Con la vista puesta en las primarias de Florida, los precandidatos republicanos a la presidencia de Estados Unidos se han enredado en una campaña de excesos verbales acerca de sus posibles políticas hacia el régimen de La Habana.
En un extremo, el aspirante Ron Paul dijo que le gustaría ver a los cubanos celebrar su propia libertad, sin intervención de ningún tipo de EE UU. ¿Propone Paul acaso una Doctrina Estrada para la política exterior de Washington hacia La Habana? ¿O un papel similar al de América Latina, es decir, casi nulo?
Del otro extremo, Newt Gingrich llegó a hablar de operaciones encubiertas para derribar a los Castro. Al margen de que tales declaraciones liquidan de entrada cualquier posibilidad de diplomacia multilateral, ningún político debería amplificar así su futura estrategia de inteligencia, salvo que pretendiera hacer lo contrario o desencadenar en la otra parte una reacción de riesgos imprevisibles. En tal sentido, Gingrich debería saber que los tambores de guerra multiplican el peligro para la oposición pacífica en la Isla, pues sirven de materia prima a los peores proyectos represivos del régimen.
Además del interés en aumentar el flujo informativo hacia Cuba, idea siempre positiva, el grueso de las propuestas republicanas —entre ellas las del favorito, Mitt Romney— pasa por recortar viajes y remesas. Si lo que desean los candidatos es colaborar con la democratización de la Isla y no retrasar la desintegración del castrismo, deberían ser más creativos.
Sin embargo, obligarlos a salir del eslogan fácil y proveerles de ideas, es una responsabilidad que recae principalmente en la propia comunidad de exiliados y en la clase política cubanoamericana. ¿Cuándo aprenderemos que declaraciones como las de Gingrich son una panacea que allana el camino del régimen hacia el atrincheramiento, a la vez que le permite justificar lo injustificable? ¿Hasta cuándo se premiará a aspirantes a la Casa Blanca desconectados de nuestra realidad y dispuestos siempre a recurrir al discurso emotivo y a la "solución" del aislamiento familiar?
Obligado por las circunstancias, el castrismo está mutando. Con paso cauteloso, su objetivo es ganar tiempo, conservar el poder. Sería un error de la comunidad exiliada y los demócratas del mundo cegarse a esta realidad y persistir en políticas caducas y previsibles.