Alan Gross, el subcontratista que estuvo cinco años encarcelado en Cuba por llevar tecnología para la conexión a internet a la comunidad judía, visita Miami para participar en una conferencia sobre cómo expandir el acceso de la red en la Isla. El Nuevo Herald recoge declaraciones que realizó a su llegada.
"El acceso a la información es un derecho humano. Internet es una de las vías para acceder a la información. Eso es lo que ha pasado en Cuba. El sistema que tienen allí ha impedido el desarrollo de la mente de los cubanos porque no tienen acceso a la información", comentó a su llegada el viernes.
En la conferencia Cuba Internet Freedom, organizada por la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB) —una entidad gubernamental que dirige Radio y TV Martí— y que se celebrará el lunes y martes como parte de la Social Media Week, Gross participará en un panel dedicado a internet como un derecho universal.
En la Isla, los medios de prensa estatales han publicado que la conferencia se centra en el "uso subversivo de internet en Cuba".
"La internet no es una herramienta subversiva del Gobierno de Estados Unidos", ripostó Gross. "Tres mil millones de personas se conectan diariamente alrededor del mundo... ¿Por qué no pueden hacerlo 11.3 millones (de cubanos). ¿Tú crees que 3.000 millones de personas están tratando de subvertir al Gobierno cubano? No".
Gross trabajó en 54 países en distintos proyectos de desarrollo y viajó a la Isla en cinco ocasiones como subcontratista de la firma privada Development Alternatives, Inc. (DAI), que a su vez había obtenido financiamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para brindar "apoyo humanitario" a grupos de la sociedad civil cubana, en particular a la comunidad judía.
Pero el Gobierno cubano, que controla estrechamente la internet, lo acusó de intentar "destruir la revolución" y lo condenó a 15 años de cárcel.
"Lo que hice enfureció al Gobierno cubano, pero hay 11,3 millones de personas que viven en la Isla que deberían estar furiosas con el Gobierno por no darles acceso", opinó.
Desde el inicio, Gross ha insistido en que no era un espía. "Si lo hubiera sido hubiera regresado a casa mucho más rápido. Yo no usé lo que se conoce como 'discrete sim cards' (una tecnología para enmascarar las señales) en mis actividades" —aunque un documento publicado por el National Security Archive demuestra que tenía intención de hacerlo si lograba expandir el proyecto inicial.
Él asegura que el Gobierno cubano sabía que no era un espía porque el expresidente Jimmy Carter se lo comentó durante una visita. "El presidente Carter me dijo 'Alan, Raúl Castro sabe que tú no eres un espía'. Le pregunté '¿cómo sabes esto?'. 'Él me lo dijo', me contestó".
Carter habría aprovechado entonces para pedirle a Castro que le dejara llevarse a Gross pero este se negó aduciendo que si lo hacía, "se metería en problemas. ¿Suena a alguien que está en control de un país?", se preguntó.
Nacido en Nueva York, Gross, de 67 años, perdió 110 libras en el hospital militar donde lo mantuvieron prisionero, aunque algunos visitantes comenzaron a llevarle salami el último año, recordó, la única carne que comió durante los cinco años que estuvo allí. Sin que se le preguntara, afirmó que "regresaría a Cuba sin pensarlo dos veces" debido a su gente.
Al regresar a los Estados Unidos, sorprendió a muchos cuando comenzó a apoyar la política de acercamiento a La Habana.
"Mi posición no viene de ningún supuesto Síndrome de Estocolmo. No soy un gran fan de mis captores", aseguró.
"Luego de 50 años de una política fallida no logramos que cambiaran, así que, ¿por qué tenemos que continuar haciendo esto? Vamos a relacionarnos, vamos a hacer algo distinto. Solo ellos pueden cambiar su sistema, pero nosotros no tenemos por qué hacer nada que impida que ellos lo hagan. Nosotros queremos que el Gobierno de Cuba deje tranquilo al sector privado, entonces el Gobierno de Estados Unidos debe hacer lo mismo: deshacerse del embargo, permitir que los agricultores privados tengan un mercado en Estados Unidos", opinó.
Al mismo tiempo, destacó algunos pasos que ha dado el Gobierno de Cuba (por ejemplo la extensión del sector privado) pese a que advirtió que continuará haciendo declaraciones "beligerantes" contra Estados Unidos.
"No pueden dejar el pasado, pero internet es ahora legal", señala. Asimismo, ha visto una correlación entre medidas tomadas por el presidente Obama, como la liberación de los viajes familiares y las remesas, y el desarrollo de ese sector privado que, con el tiempo, podría convertirse en un mercado emergente si el Gobierno cubano elimina trabas aún en pie, como la prohibición para la libre contratación de los trabajadores.
"Tienen que aterrizar en el siglo 21", opinó.
A casi dos años de su liberación, como parte de negociaciones que incluyeron el canje de tres espías cubanos por un agente de inteligencia cubano que trabajó para Estados Unidos, Gross se considera más "generoso" con la actual Administración que su esposa, Judy Gross.
"Mi familia vivió un infierno pero seamos realistas: había unos cuantos temas en la mesa del presidente, más allá de este americano cautivo en Cuba… (El Gobierno de) Cuba no es una amenaza para Estados Unidos, ellos son sólo una amenaza para sí mismos. El presidente estaba lidiando con Irán, Corea, Rusia, ISIS, asuntos de vida o muerte, de manera que, sí, tomé el asiento trasero. ¿Estaba contento con eso? No. Si intento intelectualizarlo es comprensible y la realidad es que me trajeron de vuelta a casa", concluyó.
Asimismo destacó el papel de la candidata presidencial Hillary Clinton, quien al momento de su arresto era Secretaria de Estado.
"Solo es el presidente quien puede tomar la decisión final y creo que ella fue la que comenzó las conversaciones entre ambos gobiernos. Decir que ella no hizo todo lo que pudo para sacarme de ahí es simplemente incorrecto. Ella hizo mucho, se reunió con mi esposa muchas veces y nosotros no le hicimos ninguna donación a la Fundación Clinton", dijo.
Gross enfatizó que "nunca" pensó que moriría en Cuba, "ni por un minuto. Yo sabía que iba a regresar a casa" pese a que durante su encarcelamiento se consideró como "un prisionero, un rehén de dos gobiernos".
A nivel personal, dijo, "nada vale lo que pasé, pero en el gran esquema de las cosas, me convertí en un catalizador de un proceso que creo es irreversible y es positivo".