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Sociedad

Los campeones Mireya Luis, Raúl Diago y Javier Sotomayor apuestan por la hostelería

Los tres tienen restaurantes privados en La Habana y comparan el deporte con la empresa.

La Habana

Los campeones Mireya Luis, Raúl Diago y Javier Sotomayor se han convertido en empresarios de la hostelería en La Habana, informó la revista OnCuba.

"Subieron a lo más alto del Olimpo deportivo, pero ahora tienen los pies bien puestos en la tierra", añadió la publicación, editada en Miami y cercana al régimen de La Habana.

Mireya Luis regenta la pizzería-bar Tres Medallas, una vieja fantasía que su esposo Gian Carlo Incerti hizo realidad.

"Siempre soñé con un bar, pero nunca me vi así, encargándome de uno. El deporte me enseñó a esforzarme y trabajar en equipo, y esas virtudes me funcionan como empresaria. Pero dirigir un restaurante es más complicado, porque el equipo va en una misma dirección, y el negocio tiene muchos frentes", asegura.

La exvoleibolista es "naturista". En su casa de Fontanar tiene una huerta de 350 metros cuadrados, donde cultiva sus propias especies, con semillas traídas de Italia.

Por su parte, Raúl Diago tiene un restaurante-bar. "Siempre me he considerado un empresario", confiesa el otrora pasador de la selección nacional de voleibol.

Tras un lustro de experiencia como federativo al frente del voleibol cubano, hace poco más de un año decidió probar suerte con la gastronomía.

"Me fui metiendo poco a poco en este mundo. Tenía más ganas que preparación, pero me asocié con un chef que me enseñó y ayudó mucho, sobre todo capacitando al personal".

No obstante, la casa de Diago y el restaurante están "en venta", según su página web y un sitio inmobiliario.

Javier Sotomayor, considerado El Príncipe de las Alturas, tiene un restaurante desde hace poco tiempo.

"Ser empresario es más difícil, y eso que el deporte entraña mucho sacrificio. Claro, este trabajo tiene sus ventajas: ahora puedo beberme una cerveza, hablar con mis amigos, dedicarle más tiempo a mi familia. Fui saltador desde los 10 hasta los 34 años, y a mí ni siquiera me gustaba el salto", confesó el saltador.

La revista dice que a sus 45 años comienza una nueva vida, supervisando compras, menús, imagen, economía…

Una idea lo mueve: "Si triunfo, mi familia también".

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