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Opinión

Puñalada en televisión

Juan Manuel Cao, conductor del programa televisivo 'El Espejo', ha acusado al músico Francis del Río de infligirle una puñalada trapera.

Madrid

Juan Manuel Cao, conductor del programa televisivo El Espejo, de América TeVé, ha acusado al músico Francis del Río de infligirle una puñalada trapera. La noche de los hechos, Cao invitó al susodicho y al también músico Robertico Carcassés, ambos con residencia en la Isla, miembros del grupo Interactivo y de visita en Miami, a ser entrevistados ante las cámaras. Y antes de que se encendiera la lucecita notificadora de que entraban en pantallas, Francis del Río pidió a Juan Manuel Cao (según testimonio de este) "no hablar de política y que lo llevara suave".

Pacto hecho, Cao lo llevó suave. En ninguna de las respuestas dadas por Francis del Río se aludió a tema político. Si bien en los minutos finales del programa, en posesión del micrófono, el músico se explayó improvisando de esta manera: "Yo te voy a decir, Juanito, las cositas que yo quiero. Tengo también mi derechito, como cubano, a ser sincero".

Del Río pidió a continuación el fin del hambre en África y Latinoamérica, y agregó este otro propósito: "Que liberen a los héroes que están aquí, que son mis hermanos como también lo eres tú, que son gente linda, como también lo eres tú".

Es de desear que todos los televidentes hayan podido sobrepasar el sofocón de toparse, en el programa de Juan Manuel Cao, con un repetidor de Randy Alonso. Esos héroes referidos por Francis del Río son los espías de la Red Avispa, recluidos en cárceles estadounidenses. En cuanto a lo musical, su improvisación fue puro marabú, cosa buena para hacer carbón. No obstante, ¿puede entenderse como una puñalada trapera al conductor del programa? ¿De qué traición habla Juan Manuel Cao?

Francis del Río no dejó de cumplir el acuerdo que hicieran antes de salir al aire. Avisó que no quería hablar de política, y no habló de política: cantó. Por su parte, Juan Manuel Cao apuró demasiado ese pacto: debieron acordarlo, no antes, sino después de que aquella lucecita avisara. Así habría ofrecido a sus televidentes el momento en que el luego abogado de espías se engurruñaba de temor y le pedía no tratar ciertos temas.

De política sí que hablaron Juan Manuel Cao y Roberto Carcassés. De la intervención de este último en la Tribuna Antiimperialista de La Habana, alias Protestódromo, en noviembre pasado. Allí y entonces se exigía del Gobierno estadounidense la excarcelación de los espías de la Red Avispa, y Carcassés abogó por el libre acceso a la información dentro de Cuba, así como por  elecciones presidenciales mediante voto directo. (A lo que él sumó un par de puntos de índole personal, que incluyeron la compra de un auto y la liberación de una ciudadana de nombre María, sin apellido que conste.)

La entrevista de El Espejo versó acerca de esos pormenores. ¿Cómo Cao no alcanzó a entender que su otro invitado no hizo más que repetir, en distinto escenario y con reclamaciones distintas, el número de Carcassés en la Tarima Antimpe? Juan Manuel Cao podrá, por supuesto, celebrar lo emprendido por uno en La Habana y repudiar lo perpetrado por el otro en su programa, pero de ahí a sentirse traicionado…

Las autoridades cubanas debieron sentir traicionada, en noviembre del año pasado, la confianza depositada en el joven Carcassés, quien aprovechó un evento político de envergadura, evento televisado, para colar su agenda propia y disidente. Los jefes en La Habana debieron sentir que Robertico les había metido una señora puñalada trapera. ¿Por qué, antes de hablar de traición, el conductor de El Espejo no se miró en el espejo deformante de aquellos jefangos?

En cualquier caso, si Cao desea persistir en la versión del perforocortante, haría bien en no confundir el sitio de la herida. Porque la puñalada que Francis del Río le infligió no estuvo ni mucho menos en musicalizar consignas del Protestódromo sin previo aviso, sino en compararlo con los espías presos. En comparar lindura con lindura.  Y, no bastándole tal arremetida, en fundar lazos de familia entre todos ellos: hermanos Francis del Río, Juan Manuel Cao, Espía Uno, Espía Dos y Espía Tres.

La verdadera puñalada trapera está ahí. Pero suponerla en lo contraproducente o inoportuno de un reclamo político es no saber, no solo dónde está la herida y dónde está lo hiriente, sino dónde pueda estar la democracia.

En La Habana, no. En Miami, ¿no?

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