Acaba de celebrarse en La Habana la Primera Conferencia Nacional del recién creado Sindicato de los Trabajadores Agropecuarios, Forestales y Tabacaleros. Este gremio surge de la fusión del Sindicato Agropecuario y Forestal con el Tabacalero.
Por supuesto que no se trató de una unión espontánea, ni que respondiera a los intereses de los trabajadores de esos sectores. Como casi todo lo que sucede en una sociedad totalitaria, la decisión vino "de arriba" —como respuesta a los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista—, y no hizo más que confirmar una verdad que todos conocemos: los sindicatos oficialistas cubanos, en vez de canalizar las demandas de los trabajadores, son instrumentos del Gobierno para controlar a los colectivos laborales.
En este caso lo más llamativo es la desaparición del Sindicato Nacional Tabacalero como gremio que representaba únicamente a los obreros de ese sector. Ello es así por tratarse de un sindicato de gran trayectoria dentro del movimiento obrero cubano, sobre todo antes de que el castrismo aplastara las libertades sindicales a raíz del XI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), a fines de 1961.
Por otra parte, el sector tabacalero tiene características específicas que lo diferencian de otras ramas de la economía. Una de ellas es el apreciable nivel cultural de sus trabajadores, sobre todo aquellos que laboran en las fábricas que procesan las hojas para convertirlas en cigarros y tabacos, y que disfrutan del servicio de los lectores de tabaquería, esos personajes que lo mismo dan a conocer una noticia, que trasmiten el contenido de una obra de la literatura universal.
Entonces no es de extrañar que las propias autoridades reconocieran que hubo resistencia entre los tabacaleros ante semejante unificación. Esa actitud se manifestó en varias de las asambleas previas a esta Primera Conferencia Nacional, y que tuvieron lugar en las 707 secciones sindicales del antiguo Sindicato Nacional Tabacalero. Unas asambleas en las que los dirigentes sindicales trataron de "convencer" a los trabajadores tabacaleros de la necesidad de unirse con los agropecuarios y forestales.
El periódico oficialista Trabajadores había recogido declaraciones de Nidia García Berenguer, secretaria general del desaparecido Sindicato Nacional Tabacalero, la cual señaló las opiniones de los tabacaleros respecto a la unificación con el otro sindicato: "Siempre hay resistencia a los cambios. Hubo criterios en contra a partir de dudas e inquietudes que surgieron quizás porque en algunos momentos faltaron argumentos, pero definitivamente eso se corrigió con la participación de todos los factores en los territorios; la respuesta está en que el 83,3% de los afiliados levantó la mano a favor de la decisión"
Dos elementos sobresalen en el referido trabajo periodístico. En primer término no se aclaran cuáles fueron los criterios en contra de la unificación expresados por los trabajadores, y en segundo lugar lo relacionado con el porcentaje de la votación. Cualquiera que conozca las características de la "democracia participativa" cubana sabe que atreverse a votar públicamente en contra de un proyecto gubernamental significa condenarse a estar mal mirado por las autoridades. Probablemente otro hubiese sido el panorama si, en lugar de ser a mano alzada, la votación sobre la unificación hubiera sido secreta.
Durante la citada Primera Conferencia Nacional, el secretario general de la CTC, Ulises Guilarte de Nacimiento, ponderó lo que consideró "la tradición patriótica y revolucionaria" de los tabacaleros, la cual haría que mantuvieran el sentido de pertenencia a su nuevo sindicato.
¡Qué iluso es este Ulises! Si antes, cuando tenían su sindicato para ellos solos, los trabajadores tabacaleros no se entusiasmaban por el carácter oficialista del gremio, mucho menos será en lo adelante, en una mescolanza que a nadie va a representar.