su comentario "Cuba, la nación sin rostro", Adonis Yunior Santos coloca al Parlamento cubano en el quirófano. El mismo escalpelo aplica a la vocación castrense del régimen en otro texto, titulado, en el mismo estilo apelativo, "Cuba, ¿eterna plaza militar?".
Adonis Yunior aportará además otro ingrediente: la crónica "El curioso caso de estar despierto".
Este dossier quiere adentrarse en la resaca con todos los recursos. Por eso Lianet Fleites también concurrirá con "Temblor", una crónica que relata peripecias en el mercado negro cubano.
La sensación del después, la modorra del post, es muy vaga. Cuba ha perdido solamente su metáfora más vital. Era, encima, una estampa ya desvaída. El "después de…" parece por momentos tan decisivo que la ausencia de Fidel se siente circunstancial. El post que llegó con la salida del líder incluye ―¿por azar?― la contracción económica, la llegada de Trump ―el enemigo necesario―, el inútil cebo de la Zona de Desarrollo del Mariel para capitales extranjeros, la sucesión apremiante de una generación. El dossier, como el país, se adentrará en el cansancio categórico de esta resaca.
Cuba ha llegado al después. Todavía no hay principio.