Primero fue lo del unicornio azul y el "no sé si se me fue" y el "no sé si se extravió". Más el detalle de torturador de que las flores no habían querido hablar.
Después vino el extraño caso de las africanas, con su procedimiento investigativo de sacudida de cartucho y, ante el vacío y la ausencia, el jimiqueo de escolar al que le agitan la merienda: "¿Quién se comió/ quién se comió/ quién se comió mi africana?".
Estos y más ejemplos de la obra de Silvio Rodríguez permiten hacerse una idea de lo difícil de las relaciones del cantautor con sus pertenencias. Que consigue perderlas sin estar seguro de perderlas, que se las arrebatan sin que él se de cuenta. Que nunca está seguro de lo que tiene o no tiene, sea mascota o sea chalet. Sin embargo, lo que ha perdido últimamente no es un cartucho de chucherías o una especie de Platero color pitusa, sino todo un estudio de grabaciones.
Hasta donde se conocía, la propiedad de los Estudios Abdala era compartida entre él y el CIMEX. En qué proporciones no quedaba claro, y los enigmas eran numerosísimos. Para empezar, habría que desentrañar la naturaleza de ese socio suyo, el CIMEX. Pues según Wikiñángara (Ecured), se trata de un "grupo empresarial privado, de capital estatal cubano, que se ha caracterizado desde su creación hace más de 20 años, por el crecimiento constante y la estabilidad financiera, tanto dentro como fuera del país".
Grupo privado que opera con capital estatal, ¡glub!
Crecimiento constante y estabilidad financiera, ¡glub!, ¡glub!
Ahora Silvio Rodríguez acusa a DIARIO DE CUBA de inventar la noticia de que los estudios Abdala eran suyos: ¡glub, glub y glub!
En su blog Segunda cita (¡cómo habrá estado de mala la primera!), él se queja de que Abdala está pariendo un corazón, no puede más, se muere de dolor. Hay una cuenta de electricidad por pagar, les cortaron la luz y él extraña al unicornio verdeolivo, al cartucho lleno de tropas africanas, a Fidel.
Bien, aceptemos de buen grado que Estudios Abdala no fue nunca de Silvio Rodríguez. Ni una sola de sus consolas. Aceptemos (porque llegará un día en que él lo declarará así) que Segunda Cita es un blog propiedad del CIMEX donde él ha escrito alguna que otra vez. Y aceptemos (¿acaso no lo dijo hace unas semanas?) que hasta ahora no se había dado cuenta de que la gente en Cuba está muy jodida. Aceptemos, incluso, que Silvio Rodríguez ya no se acuerda de que alguna vez se dio cuenta de que la gente en Cuba está muy jodida.
Él se muere como vivió, pero lo crucial en este caso es el apagón que le viene encima a Abdala. El Abdalón. Porque el corte de luz viene de una terrible circunstancia, de algo ominoso y casi impronunciable: el traspaso de esos estudios de grabaciones al Ministerio de Cultura. ¡Al Ministerio de Cultura! ¿No se da cuenta el compañero Rodríguez que ese apagón es la fiesta de reinauguración de los estudios, luego del traspaso?
Da igual entonces quién era propietario de Estudios Abdala. Da lo mismo si el unicornio se fue o se extravió. Desde que el Ministerio de Cultura se queda con las instalaciones, resulta irrelevante conocer quién o quiénes se embucharon las africanas aquellas. Ahora van a saber los técnicos que queden vivos lo que es lloverles adentro. Abdala va a saber ahora en pared viva lo que son los estudios EGREM.
¿Alguien se acuerda del destino que corrió la Fundación PM cuando la desmantelaron? Pues, así y todo, aquel sueño de Pablo Milanés habrá salido mejor del desguazadero que este otro que Silvio Rodríguez tuvo. Porque la primera no llegó a ser administrada por el Ministerio de Cultura.
En otra de sus canciones que hablan de pérdidas, Silvio se permitió un consuelo filosófico. No es él quien perdió en ella, sino un amigo, y su filosofía no resulta muy distinta a la que puede encontrarse en un bolero de victrola. Si Ñico Membiela se hubiera graduado de Experimentación Sonora, habría hablado aproximadamente así: "Tú la perdiste pero aquí se queda./ Al fin y al cabo está con un obrero./ Conozco un caso que me da más pena:/ una muchacha de por el Cotorro/ por una chapa HK, en febrero,/ torció camino y se perdió del Morro."
A juzgar por estas líneas, el dolor de tarro amaina cuando se le compara con un caso peor, de diplotarro. Pues bien, idéntico remedio podría cantársele a él ahora que pierde a Abdala, haya sido o no suya. Al fin y al cabo, va a estar con un obrero. Al fin y al cabo, se conocen en Cuba un montón de casos que, a cualquier gente honesta, le darían más pena.
Y, ya que hablamos de pena, sería de agradecer que el cantautor no sacara de este asunto ninguna pieza nueva. Que no se ponga a lloriquear por lo que afirma él que no fue suyo, que con el unicornio y con las africanas ya tuvimos suficiente.