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Historia

Discriminación y desobediencia civil en la República de Martí

Varios estudios sobre la racialidad cubana critican la obra de José Martí sobre los afrodescendientes. ¿Por qué?

Santiago de Chile

¿Deben eliminar los afrocubanos de hoy a José Martí como símbolo en una probable lucha pacífica contra la discriminación que sufren? Esta es la pregunta que quisiéramos responder en las líneas que siguen. Por supuesto que un tema trascendental, como el que aquí tratamos, no se reduce a los afrodescendientes, y así lo pensó el poeta.

Un sector de la academia norteamericana

Desde mediados de los noventa del siglo pasado, varios estudios con respecto a la racialidad cubana iniciaron un proceso de críticas a la obra de José Martí sobre los afrodescendientes en la Isla. El proceso pronto se convirtió en una tendencia que ha influido en autores relevantes, entre ellos intelectuales de la raza llamada a luchar en primera línea contra la opresión que sufre todavía en el siglo XXI.

En un listado incompleto de dichos y obras, sobre todo porque evitamos a una legión de repetidores o a quienes desde la academia norteamericana pretenden el "desguace" de Martí, comenzaremos por un volumen insoslayable de Aline Helg, quien incluye al poeta en lo que se ha denominado "mito de la democracia racial" en la Isla. Aunque Helg afirma que el político fue uniquely progressive [singularmente progresista] y que sobresalió entre los pensadores blancos antirracistas latinoamericanos en los finales del siglo XIX, define: "el mito eximió a la élite blanca de compensar por la explotación de la esclavitud y permitió mantener a los negros en baja escala social a pesar de su rol en la victoria de la guerra de independencia".

Si a veces lo analiza en conjunto con otros escritores nacionalistas y lo enrarece, Ada Ferrer se transformó en la más influyente académica en lo que respecta a proponer a un Martí que tuvo a las razas por trascendidas, noción que reitera en libros y ensayos y también la dice en un documental a Henry L. Gates. Dar las razas por trascendidas significa silenciar, abandonar y en definitiva oponerse a los más acuciantes intereses de los oprimidos con ancestros en África. Es más o menos lo mismo que ser parte del mito. Derivada de lo anterior, surgió la concepción de una república martiana postétnica, que hace suya otro puñado de autores. Ferrer, entre incursiones de parecido talante, sostiene que el líder y otros excluyeron a las mujeres from symbolic birth of the nation [del nacimiento simbólico de la nación]. Porque carecemos de espacio para responder punto por punto, solo recordamos las alusiones del poeta a la combatividad de Mariana Grajales.

Desde antes de publicar Una nación para todos, texto irreemplazable en la historiografía cubana, Alejandro de la Fuente ya era parte de la tendencia crítica que se iniciaba. Si en el volumen aludido escribió nociones que consideramos problemáticas, fue en un ensayo posterior donde señaló al independentista como legitimador de un "discurso [racial] fundacional hegemónico", y además atribuye "excommunicatio" en Martí acerca de los negros.

Al unísono, y después de estos y nuevos abordajes, se han publicado criterios que vale mencionar. Un estudioso de cuya importancia para el conocimiento de la historia y la cultura nacional nadie duda, llegó a expresar, en sugerencia crítica al artículo "Mi Raza", que la equality dentro de aquellas estructuras raciales promised to institutionalize racism [la igualdad prometía el racismo institucionalizado]. Sin embargo, pierde de vista Louis A. Pérez que ni una sola vez la palabra igualdad, con espacios de vaguedad y a la que Martí suele colocarle compañía para reforzar su significado, aparece en "Mi Raza", donde el vocablo "derecho", sin embargo, se recalca en doce ocasiones.

Cuando habla de igualdad le busca frecuentemente compañía. Así escribirá "igualdad rigurosa", "igualdad plena", "igualdad entera", "igualdad completa". En "Cuba: Discurso sobre la Identidad", ensayo problemático respecto a Martí, pero brillante en diversos sentidos, el afrocubano Enrique Patterson no deja de lado la centralidad del derecho en la reivindicación racial.

Alternativa a la lucha de clases marxista

Luego de casi veinte años de investigación, uno de los resultados a que llegamos fue el siguiente: Martí desarrolló una teorización sobre la desobediencia civil como alternativa a la lucha de clases marxista, la cual, además de "echar a los hombres sobre los hombres", no parece servirle para resolver, en la práctica, la discriminación, una  preocupación  muchas veces literal del político isleño. Por ello contrapone "el remedio blando" a la violencia estructural en el marxismo que lo "espanta".

No titubeó en criticar a los elementos conservadores que sustituyeron mediante las armas al colonialismo español en Hispanoamérica, donde, en efecto, poco cambió la condición de las masas oprimidas. Y prevé similar circunstancia en Cuba, reiterando que la independencia no beneficiaría sustancialmente la situación de los cubanos en la más baja escala social.

Fuera de la Isla existe hoy reticencia a hablar positivamente acerca de Martí, debido a la crítica exacerbada, principalmente, por parte de cierto sector de la academia norteamericana.

El asunto de la "resistencia" en la república, como también la llamó Martí, aparece de forma implícita y explícita en cartas, artículos y apuntes, identificada como un instrumento que él calcula universal. En sus apuntes escribirá una aproximación eficaz, incluso en nuestro siglo, sobre la desobediencia civil en la democracia e incitará más de una vez a los afrocubanos a ponerla en práctica en la era postcolonial.

Martí se pregunta por qué no se organizan los pueblos para las campañas sociales, como lo hacen habitualmente para las políticas, y subraya que son las sociales las que generan o determinan a buenos o malos pueblos.

De sus palabras se extrae que la campaña social resulta imprescindible a la vida misma del hombre en civilización. En su época, como en la nuestra, una campaña es el conjunto de actos o esfuerzos de índole diversa que se aplican a conseguir un fin determinado. "Un pueblo que no reclama sus derechos es una entidad estancada, sin libertad", prescribe, y medita además sobre el enriquecimiento psíquico que provee la realización de estas campañas, asunto abordado por Gandhi y Luther King.

Un hombre precariamente humano

Durante años no conseguimos responder la siguiente incógnita con filo de guillotina: ¿cómo delinear a un político que organiza una guerra calificada por él mismo de "perdida" para las clases o grupos que, en su opinión, seguirían bajo opresión económica y falta de derechos? ¿Se resuelve en sus letras esta suerte de oxímoron?

Durante nuestra indagación, encaramos el problema que generaba esta aparente contradicción en las palabras martianas y en la historia: mientras un sector de la academia en Estados Unidos construía y construye a un Martí más racista contra los negros, más insólita aparece su alianza con los afrocubanos.

Bien mirado, al negro se le expone como una anomalía desde el punto de vista social y político, pero ello además cuestiona, en el fondo, la humanidad misma del hombre con raíces en África. Se intenta que traguemos que no defendió sus propios intereses, a pesar de haber sido y ser oprimido como ningún otro en la Isla.

¿Puede considerarse precariamente humano a cualquiera que acepte una alianza que en primer lugar abre ancha puerta a la muerte y no exija una vía de mejoramiento social si salía con vida de la contienda?

Cuando la crítica arguye que el poeta manipuló, engañó, amansó o escamoteó intereses a sus compatriotas de raza negra, lo sustancial no está en que critique a Martí, sino que precarice la humanidad de los afrodescendientes. Lo que se nos oferta es un sujeto inerte o despachado de la historia.

Junto con las, a veces crueles incidencias contra la raza en la guerra de 1868, no resulta difícil colegir que el negro o mulato libre que concurrió al campo de batalla y el esclavo ávido de su liberación son diferentes, sobre todo por su experiencia, a los que acuden al llamado de 1895. En este período cesó oficialmente la esclavitud y España adoptó disposiciones en favor de la raza que, al menos, pusieron el tema de la discriminación sobre el tapete. Por cierto, Rebecca J. Scott, en  La emancipación de los esclavos en Cuba, informa de un activismo notable antes del 95 contra la opresión racial en la Isla, un asunto apenas estudiado.

Lo que intentamos demostrar son los espacios de maniobra con que contaba entonces el afrocubano, a la par de una experiencia que imposibilitaba cualquier engaño, aun cuando, despreciando toda prueba histórica constatable, Martí hubiera pensado engañarlo. El poeta antepuso las necesidades de sus compatriotas y legó la herramienta propicia dirigida a resolver en la práctica sus derechos, asunto que repitió en tantas ocasiones como ningún otro cubano hasta hoy, en la historia nacional.

Por tal motivo, no se conoce que haya trascendido alguna discrepancia entre el líder y un grupo enfáticamente interesado en el tema de la discriminación. Lo trataron con diaria asiduidad y desde luego lo conocieron mucho mejor que otros posteriores representantes de la raza. Intelectuales afrodescendientes comprobaron que la alianza con el político no solo se convirtió en un hecho antirracista, sino en escalón  teórico con desembocadura práctica para su emancipación en la República, y no les faltó razón. Es entonces cuando la guerra y la alianza adquieren una lógica aplastante.

Antecedentes de la desobediencia civil

Martí vivió en Estados Unidos entre 1880 y 1895, porción del Gilded Age caracterizada por la actividad de múltiples movimientos sociales y políticos que vertieron en la prensa incontables anhelos y teorías.

Algunos historiadores suelen dividir este período en radicalismo, populismo, ascenso de los sindicatos, progresismo, socialismo… Cada una de estas corrientes ancha, multicolor, polémica. Era tanto el afán de cambio que Martí recurre, en mayo de 1883, a una descripción con aliños humorísticos: "andan a quién reforma más, y más de prisa, por no ser tachado de poco reformador".

El poeta se asoma a este formidable debate y comienza a seleccionar las posiciones que le parecen más permanentes, donde entrevé, por supuesto, un futuro para Cuba. Son debates, pero al mismo tiempo son "movements", es decir, intervenciones —marchas, huelgas, turbamultas— que marcan entonces la realidad social y política de la república norteña.

Tan temprano como en el ocaso de 1881, testimonia la lucha pacífica de electores por limpiar los comicios estaduales y municipales de la corrupción imperante. Admira  la "grandeza de la rebeldía" y el "hermoso empuje" con que se alzan, al fin, contra los que "comercian con su decoro y beneficio".

Detenerse en el vocabulario que ocupa Martí, brinda atajos de interés. Son los buenos ciudadanos quienes protagonizan "la noble rebeldía", y además "reúnense en clamorosos meetings". "Conciértanse" en el proceso, o lo que es lo mismo, discuten qué hacer, acuerdan y planifican los sucesos venideros. No describe en general un movimiento espontáneo ni de inspiración o fines violentos ni limita escenarios ni instituciones. En Filadelfia —escribe también en 1881— la base del partido republicano "resiste" contra la cúpula corrupta.

Temprano comienza a utilizar una noción de interés para delinear al hombre que anhela: un "creador de sí" dotado de potencialidad colectiva. Paradójicamente, el origen podría estar en slogan muy zarandeado: "self made man", que él subvierte.

Martí denomina a los esfuerzos por acabar la corrupción "despertar el pueblo a la conciencia y uso de sí". Tal despertar aparece como capacidad y disposición de actuar con conocimiento: "ruin será el hombre, y pobre en actos, mientras no se sienta creador de sí y responsable de sí y providencia de sí mismo". La ausencia de esto último fomenta la cobardía, laxa el carácter e impide el desenvolvimiento natural del espíritu humano. La descripción se corresponde principalmente con un hombre de paz, acción y decidido, que junto a otros se moviliza en pro del cumplimiento de sus derechos.

Estos conceptos lo ayudarán a redondear nociones de desobediencia civil que se reforzarán en el contexto específico del negro cubano. El hombre que se crea a sí mismo, mientras resiste en la paz y la democracia de la república norteña, señala una naturaleza de ningún modo limitada al escenario estadounidense.

El universalismo de tales concreciones cooperaría incluso en identificar lo que no ha sucedido en Cuba luego de 1959: "Crear  intereses [en particular propietarios] es crear defensores de la independencia personal y fiereza pública necesaria para defenderlos". Explicar lo anterior, sobre todo vinculado a la Cuba actual, amerita todo un ensayo. Martí propone la autonomía del individuo como base de la colectiva y ambas en disposición y capacidad de una resistencia civil pacífica.

La república que luchaba habría que reformarla y hasta reformularla luego de la victoria, como la de Estados Unidos, y la desobediencia civil aparece como instrumento crucial de tal proceso. Razón llevan los historiadores que no califican a Martí de revolucionario, sino de reformador.

En su ensayo José Martí y un haitiano extraordinario: Contra el racismo, Luis Toledo Sande, al igual que Rafael Almanza, Dionisio Poey y otros, sostiene que el independentista sabía que para alcanzar la república moral soñada sería necesario combatir toda discriminación y opresión de unos seres humanos por otros.

Esperanza fallida en la reconstrucción

En sus primeros años en Estados Unidos, el bardo no pone en los afronorteamericanos la misma atención que alborea desde mediados de los ochentas, aunque tampoco falta la observación perspicaz y en especial algo que podríamos llamar "moralidad del negro en Martí", abundantísima acerca de su compatriotas masculinos y femeninos.

Téngase en cuenta que el tema moral pasa a un primer plano negativo en el discurso dominante, según Henry L. Gates, Todorov, Appiah, y Andrew Valls, entre otros. La capacidad del negro de contribuir a civilizar la sociedad a la que ha sido traído, constituye piedra de toque del antirracismo y la moral es un punto inesquivable en esa contribución. "Yo sé de manos de negro que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco", y afirma que afronorteamericanos han logrado fortunas sin las ilegalidades frecuentes en el blanco.

Aciertan críticos al decir que Martí, en poco más de un lustro, no trató al afronorteamericano como sujeto, pero se les escurre que, en estricto sentido, el conocimiento de la actividad de la raza durante el proceso complejísimo de la Reconstrucción, dio sus primeros pasos en la historiografía estadounidense décadas después del siglo XX, y las primacías del mulato y académico W.E. B. Du Bois estuvieron entre aquellos pasos.

Problemáticas opiniones martianas respecto a un cambio de actitud hacia el negro en el Sur tuvieron que ver con diversos factores que hacían de Estados Unidos un caso muy esperanzador por los palpables avances de la raza. Martí testimonió, durante toda su vida en el país, la presencia de afronorteamericanos en el Congreso nacional, no pocos nacidos en esclavitud y uno de los cuales estuvo a pasos de convertirse en vicepresidente del país, de acuerdo con Nicholas Plater en A Black Vice President in the Gilded Age? Escribió asimismo sobre embajadores en Haití, empresarios, estudiantes en Harvard y mencionó graduaciones numerosas de religiosos y una cifra considerable de periodistas. Sugirió la creación de resistencia y vida ciudadana alrededor de las iglesias, y abundó acerca de la raza en los tribunales, además de afirmar la relevancia de la participación de hombres y mujeres negras en votaciones.

La comparación entre la circunstancia de la raza  en Cuba y Estados Unidos en la época que vive Martí en este territorio, cosa que también hicieron intelectuales afrocubanos y hasta norteamericanos blancos, resulta abismal, proporcionalmente, en favor del país del norte, a pesar de la violencia y discriminaciones imperantes. El Partido Independiente de Color (PIC) indagaría los porqués de este abismo que continua en el siglo XXI y del que apenas se habla en la historiografía y en la política nacional.

El bardo comparó implícitamente lo que sucedía entre Estados Unidos y una Isla que, a la altura de 1886, acabaría por desmantelar oficialmente una cruel esclavitud que el artista observó con sustrato de muerte. Si recordamos que fue en los alrededores de 1890 cuando el Sur aceleró la desarticulación de la Reconstrucción, ya para la fecha el poeta ha publicado recias opiniones antirracistas. Sus idealizaciones previas son fruto de una mirada optimista acerca de aquel proceso que imprimió honda huella en la historia norteña.

Como ejemplifican autores norteamericanos de nuestros días, Martí perpetra aquí el mismo error de intelectuales progresistas estadounidenses. Tal vez la muerte de sus esperanzas sobre nuevos avances en la Reconstrucción constituyó una de las razones para crear la frase "vueltas de la preocupación"; o sea, la capacidad de recurrencia del prejuicio y la discriminación, que en Estados Unidos se unió a la violencia condenada por él.

Un libro de 1883

En sus páginas acerca de los Cuentos de hoy y de mañana. Cuadros políticos y sociales, de Rafael Castro Palomino, comenta Martí sus coincidencias con dicho autor, extraíbles de los sucesos que brinda la realidad de Estados Unidos en esos años y ya adelantadas por el poeta.

Para lograr las "reformas más urgentes", cuyo destino es la República, Martí excluye a la "rebelión inculta", ira o violencia, pues ésta acarrea reacción, o lo que es lo mismo, la pelea de unos hombres contra otros, y confía en lo que nada casualmente llama "el triunfo definitivo de la calma activa".

Si la democracia y la desobediencia civil son contextos que acoplan con su personalidad, especialmente dotada para los avatares de la paz, el bardo no plantea efectuar al mismo tiempo un turbión de acciones porque, político al cabo, eso podría romper totalmente el orden desde el nacimiento de la República. Sin embargo, alude en su prólogo, como hemos visto, a las "reformas más urgentes".

Habría que preguntarse si los afrocubanos entrarían en estas reformas. En torno a los Cuentos, el habanero enfatiza en "los visibles y afligentes dolores de los hombres; en las desigualdades injustas de su condición, no fundadas en desigualdades análogas de sus aptitudes". Literalmente no habla de raza negra, pero quien dude que la incluye, sencillamente lee con criterios prehechos.

Así interpretaban los intelectuales descendientes de África en el XIX y se leían, en general, fragmentos martianos donde no se mencionaba expresamente a los negros. En otro segmento proclamará que "los derechos justos pedidos inteligentemente tendrán sin necesidad de violencia, que vencer", pues éste es el "único modo eficaz de mejorar los males sociales presentes". Este "modo", según lo va describiendo, puede legítimamente sustituirse por "método", según reconoció Juan E. Mestas sobre la visión de las huelgas en el poeta.

En una carta a Valdés-Domínguez, de mayo de 1894, entiende como innecesaria la violencia anarquista para conquistar el derecho en un país de república. Y al aludir a los socialistas vuelve a machacar que la no violencia sería su manera de buscar el "equilibrio indispensable en la administración de las cosas de este mundo".

La precedencia del cubano respecto a Gandhi en la teorización de la desobediencia civil, que para el isleño es indefectiblemente colectiva —supera a David Thoreau en este último sentido—, logra realidad en la organización de afrocubanos que se creó en fecha temprana como agosto de 1908, a apenas seis años de creada la República, aunque el proceso comenzó mucho antes.

En el documento fundacional de la entidad, que desembocaría en el PIC, se reclama un país "con  todos y para el bien de todos" y una república que si "no es la de Martí, no sirve", anota el estudioso Fernández Robaina, quien tituló "Martí entre los Independientes" un acápite del libro El negro en Cuba. Destacó asimismo la presencia ideológica del poeta en el periódico Previsión, vocero del PIC. Fernández manifiesta "magníficas pruebas" del conocimiento entre los Independientes de la obra que analizamos.

Historia y presente

Aunque el político cubano conocía en sus generalidades la historia de resistencia contra la esclavitud, particularmente en el norte de Estados Unidos, al arribar al país dedica más tiempo a profundizar esos avatares. El movimiento abolicionista, que tuvo al trascendentalismo como un pilar, lideró un momento culminante de la tradición de disidencia contra el poder en Estados Unidos. Además de lo que le señalaba la pluralidad de esa realidad social y política, la historia de aquel activismo contra la esclavitud le permite comparar pasado y presente y advertir sus similitudes en cuanto a rebeldía civil.

En el tiempo que testimonia y en el pasado, los escenarios y acciones de la lucha civil son múltiples, pues el abolicionismo se produjo en el "meeting", el libro, los periódicos, la iglesia, centros simbólicos de la política y el poder como el Capitolio, pero también en la algarada de la calle y al interior de la familia, es decir, en espacio público y privado.

El habanero se percata de que la actividad abolicionista se produce "en todas partes", y cuando en los noventa escribe a sus amigos negros sobre el advenimiento de la república, sintetiza la desobediencia con un vocablo muy gráfico: "campaña", de igual índole que las campañas sociales, cuya realización o no hace a los pueblos buenos o malos. Pero al hablar de la desobediencia de los afrocubanos, apunta a una futura "campaña redentora y activa" contra los racistas. En corroboración, había escrito en La Nación que los afronorteamericanos "protesten" también "en todas partes" contra la violencia que tenía como centro a las parejas birraciales.

Martí "sueña" su campaña (la llama también protesta y resistencia), "y así verá que la vamos a hacer", escribe a su amigo afrocubano Juan Bonilla. No propende solamente un espacio digamos total, sino también una total incidencia en el tiempo. Por ello, al delinear a un periodista ecuatoriano reconocido por no acudir en ningún caso a la violencia, escribió que "a quien merme facultad alguna de las que puso en el hombre la naturaleza", lo que significa derechos humanos, o "posesión de todo lo real del derecho humano", "¡guerra como la de Proaño! ¡Guerra de día y de noche, guerra hasta que quede limpio el camino!". Por supuesto que guerra es una metáfora, pues en verdad se refiere a una campaña.

Anotó niveles de violencia discutidos en nuestro siglo por estar contenidos en la desobediencia. De tal manera escribió que "tunden con sus garrotes los feligreses de Henry Ward Beecher", y trae también a colación que el mayor propagandista del abolicionismo, W. Lloyd  Garrison, había sido arrastrado por las calles; aquí hay que admitir su conciencia de un factor consustancial a la desobediencia civil: los sujetos sociales que ejecuten el método serán reprimidos. Y el poeta adelanta lo que está dispuesto a soportar como consecuencia de la represión —incluso la muerte— por la defensa en democracia del "derecho del hombre, sea negro o blanco".

Tampoco se le escapa que la controversia en favor de la abolición incorpora un simbolismo y un vínculo con la ley. Por admitir la esclavitud, la Constitución norteamericana fue ásperamente atacada por los enemigos del sistema en sus crónicas. Evidencia asimismo que el objetivo de los contrincantes era el dominio de las instituciones, y así discierne otros contenidos en las teorizaciones de nuestro tiempo acerca de la desobediencia.

Convivencia con los negros en Nueva York

La convivencia con los problemas de afrocubanos, afrocaribeños y sus familias, lo situó en ángulo más idóneo para indagar soluciones a la discriminación,  luego de la victoria cubana sobre el colonialismo español. En La construcción  social de la realidad, Berger y Luckman llaman "realidad por excelencia" a esa vida cotidiana que cobra cada vez más relevancia como hacedora de la historia. Esa visión generó en Martí un cambio trascendental que será aplicado en la realidad sociopolítica por el PIC. En no corta medida, este partido es hijo de sus nociones.

No nos alcanza el espacio para meditar coincidencias con personalidades como Ghandi o Luther King, y en especial acerca de la democracia, amor o hermandad. En los tres, tales factores son decisivos para la fructificación de la protesta civil. También aquí dejamos fuera de la antimodernidad martiana un ejército de tópicos como: la belleza de la raza, la invisibilidad general de ésta en el discurso del poder, la educación occidental como instrumento de resistencia y el criterio del apóstol acerca de un gobierno colegiado donde el negro ocuparía, obligatoriamente, la presidencia en uno de los períodos estipulados.

Vale intercalar asimismo el poder que tuvo la raza en el Partido Revolucionario Cubano, cómo Martí exaltó a la mujer de raza negra entre los hacedores de la nación y su oposición a un Antonio Maceo confinado al papel de Titán de Bronce, o sea, guerrero, y afirmaciones o sugerencias de futuro poder político para Maceo, Juan Gualberto Gómez y Rafael Serra, a quien conceptúa de "épico". Y un punto importante: era imposible para un blanco, a quien todo le llega desde la garra del discurso occidental, no repetir prejuicios o nociones problemáticas en el siglo XIX, sobre todo si cree necesario adentrarse en las profundidades del tema.

¿Por qué un prócer como John Brown culmina una biografía apenas salpicada de prejuicios constatables? Porque no se metió a explicar y a explicarse las más complicadas tramas sociales, políticas, antropológicas y culturales del asunto, algo que la exhaustiva biografía de David S. Reynolds deja saber.

En aquella década, Martí elogió a Brown como a ningún otro ser humano en toda su obra. Hay que tener presente que entre 1880 y 1890 la batalla a muerte contra la esclavitud pasó por una etapa de extenso rechazo historiográfico, proceso con más de un parentesco con la interpretación que se hace del poeta en nuestros días.

Por otra parte, se ha exagerado sobre Martí y la sociedad de instrucción La Liga, pero, en primer lugar, la idea de la sociedad no fue de Martí, aunque al conocer esas intenciones se dio a la tarea de ayudar a instalarla y buscó profesores y el lugar de las clases. En segundo, no se impone a sus amigos como letrado, o como el "consejero sabio" del que escribe Arcadio Díaz Quiñones, a tenor de las opiniones martianas sobre John Rawlings, el ayudante de Ulisses S. Grant, sino desde un segundo plano se ofrece como "propagador de la verdad" antirracista que generaran sus amigos. Es una voluntad inequívoca en favor de que se escuche la voz del oprimido, de resonancia mayor por sus dolores y expectativas.

Querer al negro como sujeto, como un hombre creador de sí, lo lleva a reprochar fraternalmentela infravaloración personal entre alguno de sus amigos, realidad que Du Bois, a partir de la larga esclavitud, concomitante y seguida por la discriminación, calificó de "capa de plomo que hace sufrir una permanente distorsión de la personalidad en hombres de la raza", como cita Claudio Gorlier en su Historia de los negros de los Estados Unidos.

Juan Bonilla, alumno en La Liga, parece quejarse de forma impropia porque el poeta se ha demorado en responderle una carta, y Martí contesta: "Guarde Ud. y aumente la hidalguía y entereza de alma porque lo estimo". No es para nada casual que anuncie al mismo Bonilla la "campaña redentora y activa" en la República contra los racistas, a quienes llama "los malos", entre una dilatada lista de adjetivos condenatorios repartidos por toda su obra.

Cuando en 1893 el bardo anota también a Bonilla que está cumpliendo con su "deber en La Liga de modo que no se ve ahora, pero ha de sentirse luego", indica evidentemente a la resistencia en la República, a las luchas antirracistas futuras. Una expresión cabal de sus planes es el hecho de que este mismo año, desde el periódico Patria, respalde a quienes en Cuba demandan derechos y enfatiza que la labor divisionista de España no ha logrado que los cubanos "rehúsen trabajar por la creación de la patria en cuya libertad descansarán mañana…".

Y también, en 1893, en carta a su amigo blanco José Dolores Poyo: "el hablar será después, el esparcir el corazón, el esconderse en un rincón de la vida, a consolar a los que sufren del odio o de la arrogancia humana: ahora, es hacer la república". Informa así a un blanco, que probablemente estaba entre los descendientes europeos que exhortaría a unirse al negro en la campaña reivindicativa. Tocamos ahora una diferencia basal con el PIC.

Hay un tema apenas rozado y tiene que ver con lo que Martin Carnoy, en La educación como imperialismo cultural, acuñó sobre la liberación del dominio colonial, la cual quiere un renacer de lo humano y de la estimación de sí mismo, una redefinición de lo que significa ser independiente. Martí, Maceo y el afrocubano Ricardo Batrell entendieron la guerra, con más o menos claridad, como "madre" del hombre para sí. Fernando Martínez escribe que este pasado glorioso legitima en la obra de Batrell, ya en la República, las exigencias de igualdad, la identificación del otro y de potenciales enemigos. Más de una vez, el poeta aludió a la guerra como un medio que aumenta la dignidad de los que intervienen en ella. Es parte no desdeñable de "sus beneficios", y por eso sostuvo que la revolución propició "la mudanza súbita del hombre ajeno en propio",lo cual provocará novedad y aspereza en las relaciones sociales.

Mientras redondea sus nociones de desobediencia civil, en Patria insta a cerrar el paso a una República que no respete el "decoro del hombre para el bien y prosperidad de todos los cubanos", y sigue también entre signos de admiración: "¡De todos los cubanos!", que tuvo como objetivo programático, para recordar a Ibrahim Hidalgo.

Pero éste que Jean Lamore proclama como elaborador de una doctrina —la première en son temps—, ¿con quiénes cuenta para su República verdaderamente nacional? Lo dirá a Manuel Mercado: "con la masa pujante  —la masa mestiza, hábil y conmovedora del país—, la masa inteligente y creadora de blancos y negros". No utiliza aquí la abstracción pueblo, antes bien lo muestra en su racialidad primordial.

Rafael Serra y Martí, silenciados

La historiografía apenas ha profundizado en lo que significó Serra, el más cercano de sus amigos en La Liga y líder de su comunidad, en lo que se refiere a la desobediencia civil que, sin duda, el poeta analizó junto a otros afrocubanos. Veremos otros asuntos que no tocamos en un puñado de artículos en DIARIO DE CUBA.

No por gusto Martí cita en Patria al intelectual autodidacto: "Hay que sentir de veras amor por los que sufren de injusticia; y los que sufren de injusticia han de amar el deber de conquistar su decoro". Así, el poeta pone en las páginas del periódico a un hombre que habla desde el sufrimiento de su piel, decidido a "conquistar" su derecho, además de reproducir la voz del oprimido en la institución partidaria.

Como ha dicho Miguel A. de la Torre, Martí institucionalizó el antirracismo, pero también ha sido, hasta hoy, el único líder blanco —en Cuba y mucho más allá— que institucionalizó la resistencia —post-bélica en su caso— contra la discriminación. Por esto y más, Serra escribió en La república posible que Martí "nos enseñó a ser indóciles contra toda tiranía, contra toda soberbia".

Pedro Deschamps destaca palabras martianas en Patria, donde Serra, "descendiente de esclavos como es, ayuda sin ira y sin sosiego, a crear hombres libres". Curiosamente, el bardo le dice al matancero que las ideas de éste son de él, de Martí, pero lo relevante es que le dice que está "contentísimo" con lo que Serra manifiesta. Y añade: "Ud. es de los pocos en quienes escribió, y con quienes pienso, tan plena y sinceramente como cuando pienso conmigo mismo". Además de citarlo a menudo en Patria, hizo pública su intención de biografiarlo.

No debe soslayarse que el poeta, ya en 1889, exhortó a Serra a la unión antirracista, aunque no solo de los afrodescendientes. "Todos los que tengan voluntad  han de ponerse juntos" contra "el trabajo de serpiente de tanta gente mala", o sea, de discriminadores cubanos que tanto abundan.

El 5 de febrero de 1905, el periódico El Nuevo Criollo, en su columna fija titulada "Rasgos de Martí", publicó estas palabras del diputado Serra al presidente del país: "Tomás Estrada Palma no es un genio dispuesto a entrar en las grandes luchas contra las preocupaciones, como lo haría Martí (…) Es incapaz y mucho menos de imponerse a la voluntad de los que por sus títulos universitarios o su fortuna se estiman como dueños de este pueblo que ya despierta y que pronto dará pruebas de riguroso enfado contra toda absorción de derechos".

Todo esto, a tenor de la exclusión de esposas y de otros familiares de congresistas negros a actos oficiales, lo que sucedió incluso con el senador Morúa Delgado, como relatan los Castellanos en La cultura afrocubana.

Pero, cuál es la calidad de este enfado. El tabaquero se lo advierte a futuros seguidores del PIC, que se están poniendo de acuerdo aunque aún transcurre el ocaso de 1904. Está cercana su visita a Estados Unidos en compañía de Evaristo Estenoz, una de cuyas razones (según la reseña de The New Times en 1912,) fue averiguar por qué la cifra de afronorteamericanos con trabajo en el gobierno era proporcionalmente mucho mayor que en la Isla. Martí divisó al célebre Frederick Douglass presidiendo una  junta de la raza, donde se abogó por un puesto para un "negro notable" en el gobierno en Washington.

La calidad del enfado la había expuesto en El Nuevo Criollo el 29 de octubre de 1904, en un editorial titulado "El Problema", que reprodujo María Poumier en La cuestión tabú: "aquí nunca habrá de alterarse el orden ni la paz, por decisión e impaciencia suicida de la clase de color (…) No habrá aquí, bajo ninguna forma y porque no puede haberla, un conato siquiera de rebeldía armada".

No exageramos al afirmar que únicamente con la muerte de Serra, a quien The New York Times propuso como una suerte de ideólogo del PIC, pudo éste optar por lo que el matancero previó acertadamente como conato armado, pero después de un período en que siguió posturas de actividad pacífica y en situación muy difícil por la campaña racista que pormenorizaría Aline Helg.

Si en general las de Serra son nociones publicadas en Patria o dichas antes por Martí a sus amigos de La Liga, el autodidacto acopló brillantemente lo que enfatizó como enseñanzas del poeta, a la nueva situación republicana. "Martí es la democracia", sintetizó Serra a su amigo.

Debió tener presente la frase martiana en relación con La Liga: "Hombres estamos creando, y lo somos. Ya sé que en el mundo es una verdadera novedad". Así indicó el poeta al creador de sí, y exhibió en el mismo sentido lo que publicó en Patria sobre un grupo de afrocubanos cuyos nombres menciona y que en la Isla culpaban a España por la situación de la raza. Estos "y muchos más" "sienten plena en sí la fuerza del hombre".

La frase "conquistaremos toda la justicia" con que se despide de Juan Gualberto coincide por su vocación de resistencia con la que envía a Serra al partir a la guerra: "No se canse de defender, ni de amar". La lucha postcolonial en pro de los negros es, podría decirse, una voluntad postrera, la última noción que traslada a dos de sus más queridos amigos.

La vigilancia sobre el acontecer social

Hablar de la vigilancia social en Martí es hablar también de desobediencia civil, pues la vigilancia es la que avisará el momento de la intervención, el preámbulo de la "campaña redentora y activa" o alguna manera de negociación. La vigilancia forma parte de un único mecanismo de intervención social.

Dirigida su pupila contra el marxismo, y la lucha de clases, precisa que "el amor, administrado por la vigilancia, es el único modo seguro de felicidad y gobierno entre los hombres". Y de inmediato enlaza otro de sus acercamientos indudables a la desobediencia: "el derecho pedido a su hora y en su medida por quien no lleve cara de cejar, descorazona y conquista a los mismos que más quisieran oponérsele (…), que desconfiar es muy necesario, y amar lo es más".

La frase "descorazona y conquista" deja ver al opresor transformado en el proceso mismo de la lucha pacífica. Gandhi dijo que la desobediencia no violenta contra una ley injusta o la discriminación tiene por objeto convertir el corazón del oponente y no solo efectuar un cambio sociojurídico. He aquí otra clave de la desobediencia civil, su objetivo intransferible.

En nuestro entender, la noción de vigilancia, con filos de siglo XXI, nació en buena medida de su atención incesante contra la discriminación y no deberían despreciarse sus fallidas esperanzas en la Reconstrucción en Estados Unidos. En septiembre de 1892 recuerda que el "beneficio equitativo" es el fin de su quehacer, y añade que se ha de recomendar a los soberbios el reconocimiento fraternal de la capacidad humana en los humildes, y a los humildes la vigilancia indulgente e infatigable de su derecho, y el perdón de los soberbios".

Vuelve sin duda a referirse a la racialidad cubana, pero las nociones de vigilancia y desobediencia no acusan límites, pues su función es universalmente humana. Metida en la institucionalidad de una circular a los Clubes y Cuerpos del Consejo del partido que encabeza, donde escribe nociones problemáticas a otro respecto, perfila sus dichos y sostiene que la cultura previa y vigilante no permita el imperio de la injusticia, y llega a proponer que el hombre honrado ha de ejercer la política siempre como vigilancia.

Desconocemos intento alguno de explicación de la vigilancia como clave de la desobediencia civil en tanto preámbulo de la intervención social en Martí, aunque autores como Jesús Sabourín y Fornet-Betancourt coincidan en su "antirracismo vigilante".

Símbolo martiano y presente

Las críticas que desde mediados de los90 del siglo pasado despliega un sector de la academia norteamericana contra el pensamiento de Martí sobre los negros, en particular cubanos, ha conducido a varios relevantes intelectuales de la raza a repetir o ahondar esta tendencia. Después de las nociones aquí expuestas, debemos preguntarnos sobre la validez de eliminar al poeta como símbolo del antirracismo en probables desobediencias venideras.

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