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Sociedad

¿Con qué juegan los niños en Cuba?

'Papá Noel o los Reyes Magos parecen haber renunciado a este país en el que todo es un problema.'

La Habana

Cada vez se hace más difícil divertir en Cuba a los más pequeños. Los pocos parques y otros centros recreativos existen solo para exhibir su creciente deterioro. Y, al no existir suficientes lugares para el sano esparcimiento y el entretenimiento, los padres no tienen otra opción que distraer a sus hijos comprándole juguetes.  

Pero Papá Noel o los Reyes Magos parecen haber renunciado a este país en el que todo es un problema. Algunos niños los esperaban en enero, otros lo siguen esperando y en las semanas de receso y en vacaciones los esperan en vano, rehaciendo las carticas. Conservan aún su inocencia, que poco a poco se va desvaneciendo, esperando que los funcionarios encargados de surtir las tiendas de juguetes dejen de estafar a  sus padres.

Los juguetes en Cuba se han convertido en un artículo de lujo, cada vez más costosos y de exigua calidad. Resultan un negocio redondo para el Gobierno, que invierte muy poco en China comprando los artículos plásticos más baratos que encuentra y que luego  comercializa, apelando al sentimentalismo de los padres, a precios increíbles. Tan malos son esos juguetes que no parecen haber pasado el control de calidad en sus fábricas. Son, en resumen, una verdadera estafa.

Sin embargo, de vez en cuando se encuentran en las tiendas cubanas juguetes raros y valiosos, de  prestigiosas compañías como  Disney, Mattel, Fisher Price, Peg-Perego y Chicco. Son juguetes exclusivos que llegaron a las vidrieras de una única y mística forma, porque no son los productos chinos que habitualmente se comercializan. Estos son juguetes  de verdad, que sustrajeron de alguna donación de las muchas ONG y que, en lugar de entregarse en escuelas y hospitales infantiles, terminan a precios exorbitantes en las tiendas en moneda dura, de los hoteles mayoritariamente.  Ejemplo de esto son algunos  personajes de dibujos animados, construidos  de material hipoalergénico y con su sello de autenticidad de las tiendas Disney Pixar, como los que pueden encontrarse en la juguetería del hotel Tritón, en Miramar. (Algo similar sucede con las medicinas de las donaciones extranjeras, pero eso es tema para otro artículo.)

En ocasiones hasta los directivos y dependientes de esos establecimientos multan los precios  e ignoran las rebajas, y hasta comercializan las mermas, co mo ocurreen la juguetería de la calle Obispo, la de la Galería Amazonas, de 23 y 12,  y de la Plaza Carlos III, donde, entre otras irregularidades, una muñeca ostenta precios distintos según sea la tienda.

En Cuba cada vez hay menos juguetes, y al Gobierno le conviene seguir importando juguetes y venderlos como espejitos a los indios. De ahí la desaparición de la producción nacional que antes lideraba la fábrica Juguemil, que hacía las muñecas Doroteas y Lilis, tan demandadas por las niñas cubanas. No existe ya el propósito socialista de racionalizar para disfrute de todos, con su sistema de cupones, también bastante injusto. Y habría que preguntar qué fue de la promesa inicial, demostrada con las avionetas de combate que sobrevolaban la Sierra Maestra y lanzaban juguetes a niños que jamás habían visto uno, enviándole un mensaje rotundo a toda la nación: ahora el Rey Mago es el Estado.

Abundan  los casos de padres profesionales que, víctimas de los bajos ingresos, no pueden regalar un juguete a sus hijos. Y no hablemos de padres con menos posibilidades. Todo parece indicar que tanto los Reyes Magos como Papá Noel  sufrieron un fuerte despido. Hay entonces que depositar la confianza en artesanos clandestinos que trabajan con plástico de depósitos de basura, hule de cable eléctrico, plomo o latón, y reinventan lo más parecido a juguetes de módico precio adquiribles en el Zoológico, en el Acuario o en los decadentes parques de diversiones que aún persisten, como el antológico Jalisco Park, al que dejaron solo en la aún vigente canción de Carlos Varela.

Ya no solo es el dónde jugarán los niños lo que se pregunta en Cuba, sino con qué jugarán. La situación es tal que para encontrarle salida es preciso esperar a que los caprichosos infantes del Gobierno terminen de jugar a los soldaditos en su isla de juguete.

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