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Opinión

Editorial: Normalizar Cuba

Si las democracias occidentales apuestan por normalizar sus relaciones con La Habana, deberán hacerlo también con la oposición y la sociedad civil de la Isla.

Madrid

La comunidad internacional avala al régimen de Raúl Castro. Bloques como la CELAC, la UE y la OEA, y naciones como Holanda, España y México, hacen explícito su apoyo al rumbo tomado por La Habana. Justifican su acercamiento con el afán de normalizar y profundizar las relaciones entre países. Decididos a ello, obran como si no trataran con la única dictadura del hemisferio occidental.

La normalidad de Cuba parece tener, sin embargo, límites. Ya el canciller mexicano sugirió que, en su visita a La Habana, el presidente Enrique Peña Nieto no se encontrará con miembros de la oposición. Por su parte, José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, no ha dado aún respuesta a la solicitud de encuentro que le han hecho las Damas de Blanco.

Si para contribuir a una salida de la crisis en Cuba, las democracias occidentales quieren entablar relaciones con La Habana iguales a las que tienen con cualquier otro país, tendrán que preocuparse por llegar a la sociedad civil y la oposición. Este paso, hecho de manera abierta y sin complejos, legitimaría a los ojos de todo el mundo la nueva política. 

Ahora bien, si las relaciones con el castrismo no van acompañadas de movimientos decididos y claros de apoyo a la sociedad civil, será evidente que este cambio de estrategia se rige más por intereses económicos y comerciales que por un verdadero compromiso con la democracia cubana.

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