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Opinión

Fanjul, dulce complicidad con los Castro

El empresario azucarero antepone sus intereses a sus aspiraciones democráticas.

Washington

Durante décadas, Alfy Fanjul ha gozado del apoyo de la comunidad cubanoamericana, por no hablar de la generosidad de los contribuyentes estadounidenses.

Este apoyo y generosidad le han permitido amasar una gran fortuna.

Y, mientras amasaba esa fortuna, Alfy simulaba ser un gran partidario de la libertad de Cuba.

Ahora, a pesar de la sostenida brutalidad de la dictadura cubana, Fanjul quiere invertir parte de esa fortuna acumulada en las empresas monopolizadas por los hermanos Castro.

Según The Washington Post, Fanjul ha viajado a la Isla y seducido a funcionarios del régimen en busca de oportunidades de negocio con la dictadura.

Por supuesto, esto es música celestial para los oídos de los Castro, que ven en Alfy Fanjul a alguien que puede canalizar sus intereses hacia la candidata presidencial en 2016 Hillary Clinton.

Lamentablemente, Fanjul conoce bien que el pueblo cubano —sus hermanos— tienen estrictamente prohibida la participación en las inversiones y el comercio internacional. Este "privilegio" está estrictamente reservado para los monopolios de Fidel y Raúl Castro.

Pero los monopolistas se entienden entre sí.

Fanjul también conoce bien que la represión en Cuba está en sus niveles más altos, que valientes mujeres activistas son sometidas cada semana a represión y abusos, que los líderes que luchan por la democracia son misteriosamente asesinados, y que hay huelguistas de hambre que sacrifican sus vidas por la libertad.

Y, pese a todo esto, parece ser que los derechos y la dignidad del pueblo cubano ya no le interesan.

Ahora Fanjul está dispuesto a anteponer sus intereses a las aspiraciones democráticas. Los obstáculos aún existentes —las sanciones de EEUU y los márgenes de beneficio— son para él apenas tecnicismos.

Es sabido que en uno de sus viajes a Cuba con la Brookings Institution ellos se ocuparon de cancelar la reunión prevista con un líder opositor reconocido, con el fin de no ofender al régimen de los Castro. (Durante los últimos dos años, la Brookings Institution ha estado persiguiendo un compromiso con los Castro al estilo de la CELAC.)

En su esfuerzo ambicioso, Fanjul se une a otros dos empresarios cubanoamericanos, Carlos Saladrigas y Paul Cejas.

Sus trayectorias no son nada reconfortantes. Son los mismos empresarios que, en negociaciones privadas con el expresidente Bill Clinton, idearon en 1994 la infame política de "pies mojados, pies secos" que todavía afecta a los cubanos que buscan libertad.

(Valga este paréntesis: ¿por qué resulta un insulto referirse a los inmigrantes latinos como "espaldas mojadas", pero es escandalosamente aceptado llamar "pies mojados" a los refugiados cubanos?)

Son ellos los mismos empresarios que en el año 2000 "negociaban" una solución a la saga de Elián González con la entonces fiscal general Janet Reno. En realidad, Saladrigas fue literalmente entretenido (en el mejor de los casos) al teléfono por Reno, mientras que los agentes federales irrumpían en la casa de la familia de Elián en la Pequeña Habana.

Y ahora son estos "líderes" iluminados quienes negocian con la dictadura de los Castro en provecho propio.

Afortunadamente, este trío es la excepción y no la regla. El año pasado, puesto que los rumores de su trato inmoral con los Castro circulaban por la comunidad cubanoamericana, más de una docena de líderes corporativos cubanoamericanos de compañías incluidas en la lista anual que la revista Fortune hace de las 500 mayores compañías estadounidenses, hicieron una carta pública rechazando esas acciones y calificándolas de traición a las aspiraciones de libertad del pueblo cubano.

Si Alfy Fanjul quiere continuar con sus relaciones de negocio con el régimen de Castro, es tarea suya reconciliarse con su consciencia. Pero los contribuyentes estadounidenses no deberían financiar aspiraciones tan inmorales.

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