Desde 1959, la ocupación de empleada doméstica ha sido una de las que más se ha relacionado en Cuba con la idea de "explotación del capitalismo". Tal vez por eso, cuando comenzaron a reaparecer en la vida cotidiana se las llamó con eufemismos que se mantienen hasta hoy. El más difundido es "la señora (o muchacha) que me ayuda en casa".
"Si las sirvientas desaparecieron después de la Revolución, no creo que haya sido por mucho tiempo", opina Raquel, de 38 años. "Siempre ha habido gente dispuesta a pagar para que le hagan las labores domésticas".
Raquel recuerda un compañerito de su aula en la primaria que tenía doméstica en la casa. "Es verdad que no era muy usual, pero en esa casa sí había una empleada. El padre del muchachito era marinero y la mamá no disparaba un chícharo. La señora que tenían lo hacía todo, hasta recoger a mi amiguito de la escuela".
La situación en estos días parece ser la misma, excepto que hay más empleadas o son más visibles.
"Hace unos años era más difícil encontrar familias con criadas", apunta Raquel. "Ahora cualquiera que tenga un negocito o que la familia le mande dinero del extranjero puede pagarse una".
Lo que dicen las domésticas
El trabajo como empleada/o doméstica/o está entre las actividades por cuenta propia autorizadas por el Gobierno. Pertenece al régimen simplificado, por la cual no es necesario hacer declaración jurada al final del año.
Según lo establecido, este tipo de trabajadora/o debe pagar 30 pesos (moneda nacional) mensuales en impuestos y 262.50 pesos trimestrales de seguridad social. Es una de las actividades con las tasas impositivas más bajas. Así y todo, la mayoría de quienes la realizan prefieren hacerlo sin licencia.
Los empleadores rara vez quieren hablar de las tareas que imponen o los salarios que pagan a los empleados domésticos, predominantemente mujeres. Pero muchos de estos trabajadores no tienen reparos en hacerlo.
"¿Quién dijo que 35 o 40 CUC (pesos convertibles) al mes es mucho dinero?", pregunta Oneyda, de 54 años. "Es verdad que es más que un salario de los que paga el Estado, pero no es nada fácil ganárselo".
Oneyda fue contratada por una familia para hacer la limpieza y la comida tres veces a la semana. "La casa era inmensa y la limpieza no era 'pasar el trillo'. Había que tirar agua y dar cepillo cantidad. Yo terminaba molida cada vez que iba".
Para colmo, las tareas de Oneyda se fueron incrementando con el tiempo. "En la casa había un anciano postrado, que no me tocaba, pero un día lo bañé, para ayudarlo, y la tarea se me quedó".
Oneyda terminó lavando y planchando la ropa del anciano, bañándolo, cortándole el pelo y las uñas. "Todo eso además de la limpieza, que era lo que habíamos hablado al principio la dueña de la casa y yo".
Finalmente, Oneyda dejó el trabajo, pues no le pagaban más y las tareas iban en aumento. "Pero hay gente que ha pasado lo mismo que yo y no se van. Ni siquiera se quejan para no perder el trabajo".
Uno de esos casos es el de Mariela, una licenciada en Optometría. Tiene menos de 40 años y podría estar trabajando en Salud Pública, pero prefirió servir como doméstica porque el salario era mayor.
"Me pagan 70 CUC al mes, que puede parecer mucho dinero para algunos, pero me lo sacan del lomo de verdad", comenta.
Igual que en el caso de Oneyda, a Mariela la contrataron para limpiar y cocinar en una casa enorme donde vive una familia de cuatro personas. A ella también las tareas le fueron aumentando mientras el salario siguió estático. "A veces hasta cobro menos, porque supuestamente hago menos horas. Pero cuando la dueña me llama para que cuide a las niñas de noche, no me lo paga aparte".
Mariela es ahora la doméstica y la niñera de unas muchachitas que exigen que sea ella quien les haga la comida y las lleve a la escuela. "Con el cuento de que las niñas no quieren a nadie más, me tienen enganchada. Es verdad que les tengo cariño, pero a veces siento que me cae todo encima de la cantidad de detalles por hacer", reconoce.
"La peor parte es aguantarle los malos tratos al marido de mi empleadora. El tipo es muy desagradable conmigo, lo he tenido que ver hasta en calzoncillos. Y ni siquiera es él quien paga, es ella".
Xiomara, una jubilada de 68 años, lleva trabajando de empleada doméstica desde que se retiró.
"He tenido de todo", refiere. "Empecé en casa de unas amistades porque la muchacha estaba pasando un embarazo difícil. No podía hacer muchas cosas, ni cuidar bien a su hijo mayor, así que fui a ayudarla".
Esta experiencia fue buena para Xiomara. "Son buenas personas y no abusaban de mí ni me pedían demasiado, solamente lo que habíamos acordado".
Luego, Xiomara ha trabajado en otras casas. "De una me tuve que ir porque cada día aparecía algo nuevo y no me pagaban más", asegura. "Hay gente que se cree que por 40 CUC tienen una mula de carga", se queja.
En estos momentos, Xiomara limpia varias casas en días diferentes de la semana. "Trabajo todos los días, pero en casas distintas. Así es mejor, nadie se cree que soy de su propiedad".
Aunque tiene varios achaques propios de la edad, Xiomara no piensa dejar de trabajar como doméstica. "El retiro no me alcanza y no tengo familia que me ayude. Ahora mismo se me rompió el refrigerador y los casi 100 CUC que me cuesta el arreglo no hay manera de que salgan de mi chequera".
Ni contrato ni sindicato
Ninguna de estas tres mujeres ha firmado un contrato con sus empleadores, todos los acuerdos son de palabra. Eso facilita que los límites se muevan hasta incluir cualquier tipo de tarea que no estaba previamente pactada.
"Supongo que para exigir un contrato tendría que tener licencia", dice Xiomara. "Pero imagínate, de contra que lo que te pagan es poco, si pago licencia ahí sí que no me da la cuenta".
Lo mismo opinan Mariela y Oneyda. Además, razona Oneyda, "aunque pagara licencia no hay un sindicato que me defienda si los empleadores abusan de mí, así que es lo mismo".
Se supone que los trabajadores por cuenta propia con licencia tienen derecho a la sindicalización, dentro de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC), por supuesto. Sin embargo, ese derecho no ofrece ninguna garantía a estas mujeres.
"Sería un sindicato como todos los del país, controlado por la CTC", explican. "¿De cuándo a acá la CTC defiende de verdad a los trabajadores?", ironiza Oneyda.
La posibilidad de crear un sindicato independiente, que realmente represente los intereses de sus afiliados, parece una broma a las tres mujeres.
"¿Un sindicato sin que lo controle la CTC?", pregunta Xiomara. "La verdad es que eso me parece de fantasía. No, mijita, este trabajo seguirá siendo como es. Si no te gusta, lo dejas, pero olvídate de los derechos".