A un mes de que su esposa y su hijo mayor murieran ahogados, Sergio Perodín no lo dudó y se lanzó nuevamente al mar con su otro hijo hacia Estados Unidos. Fue uno de los miles de cubanos que protagonizaron la "Crisis de los Balseros".
"Ya por lo que nosotros habíamos pasado del asesinato (de su esposa e hijo), no tenía miedo de ningún tipo", dijo a la AFP, en Miami, Perodín, al recordar los turbulentos días de agosto de 1994, cuando unos 37.000 cubanos salieron de la Isla en precarias embarcaciones.
Su esposa y su hijo de 11 años estuvieron, el 13 de julio de ese año, entre los 37 muertos del hundimiento del remolcador 13 de Marzo, atacado por barcos del Gobierno cubano.
Perodín y su otro hijo, Sergio, de 7 años, sobrevivieron asidos a una caja.
Bajo arresto domiciliario por intentar huir en el remolcador, Perodín se las ingenió en los días siguientes para escabullirse de noche a casa de un vecino para construir una balsa.
Llegaban rumores de que el Gobierno de Fidel Castro estaba permitiendo la salida de los balseros, que se aventuraban al mar sobre cualquier cosa que flotara.
"Se empezó a correr por la población que la policía no se estaba metiendo, que las costas no estaban vigiladas", recordó Perodín. A mediados de agosto, abordó la balsa junto a su hijo y otras siete personas. Una primera tormenta casi los devuelve a Cuba.
"Estuvimos como dos o tres días en el mar, hasta que nos recogieron los guardacostas americanos y nos llevaron a Guantánamo", dijo Perodín, en referencia a la base naval estadounidense en Cuba, donde las autoridades norteamericanas congregaron a las decenas de miles de cubanos que capturaron en el mar.
Luego de seis difíciles meses por el hacinamiento en la base, en enero de 1995 Perodín y su hijo fueron enviados a Estados Unidos con un permiso humanitario por haber estado en la tragedia del remolcador.
Unas semanas más tarde llegarían también a Florida Sergio Lastres y su esposa Elsa, con el recuerdo fresco de su aciaga aventura en el mar, que estuvo muy cerca de terminar en muerte.
Tras un primer intento fallido, la pareja salió el 12 de agosto de 1994 con otras 16 personas en una rudimentaria balsa hecha con tubos de aluminio y un motor de tractor.
Al tercer día de navegación, luego de soportar fuertes tormentas que los dejaron sin comida y con la balsa maltrecha y sin motor, los pasajeros se desesperaron.
"Cundió el pánico. La balsa se estaba hundiendo, llegó la desorganización, algunos querían virar (regresar)", narró a la AFP el pintor Lastres en su casa/taller de Miami. "Sabíamos que si ese día no nos recogían, nos íbamos a hundir".
Tras el pánico, con el agua ya por la cintura, ganó la resignación.
"Todo el mundo se quedó aislado y yo me sentí mal", recordó Lastres. Dijo que pensó que los tres hijos que él y su esposa habían dejado con familiares en Cuba serían huérfanos.
"Yo que no soy muy religioso, me puse a pedirle a la Virgen de la Caridad del Cobre que nos salvara. Y sentí un ruido, pensé que era alucinación".
Aviones de la organización anticastrista de Miami, Hermanos al Rescate, los habían avistado: la ayuda estaba en camino.
Desde la cubierta del barco de la armada estadounidense que los rescató, Lastres y su esposa vieron cuerpos flotando de personas que quedaron a medio camino en su intento de cruzar el estrecho de 150 km, infestados de tiburones, que separa Cuba de Estados Unidos.
Tras ocho meses en Guantánamo, la pareja llegó a Miami a comenzar una nueva vida.
"Hemos sido muchísimo más felices. Hemos ido trayendo a toda la familia. Nos queda nada más que una hija y dos nietos" en Cuba, dijo Elsa.
"Valió la pena, pero si tú me preguntas si lo volvería hacer de esa forma, no te digo ni que no ni que sí. Porque tuvimos suerte pero otras personas no, se ahogaron", señaló Lastres, a punto de inaugurar una exhibición individual, y cuyas obras siempre tienen referencias marinas.
Agradecido también está Sergio Perodín. Su hijo se graduó de arquitecto el año pasado.
"Nos ha ido bastante bien. Este país es lo más grande del mundo para mí, nos abrió la puerta", dice.
En 1995 llegaron finalmente a Estados Unidos de Guantánamo el resto de los balseros que huyeron durante las semanas de la crisis, que se zanjó con nuevos acuerdos migratorios entre Washington y La Habana.
"Cada ola de inmigrantes tiene su propio impacto. Trae sus aportes y sus incongruencias sociales, pero al final todo coge su nivel, y mucha de aquella gente que entró, ahora son profesionales, trabajadores, médicos, ejecutivos de grandes empresas acá", dijo a la AFP Ramón Saúl Sánchez, presidente del anticastrista Movimiento Democracia.