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Economía

¿Vuelven los catalanes?

Desde la Colonia fueron empresarios exitosos en Cuba, tienen hoy presencia en la Isla y parecen prepararse para lo que viene.

La Habana

Cargan con una incómoda fama de negreros, pero también de hábiles negociantes, de tozudos trabajadores y de tacaños. Si tienen frío se acercan a una estufa, pero solo la encienden cuando se ven a punto de morir congelados. Se cuenta que produjeron el primer hilo de cobre cuando, al hallar una peseta española, dos de ellos tiraron para lados opuestos queriendo llevársela cada cual para sí. En fin, siempre que se habla de un pueblo, el fundamento sobre su carácter es un mejunje de chistes malos, leyendas urbanas y prejuicios sazonados con algo de verdad. De lo que sí no hay dudas, porque lo atestiguan datos científicos, es de que sin la presencia de los catalanes en Cuba, hoy nuestra historia sería otra. Y sería otra la historia de Cataluña, enriquecida en no poca medida gracias a los negocios de sus emigrados a la mayor de las Antillas.

Imbuidos quizá por su espíritu aventurero —o emprendedor, que también así le llaman ahora— el pasado mes de febrero la Cámara de Comercio de Sabadell, en Barcelona, organizó un encuentro de empresarios catalanes con entidades del Gobierno en La Habana.No eran los primeros en llegar aquí, naturalmente. La mayor parte de firmas españolas que operan actualmente en Cuba (sobre todo en el turismo) cuentan con una importante participación de capital procedente de empresas, bancos, capital privado y financieras catalanas, aunque su domicilio fiscal puede que conste en Mallorca, el País Vasco o Madrid.

Cataluña no participó de la conquista y colonización de América. Su incorporación debió esperar hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII, una vez superado el carácter monopólico con que Isabel de Castilla, adelantándose en más de tres siglos a la doctrina Monroe, decretó la América para los castellanos. Pero nunca es tarde si la dicha es cierta, y gracias a las presiones ejercidas desde Inglaterra y los aires de renovación política, el "despotismo ilustrado" que aventaba los ripios finales del siglo XVIII, los catalanes lograron finalmente entrar en La Habana. Y para no irse, por lo que parece.

Aquellas circunstancias históricas y las que reproduce nuestra más reciente actualidad puede que confirmen la teoría de la recurrencia acuñada por Jules Henri Poincaré, según el cual, un sistema confinado en determinas condiciones retornará siempre, tras un tiempo largo, a un estado arbitrariamente próximo al inicial.

Durante la etapa colonial, y a pesar de su tardía aparición en la Isla, los catalanes llegaron a constituir el 72% de todos los peninsulares asentados en la colonia. Controlaban no solo el lucrativo negocio negrero, sino una buena parte de la fabricación y comercialización del azúcar cubano en el mercado internacional; la producción tabacalera y la fabricación de algunas de sus más afamadas vitolas; aparte de copar casi todo el comercio minorista de aquí, donde para anunciar que se iba a la bodega, decían: "Voy al catalán de la esquina".

Dados tales antecedentes, la pregunta entonces se cae por su peso: ¿volverán los catalanes a por lo suyo en Cuba? De hecho, ya volvieron. La reconciliación del régimen con el capital foráneo, a principios de los  años 90 del siglo pasado, contó en principio con el entusiasmo de los inversionistas de esa región.

En 2014, las exportaciones catalanas a Cuba alcanzaron los 196 millones de euros, 10% más que en 2013, aunque si nos atenemos a las declaraciones de algunos miembros de la mencionada comitiva de la Cámara de Comercio de Sabadell (primera española tras el anuncio de diálogo hecho el pasado 17 de diciembre desde Washington y La Habana), el levantamiento del embargo proyectaría los intereses catalanes más allá del mercado cubano, al suculento Caribe, y convertiría a nuestro país en una idónea base logística desde la que se dedicarían a realizar sus exportaciones a casi todo el continente, incluida la costa este norteamericana, la franja con mayor consumo del orbe.

De modo que más que preguntarse si planean volver, lo cual es obvio, valdría especular en torno al modo en que piensan hacerlo para poder quedarse cuando también arriben otros competidores más fuertes. Aventureros o emprendedores como son, no sería extraño que lo hicieran de la forma más atrevida.

Un botón de muestra, ahora mismo, puede ser el caso de Cecauto, compañía catalana domiciliada en Viladecans, provincia de Barcelona, que desde hace diez años suministra piezas de recambio al sector automovilístico en nuestro mercado y que (según anunciaran públicamente sus propios directivos) planea, para el próximo mes de septiembre, comenzar a operar el primer servicio privado de transporte público en la Isla, una apuesta de negocio por la que hoy por hoy nadie arriesgaría aquí ni un kilo prieto. Aunque, como dijo Peter Drucker, considerado el padre de la disciplina del management en el siglo XX, "donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión arriesgada".

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