Back to top
Opinión

'Pioneros por Cuba, seremos como Martí'

¿En qué momento los pioneros se convirtieron en una cantera 'pura y dura' de jóvenes comunistas?

Miami

El pasado martes 14 de junio una niña cubana recibió los "atributos" —pañoleta de color rojo— que la elevan a un nivel "superior" dentro de la organización infantil cubana llamada Organización de Pioneros José Martí (OPJM). Me había comentado desde La Habana, emocionada, que la noche previa no iba a poder dormir; soñaba con el momento en que la maestra o el jefe de los pioneros le cambiarían la pañoleta delante del "colectivo". Han escogido este día de junio por el nacimiento de Ernesto "Che" Guevara.

Las emociones de una niña de apenas ocho años me hicieron recordar las generaciones nacidas poco antes o después del triunfo de la revolución de 1959. Esos "pioneros" sin conciencia de sus actos que fueron los primeros en usar pañoletas y saludar la bandera cubana reverenciando al comunismo y a un extranjero. Lo que más recuerdo de aquellos primeros pioneros era el azul y el blanco de sus pañoletas —como el color de las franjas de nuestra bandera—, que muy pocos sabían hacerse el nudo correctamente, y se comían las puntas mientras esperaban en la fila del comedor o alguien daba una perorata.     

Entonces no había Palacio de Pioneros, Campamento de Tarará, círculos de interés o acampadas pioneriles en el Parque Lenin. Tampoco congresos pioneriles con niños recitadores. Aún eran pocos los niños "combativos" que para destacarse iban donde la maestra y delataban al amigo porque todavía ser "chiva" no era un honor. Pero la Revolución cumplía la palabra de hacer escuelas en los cuarteles —Columbia fue Ciudad Libertad—, y también convertir las enormes casas de Miramar y del Vedado, "abandonadas" por sus propietarios, en colegios improvisados. No había niño en toda la Isla sin escuela. Casi ninguno sin pañoleta. Muchos Testigos de Jehová y contrarios al régimen que se negaron a usar el distintivo pioneril sufrieron burlas y rechazos. Pero aún se respetaban las decisiones de los padres.

Los papás, por muy desafectos del régimen que fueran, debían admitir que el Gobierno se las gastaba todas con los educandos. Era una anunciada labor de adoctrinamiento que quedaba minimizada cuando los niños recibían uniformes buenos y baratos, zapatos, libretas, libros y lápices gratuitamente. Los maestros muchas veces eran muchachos jóvenes, inexpertos, un poco manisueltos; sin embargo, rara era su ausencia en el salón de clases. En las escuelas había todo tipo de implementos deportivos y se practicaba cualquier deporte en áreas especiales. Y había desayuno, dos meriendas, almuerzo  e incluso cena en los llamados seminternados.   

¿En qué momento los pioneros se convirtieron en una cantera "pura y dura" de jóvenes comunistas? ¿En qué año los niños empezaron a decir como un juramento "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che" mientras saludaban la enseña nacional? ¿En qué año desparecieron las clases de artesanía, la enseñanza de idiomas, de música y fueron sustituidas por círculos de estudio pioneriles para discutir los discursos del Máximo Líder? ¿En qué instante no primaveral desaparecieron el refresco Son, los masa reales y las galleticas Sire del recreo?      

El gran dilema de los ideólogos pioneriles actuales es que para entregar ese mensaje de prosperidad y esperanza, para que penetre en la conciencia de los pioneros actuales y prenda en sus corazones inocentes, hacen falta pruebas, evidencias de que viven en el mejor de los mundos posibles. No bastan pasteles patitiesos ni celebraciones fingidas, programadas. Los niños cubanos de hoy —como sucedió a sus padres y abuelos— oyen loas y consignas en la escuela, en la radio y la televisión, pero viven otra experiencia en sus propios centros escolares donde no hay maestros o pocos, mal preparados, y aun peor pagados.

No hay libretas, lápices, ni pupitres cómodos. Niños que si tienen más de siete años todavía esperan sentados por el vasito de leche prometido. No se trata de una pobreza digna, estimulante, de resistencia enérgica y conscientemente asumida. Se trata de una terca imposición, de sufrir abismales contrastes en una sociedad que insiste en venderse justa y equitativa, y la realidad es que unos tienen mucho y otros muy poco aunque usen la misma pañoleta y juren fidelidad al comunismo y al Che todos los días.  

Otro reto de la Cuba futura será destejer esa telaraña de oscuridades históricas, medias verdades y mentiras totales con la cuales han crecido y aún crecen las nuevas generaciones. La mayoría de los niños de la Isla podrían pensar que la construcción del socialismo y el jubiloso comunismo es una tarea que depende de sus manos tiernas y que, como creyeron sus padres y abuelos, está a la vuelta de la esquina. Que Patria, Socialismo y Revolución son una Santísima Trinidad indisoluble, sin la cual Cuba no podrá ser independiente ni feliz. Y que estar en la OPJM más que derecho es un deber con la Patria. 

Parecerá algo nimio, pero lo primero será devolverles a los niños la infancia verdadera, que no tiene colores ideológicos. La educación gratuita y generalizada no debe ser una justificación para el adoctrinamiento político. No sé si a esta altura de la historia moderna sería sano hablarles a los niños de comunismo y del Che. Pero lo que si sé es que primero se les debe hablar de una Cuba plural, multiétnica, tan diversa en ideas como en aspiraciones individuales; de que la historia no comenzó en 1959 y tampoco acaba allí; hablarles mucho de quien fue el padre Félix Varela, y de José Martí, no del busto que deben reverenciar cada mañana como un héroe de piedra, sino del hombrecillo frágil, poeta, incansable amador, quien como cualquier apóstol entregó su vida sin disparar un solo tiro contra sus enemigos.

Hace muchos años un conocido sacerdote cubano me comentó con angustia que en vez de decir "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che", los niños cubanos deberían decir "Pioneros por Cuba, seremos como José Martí". Pioneros por Cuba, toda, sin distinciones de razas, ideologías, religiones o preferencias sexuales. Niños por Cuba y como José Martí es lo que vendría bien a todos los pequeños cubanos de todas las épocas y lugares. Eso bastaría para que padres y abuelos no sintieran vergüenza propia y ajena, y no tuvieran que bajar la cabeza en cada matutino escolar.                 

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.