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Economía

A medio siglo del idealismo guevarista

A pesar de toda la propaganda oficialista, es indudable que Ernesto Guevara es el gran olvidado en la Cuba actual.

La Habana

Aunque ya desde los años 1963 y 1964 Ernesto "Che" Guevara compartiera su labor como ministro de Industrias con la redacción de artículos sobre la estrategia económica que debía seguir la revolución cubana, no será hasta 1965, casi a punto de iniciar su aventura en el Congo, que escribiría la obra que prácticamente sintetiza su pensamiento.

Nos referimos al breve ensayo El socialismo y el hombre en Cuba, aparecido en el semanario uruguayo Marcha en marzo de ese año. Además de tratar, entre otros, los temas referidos a la moral, la política, la labor del Partido Comunista, el trabajo con los jóvenes, y el papel que le correspondía jugar a la vanguardia artística, el malogrado guerrillero privilegia en estas páginas dos asuntos que lo obsesionan: la relación masa-gobernante, y la advertencia para que no se usaran métodos capitalistas en la construcción de la nueva sociedad.

Guevara insiste en que la masa en Cuba no constituye una suma de elementos que actúan como un manso rebaño, sino que se trata de un conjunto de individuos que se someten a un proceso consciente de autoeducación. Y aunque reconoce que siguen sin vacilar a sus dirigentes, especialmente a Fidel Castro, lo justifica al apuntar que "el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas".

El denominado "debate económico cubano" de los años 60 tuvo como principal protagonista al Che Guevara. Su sistema de Financiamiento Presupuestario, que se oponía a otros métodos de dirección de la economía que tomaban en cuenta ciertos mecanismos de mercado, y que cobraban auge en las naciones comunistas de Europa oriental, fue enfrentado por varios especialistas cubanos y extranjeros. Entre los primeros sobresalieron Marcelo Fernández Font (entonces presidente del Banco Nacional), y Carlos Rafael Rodríguez (que dirigía el Instituto Nacional de Reforma Agraria). Entre los foráneos destacó el economista francés Charles Bettelheim.

El guerrillero argentino-cubano abogaba por un férreo centralismo económico que apenas concediera autonomía a las empresas, por la preeminencia de los estímulos morales sobre los materiales, rechazaba la existencia de la Ley del Valor en el socialismo, y no veía con agrado que los empresarios trabajaran atraídos por conceptos como la ganancia y la rentabilidad. Una de sus máximas favoritas era la siguiente: hay que crear riquezas con la conciencia, no conciencia con las riquezas.

En El socialismo y el hombre en Cuba, Guevara reafirma las concepciones que había expuesto durante el debate económico. En uno de los párrafos más conocidos de este ensayo, escribe que "persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida".

Sin embargo, la vida se encargó de demostrar que esas "armas melladas del capitalismo" son esenciales para el buen funcionamiento de cualquier economía. En la propia Cuba, no obstante haber prevalecido en determinados momentos algunos de los postulados del Che, los gobernantes debieron acudir a ciertas palancas del mercado cada vez que la economía amenazaba con colapsar. Así sucedió a mediados de la década del 70, y después, durante el "Periodo Especial" en los años 90.

¿Y qué decir ahora con los cambios económicos implementados por Raúl Castro?  De ser auténticos los restos de Guevara que se guardan en el mausoleo de la ciudad de Santa Clara, es probable que esos despojos no hallen sosiego debido al rumbo antiguevarista que toman los acontecimientos en la Isla. A pesar de toda la palabrería que emplee la propaganda oficialista, es indudable que el Che Guevara es el gran olvidado en la Cuba de nuestros días.

El ensayista Fernando Martínez Heredia, una especie de talibán de línea dura en el seno de la intelectualidad nacional, escribió lo siguiente con motivo del cincuentenario de ese ensayo y su reedición por el Centro de Estudios Che Guevara: "Hay que decir que el pensamiento del Che está como suspendido en una región brumosa, separado del fervor que siguen despertando su actuación, su trayectoria y su ejemplo".

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