La situación que ha dejado el huracán Matthew en Guantánamo, especialmente en los municipios San Antonio del Sur, Imías, Maisí y Baracoa, es dramática. Los pobladores de la zona calculan sus pérdidas, pero para muchos la cuenta es rotunda: todo.
"El viento acabó con mi casa aun siendo de mampostería. Esta parte está irreconocible", comentó una vecina de Baracoa mientras lloraba.
Un pescador de la zona de Playitas de Cajobabo relató por su parte que cuatro hermanos, vecinos suyos, estaban en desacuerdo con la orden de evacuación del Gobierno, por lo que firmaron un documento que liberaba de toda responsabilidad por posibles muertes a los efectivos de la Defensa Civil.
"Pero alrededor de la 1:00 de la madrugada entraron en pánico y montaron los refrigeradores y televisores en balsas de madera y, metidos en el agua del mar, que ya cubría las casas hasta la mitad, salieron a buscar refugio. Un árbol le cayó encima a la balsa y ellos tuvieron que dejar todo atrás, de lo contrario hubiesen muerto".
En el malecón de Baracoa, varios afectados contaron sus vivencias.
"La puerta casi la derriba el impacto de una teja de fibrocemento, y las persianas, que había clavado para evitar que el viento se las llevara, salieron volando y todo se mojó. El televisor quedó destrozado al igual que todo lo demás, el balcón fue derrumbado por el mar y para qué hablar de la escalera", dijo un vecino.
En las zonas más alejadas del centro de la ciudad los daños fueron aún mayor.
"Si las casas de mampostería quedaron en el suelo, imagínate todas estas que son de madera. De la mía, por ejemplo, no quedó nada de nada", afirmó una mujer. "En esta parte de Baracoa, al igual que en otras partes, ya no sirve nada, y realmente no sé si algún día nos podamos recuperar de la crisis que ha dejado el huracán", añadió.
La mayoría de los entrevistados prefirió mantenerse en el anonimato por temor a que el Gobierno tome represalias y les niegue ayuda.
Tras el paso del fenómeno natural, algunas personas intentan reparar sus viviendas con esfuerzo propio y otras están a la espera de las brigadas gubernamentales.
"Al día siguiente del huracán los vientos todavía eran fuertes y así mismo traté de rescatar tejas para reparar el techo de mi casa porque, por mi condición de opositor al Gobierno, supongo que no recibiré ayuda alguna", dijo Randy Caballero Suárez.
"En Baracoa están sin corriente desde hace varios días y en esta parte hace dos días que la pusieron pero se va frecuentemente", añadió.
En el caso de las comunicaciones, se ha mantenido funcionando la telefonía móvil, pero no la fija.
Para cargar las baterías de sus teléfonos celulares, muchos vecinos acudieron a las gasolineras estatales (CUPET) donde funcionan grupos electrógenos, pero luego "los militares lo prohibieron", señaló Yamiris Castillo, residente en Baracoa.
"Menos mal que luego decidieron dejar que en las panaderías, donde hace apenas dos días restablecieron el fluido eléctrico, la gente cargara los teléfonos", añadió.
Los vecinos señalaron una alta presencia de militares en Baracoa, incluidas fuerzas especiales.
Una madre, entretanto, se quejó de la falta de leche y pan para los niños. "No tiene que ver con la falta de corriente porque en las gasolineras, donde se vende en divisas, había pan y leche", criticó.
Además "están vendiendo paquetes de galleta que están por debajo de la norma y así mismo cuestan 25 pesos (cubanos). Eso es una falta de respeto y, más aún, de conciencia", agregó.
Otro tema que preocupa a los baracoenses es el anuncio del Gobierno de que tendrán que pagar el 50% del costo de los materiales de construcción para reparar los daños de sus viviendas.
"Parce mentira que nos vendan esos materiales para reparar nuestras casas. Yo no tengo cómo costear eso porque cobro solo 158 pesos (menos de siete dólares) y, sacando cuenta de todo lo que tengo que arreglar, creo que moriré en un albergue", dijo un jubilado.