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26 de julio

Seguimos de verde olivo

Se celebra un hecho de sangre, la muerte de un montón de gente extremadamente joven.

La Habana

El sábado 20 de julio, mientras me preparaba para salir con mi sobrina, entre las noticias televisivas escuché que en un municipio iban a celebrar el acto provincial por... (ahí supuse que vendría el Día de los Niños, que tendría lugar al día siguiente, domingo 21, pero me equivoqué) ... el 26 de Julio, Día de la Rebeldía Nacional. 

Este año se conmemora el aniversario 60 de aquel suceso triste, que desde niña he visto  constituir un motivo de celebración. Recuerdo que en el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) se hacía una fiesta. El Estado proporcionaba algunas cosas y creo que también se recogía dinero entre los vecinos. Era una fiesta parecida a la del 28 de septiembre. Con el tiempo, el Estado dejó de suministrar los alimentos que se vendían a precios módicos para que cada CDR celebrara la fecha; supongo que la gente también dejó de tener la posibilidad y la disposición para contribuir con algún dinero.

No sé si en el periódico Tribuna de La Habana el Partido y la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba) continuarán entregando a los trabajadores una jabita con carne de puerco, aceite, arroz, frijoles, galletas, algún dulce, una botella de ron. La de la UPEC contenía pollo, si no recuerdo mal, y un paquete de salchichas, junto a la botella de ron sellada. Pero esta jaba era solo para el personal periodístico.

Pienso que en este país, la gente tiene tanta ansia de celebración, de disfrutar días feriados, tanta necesidad de recibir algo extra que ayude a estirar la comidita del mes, que el motivo no importa.

Porque lo cierto es que estamos celebrando un hecho de sangre, que aún si no hubiese sido una derrota desde el punto de vista militar, aún si los asaltantes hubiesen logrado reducir a los soldados del dictador Fulgencio Batista, habría sido al precio de un río de sangre. Estamos celebrando la muerte de un montón de gente extremadamente joven, gente que dejó detrás padres, hermanos, novias, esposas, quizás hijos.

"Marchando vamos hacia un ideal." ¿Pero cuál? Nunca lo sabremos. Se supone que murieron para lograr lo que tenemos hoy, eso he escuchado desde pequeña, pero a ciencia cierta no lo sabré nunca. Nunca serán capaces de decir con voz propia si fue para esto, por la Cuba de hoy, que murieron.

Hace poco hablaban en la televisión de uno de esos mártires. Tenía familia y trabajaba, pero sacrificó una buena parte de sus ingresos y vendió objetos de la casa, por la causa. Luego dijeron que fue de los primeros en caer. En el momento, me pareció tan triste. Y tan ridículo. 

Luego sentí que estaba respetando poco los ideales de esos jóvenes que hicieron lo que sintieron que debía hacerse entonces. Requiere una alta dosis de valor, de entrega, la disposición a morir por una causa. Lo terrible es que quien está dispuesto a morir en combate, está también dispuesto a matar. Con frecuencia escuchamos a nuestros soldados decir que están dispuestos a morir (y por supuesto a matar) por defendernos, a nosotros, el pueblo. ¿Pero están dispuestos a defender al pueblo incluso si deja de estar de acuerdo con los líderes, si deja de ver a los gobernantes como líderes? ¿Una persona deja de formar parte del pueblo al convertirse en un disidente o incluso en un opositor?

Aquellos jóvenes, a los que durante años el país ha rendido homenaje, no vieron otra salida que la lucha violenta para derrocar una dictadura. Incluso Nelson Mandela, a quien admiro profundamente, llegó a convencerse de  que la lucha armada era la única forma de derrocar el apartheid en Sudáfrica. 

Pero me pregunto si en este país, donde según me han dicho, existía prensa libre aun dentro de la dictadura de Batista, no había otra forma de derrocar al dictador y restaurar la Constitución de 1940. ¿No era justamente restaurar esa constitución parte del programa de los asaltantes al Moncada?  ¿No era uno de los objetivos que perseguían esos jóvenes que cayeron? Aquella nunca volvió a ser la Constitución de este país.

Quizás no, quizás no había otro medio que la violencia para derrocar la dictadura.

Yo, sin embargo, prefiero los métodos de Gandhi, de Martin Luther King. Prefiero que no se derrame sangre inocente. Ni culpable. Estoy segura de que lo que se obtenga por medio de la violencia, solo podrá mantenerse por medio de la violencia, del miedo de los derrotados.

Hay una frase de José Martí en su carta a Manuel Mercado, que por años ha permanecido en la mente de los cubanos; fue incluso el título de una exitosa serie televisiva en los ochenta: "En silencio ha tenido que ser". Yo prefiero pensar: "Sin violencia debe de ser". 

Sin embargo, esta sociedad ha ponderado y continúa ponderando la violencia. La sufrieron quienes abandonaron el país tras el 1 de enero de 1959. La sufren quienes se oponen, de forma pacífica, al Gobierno; quienes no tienen intenciones de asaltar ningún cuartel.

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